Aires de esperanza

Crítica de Fernando Hansen - Toma 5

“AIRES DE ESPERANZA”: DON DRAMÓN

¿Rearmar nuestra vida? ¿Es acaso esto posible? Adele (Kate Winslet) y Henry (Gattlin Griffith) viven preguntándose esto todos los días, sufriendo una soledad inusual para dos personas que están juntos permanentemente. Madre e hijo se mimetizan en una misma situación producto de la depresión que afecta a la mujer por las dificultades que tuvo para quedar embarazada y que terminaron con su matrimonio.

Sin embargo, lo que cada semana era una rutinaria visita al supermercado termina con la previsibilidad de sus vidas al encontrarse con un preso que logra escapar de la policía. Ocultándolo en su casa, lo que comienza siendo un lugar donde resguardarse se convierte en el nuevo hogar de Frank Chambers, protagonizado por Josh Brolin (Men in Black III y Gangster Squad), que casi pasa a ser un integrante más de la familia.

El miedo que en un principio irradia como cualquier criminal, día a día se va perdiendo al mostrarse amable sin llegar a ser nunca una amenaza real. Frank limpia, cocina, arregla, juega y cuida de Henry y Adele; haciendo que la tensión producida por el encuentro inicial se vaya diluyendo en tan solo un par de días.

Luego de un fin de semana que transitan los tres juntos, Adele y Frank planean irse a vivir a Canadá con el hijo de ella y quien queda más expuesto es éste último estando a punto de comenzar un nuevo año escolar y con un padre biológico que apenas aparece.

Protagonizada por estos dos reconocidos actores que con sus actuaciones hacen de la historia un verdadero drama, a lo largo de los 111 minutos de duración se cuentan los distintos caminos de la vida de tres personas totalmente diferentes, con sufrimientos dispares y que cada uno experimenta lo que le sucede de una forma especial. Dirigida por Jason Reitman, el largometraje retrata a un asesino particular, a una madre sin rumbo y a un hijo sin elección.

La relación de estás vidas paralelas que se mezclan y se afectan mutuamente es lo que este film trata de mostrar con gran detalle, volviéndose por momentos un poco lento ante la confusión que pueden generar las primeras escenas sobre cada protagonista por separado.

Si bien esta desorientación inicial desaparece con los minutos, la irreal amabilidad en la vida de un preso, la rápida confianza que este inspira y la normalidad con que a veces el chico toma las cosas van en contra del relato que parece dejar aires de esperanza sólo para algunos o permitiendo que se piense que alguien puede no necesitarlos, sin dejar de ser una historia bien contada que mantiene al espectador esperando saber más.