Aire libre

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

“Ya no quiero sufrir más” es una de las frases que se espetan uno al otro la pareja protagónica de Aire Libre, y también podría servir como síntesis de la sensación que el nuevo film de Anahí Berneri puede despertar en algún espectador.
Que no se malentienda, no estamos frente a una película imposible de apreciar, sus aciertos son varios; pero el sufrimiento pasa por el clima agobiante en que vive el matrimonio, y que se transmite en la pantalla, una incomodidad latente, casi perturbadora.
Es la historia de Lucía y Manuel, Celeste Cid y Leonardo Sbaraglia respectivamente, un matrimonio de arquitectos con un hijo pequeño, Santiago (Máximo Silva), que pasa por el desgaste del tiempo.
Quizás tratando de buscar un nuevo ambiente, deciden construirse un nuevo hogar desde las ruinas de una casa de campo, alejada de la urbe. Pero la finalización del proyecto se retrasa, la familia debe vender la casa en la que viven actualmente para no sumar gastos y se mudan, en un principio a la casa de la madre de ella (una Fabiana Cantilo al natural, uno de los puntos altos y relajantes del film). La tirantez crece paso a paso, Manuel se siente sapo de otro pozo, así toman otra decisión, él se muda hasta que el nuevo hogar esté terminado a la casa de sus padres que acaban de volver de España (Marilú Marini y Rodolfo de Souza, matrimonio real); así la distancia se acrecienta más y más… o puede que se produzca el aire que la pareja necesitaba.
Con una filmografía ecléctica, teniendo en común el tono intimista en toda su obra, Berneri retoma varios puntos de su anterior obra, Por tu Culpa (es más la protagonista de aquella, Érica Rivas hace una participación aquí que bien podría servir de precuela) y los expande.
Si en aquella era una madre que lidiaba en medio de una noche fatídica con sus hijos endiablados y el padre ausente; acá el endiablado es el mismo matrimonio, y el hijo queda en el medio de la puja.
"Aire Libre" funciona a tracción de reproches (muchos de ellos en forma de metáforas), Manuel y Lucía se enrostran todo tipo de frases y gestos hirientes; aun cuando hacen (o intentan) el amor parece más una escena violenta y hasta cercana a una violación. Parecen encontrar la paz cuando cada uno actúa por su propia cuenta, Lucía cantando para la banda de su hermano (con un músico interesado en ella), y Manuel visitando a la esposa e hijo de uno de sus empleados accidentado.
Pero también se siente una pulsión, como si ambos gustasen de esa fricción; o mejor dicho, produciendo una atracción y repulsión mútua simultánea.
Berneri, como en Por tu culpa, vuelve a co-escribir el guión junto a su marido Javier Van de Couter, y se nota que sabe de lo que habla. No se puede negar en Aire Libre la naturalidad con la que todo fluye.
Así el espectador es sometido a una sesión tensa, difícil de ver, casi imposible para la relajación, y sin embargo dueña de una mirada que merece atención. Un consejo, conviene dejarla decantar.
Otra sería la experiencia sin estos actores, Lucía y Manuel son personajes complicados, con los que cuesta crear una entera empatía, y tanto Sbaraglia como Cid le ponen el alma a esta difícil tarea. La (anti)química entre ellos es fundamental para la fluidez.
Promediuando la conclusión los hechos se precipitan, como en Por tu culpa ocurrirá un hecho desgraciado deliberado y traumático, como un resumen de lo que vinimos viendo; llevando a un final que dividirá aguas.
"Aire Libre" se caracteriza por su incomodidad permanente, por el nerviosismo que transmite; puede ser un fiel reflejo de muchas relaciones actuales. Pero se corre el riesgo, como aquellas personas que viven mirando su reflejo en un espejo, que tanta triste realidad termine por abrumar.