Aires de esperanza

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Un amor para toda la vida

El tráiler de Aires de esperanza parecía preanunciar una certeza con gusto a desazón: Jason Reitman negoció la frescura, sinceridad y liviandad de gran parte de su obra previa para convertirse en un director “serio”, capaz de hablar de asuntos graves como el amor, la soledad y la maternidad con un tono ídem. Al fin y al cabo, se trataba de una historia de personajes quebrados y derruidos por sus propias circunstancias (una mujer depresiva, abandonada por su marido y a cargo del hijo de ambos; un reo en fuga encarcelado años ha por un crimen culposo, esto dicho en el sentido más legalista del término) más cercana al indie estadounidense habitualmente premiado en el Festival de Sundance que a las que hasta ahora venía desarrollando el realizador en La joven vida de Juno y Jóvenes adultos.

Y algo de eso hay, ya que el primer viraje notorio de este film respecto a los anteriores de Reitman es la elección de tono mucho más serio, salvaguardado en parte por la adopción del punto de vista de Henry, el menor de los protagonistas. Lo que muestra que, en el fondo, Reitman sigue siendo Reitman y nada mejor que la inocencia para resguardarse de los avatares de la vida adulta (en ese sentido, es paradigmática la encarnación de una figura romántica en la aparición de una nena con el desparpajo de una “mini” Juno). Herny verá con ojos asombrados cómo su madre (Kate Winslet) empieza un romance tan intenso como repentino con Frank (Josh Brolin), un preso recientemente fugado y buscado por la policía al que alojan, inicialmente por la fuerza, en la casa de familia, convirtiéndose así en una figura paterna para él y masculina para ella.

La fórmula suena a caramelo, sí, pero Aires de esperanza no es el melodrama lacrimógeno que podría haber sido porque Reitman revela una faceta hasta ahora no del todo lucida, como es su enorme capacidad para la narración. En ese sentido, el film avanza con una seguridad y tersidad digna del clasisismo del mejor Eastwood, remitiendo, al menos en sus mejores momentos, a esa madre de todas las historia de amores furibundos e imperecederos que es Los puentes de Madison.

Los problemas del film empiezan sobre su última media hora, cuando Reitman confunde el cuidado narrativo con la necesidad de clausurar y sobrexplicar todas sus aristas, incluyendo, además, una dudosa capacidad para poner en tela de juicio las razones del asesinato de Frank. Así y todo, Aires de esperanza es un quiebre dentro de filmografía del que, a pesar de todo, sigue siendo uno de los directores más interesantes de su generación.