Aire libre

Crítica de Alejandro Castañeda - El Día

El amor rompe y no paga

Lucía y Manuel no se dan cuenta. Pero en la cama, en la cocina y en el trato aparecen esas pequeñas grietas que anuncian tormentas mayores. Ella es arquitecta y él es ingeniero. Sueñan con poder darle un poco de aire libre a un amor que se ha ido contaminando. Y esa mudanza es el símbolo de un deseo que también va cambiando de lugar, porque ella y él, sin imaginarlo, van abriendo otras puertas. En su nueva casa, como en su historia, es más lo que rompen que lo que construyen. Sobran los obstáculos, los inconvenientes, las dudas. Se van gastando la plata y las ganas. La violencia empieza arremetiendo contra las paredes y avanza sobre ellos. Se separan transitoriamente, aunque en las parejas nunca se sabe. El se va a la casa de sus padres y se sube a una moto. Más que avanzar, parece fugarse. Hay un clima de reproches y negaciones, de dudas y silencios. Y hasta la presencia del hijo (¿quién lo lleva?, ¿dónde duerme?) parece sumarse a ese muestrario de contrastes. Berneri, autora de ese interesantísimo “Por tu culpa”, luce esta vez menos concentrada y más reiterativa. Le falta rigor narrativo. Su naturalismo minimalista a veces le juega malas pasadas a una historia que se enrosca sobre sí misma. Pero se trata de una realizadora talentosa, que es capaz de sacarle notas reveladoras a los pequeños detalles, que puede transformar la cotidianeidad en algo perturbador, que maneja con inteligencia el peso de una mirada y de un tono, y que va poniendo sutiles luces de alarmas sobre un amor al que, como a la casa inicial, están por dejarlo abandonado. Celeste Cid le da verdad a su extraviada Lucía, pero Leonardo Sbaraglia está formidable: su Manuel expresa todo el desgaste y todas las dudas con una mirada, un mínimo gesto, como en el plano final, en el casamiento, cuando su cara parece preguntarse todo y no saber nada. Ni lo que pasó ni lo que puede pasar. ¿Se puede rehacer un amor desde sus escombros? Cuando la casa presenta grandes rajaduras, parece que no queda otra que mudarse o romper todo y empezar de nuevo.