Ajuste de cuentas

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Dos colosos en declive

Pareciera que a cierta edad, a actores tan icónicos como Robert De Niro y Sylvester Stallone, que -sin entrar en comparaciones- marcaron toda una época del cine de Hollywood, no les quedara otra que reírse de sí mismos y de los personajes que los volvieron inmortales. Como para sacudirse un poco el bronce y resarcirse de haber caído tantas veces en la autocaricatura (sin ir más lejos, ver al mafioso de De Niro en Escándalo americano). Así, uno tuvo, por ejemplo, su Analízame; y el otro, la saga Los indestructibles y Escape imposible. Si en esta última, Stallone enfrentaba a Arnold Schwarzenegger, su archirrival en el cine de acción de los ‘80, ahora le toca chocar contra el otro gran boxeador de la pantalla grande. El atractivo de Ajuste de cuentas es ver la pelea que jamás sucedió: Rocky Balboa vs. Jake “ Toro salvaje ” La Motta. Un Alien vs Predator o Freddy vs. Jason, sólo que al borde del geriátrico .

Esa es la carga intertextual de la película, porque aquí no están Rocky ni La Motta, sino dos grandes boxeadores de Pittsburgh, Razor Sharp y The Kid McDonnen, archirrivales décadas atrás, que pelearon dos veces -dos “peleas del siglo”- con un triunfo para cada uno. Les quedó pendiente el desempate, y ahora, en la tercera edad, se proponen tenerlo.

El director, Peter Segal (responsable de la película del Superagente 86 con Steve Carell, y varias de Adam Sandler), tiene cancha para la comedia: algunos gags son los momentos más logrados. Tuvo cuidado en no caer en la burla o la parodia, de modo que estos boxeadores casi septuagenarios resultan creíbles (aun con esa máscara de goma que Stallone tiene por cara). Tampoco cayó en la tentación de las citas: hay un par de guiños a Rocky y no mucho más.

Los problemas aparecen cuando la cuestión va por el lado dramático. Algunos conflictos son forzados e innecesarios, y hacen que a la película le sobren por lo menos veinte minutos. La parte “seria” provoca el brote de muchos clichés hollywoodenses: personajes chantas que se redimen, personajes buenos que triunfan, un encantador niño que tiene ocho años y parece de 22... Eso sí: durante los créditos finales hay una sorpresa que vale la pena esperar.