Aires de esperanza

Crítica de Rocío González - Leedor.com

Basada en una novela, el director Jason Reitman logra adaptarla para el cine, con algunos aciertos parciales. Pero finalmente el aire de novela se impone.

Jason Reitman, hijo del célebre cazafantasmas Ivan Reitman, pisó con peso propio cuando realizó La joven vida de Juno, una comedia dramática desde el punto de vista de una adolescente embarazada.

En Aires de esperanza, retoma la mirada de un chico adolescente, para contar los acontecimientos que le sucedieron a él, Henry, (Gattlin Griffith) y a su madre Adele (Kate Winslet) durante cinco días de feriado por el día del trabajador. Estando en el supermercado son “secuestrados” de manera muy educada por Frank, un hombre herido que escapó de la cárcel (Josh Brolin), con quien terminan estableciendo un estrecho vínculo afectivo.
Más allá de la actuación de Winslet, quien ya nos tiene acostumbrados a su estilo camaléonico (desde una joven de clase alta en Titanic, hasta una mujer rebelde en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, pasando por un tempano de hielo en El lector), Reitman comete el buen tino de alterar sutilmente la narración clásica de una novela, al introducir ciertos flashback que parecen no tener relación con el presente narrativo del film. De este modo genera buenos climas de tensión en un film que, por lo demás, es bastante intrascedente.
Brolin, quien desde hace unos años trabaja con directores aclamados (los hermanos Coen en Sin lugar para los débiles y Woody Allen en Conocerás al hombre de tus sueños) no es un gran actor, pero su imagen corpulenta es un interesante contrapunto con el bonachón que construye, y hace dudar al espectador (enfatizado por estos flashback) de sus verdaderas intenciones.

Otro guiño bien llevado a la pantalla por su sutileza es la relación con la comida: Frank conquista a la depresiva Adele dándole de comer en la boca y realizando tartas de durazno, mientras que Henry conoce a la primer chica que le interesa en un supermercado mientras hace las compras. Así, el alimento se transforma en una metáfora de otros nutrientes esenciales en la vida de una persona, como lo es el amor y la sexualidad.
Después de todo, el film está contado desde el punto de vista de un adolescente, quien encuentra en este extraño un rol paterno para él y un rol de marido para su madre, dando cuenta de un vacío de amor y sexualidad en sus vidas.