Aguas abiertas

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

El ver documentales con la asiduidad con la que los fanáticos ven temporadas de series completas en dos días, construye un ojo clínico en cualquier analista frente a la pantalla. Las fórmulas se repiten, las estructuras narrativas se detectan con gran facilidad, y la anticipación del lenguaje de las imágenes se vuelve moneda corriente. Aun así, resulta increíble la capacidad de la imagen para sorprender cuando está conjugada con una poética especial. “Aguas abiertas” es en este sentido una obra cuyo registro va más allá de su género. Trasciende porque su directora Marcia Paradiso antepone sensibilidad, antes que grandilocuencia y la metáfora como elemento crucial.

Es cierto, en la superficie se ve a un entrenador de natación para chicos con serios problemas físicos. Distintos tipos de deformaciones de la columna que sin eufemismos pasan por la pantalla. Hay una decisión de ir a fondo con esta condición física que se agradece desde la butaca porque Marcia Paradiso no la dramatiza. Al contrario, la presenta con una naturalidad que ayuda al espectador a meterse de lleno con una propuesta que no necesita interpelar a nadie porque la invitación es a la reflexión.

“Aguas abiertas” es, por arriba, una historia de cómo un grupo de chicos con malformaciones físicas afronta el desafío personal de salir de la pileta del club para concursar en una competencia de nado en el río Paraná. Más profundamente, es un alegato metafórico sobre la libertad. El agua permite movimientos que en tierra firme son imposibles. Eso es precisamente el valor que se rescata en la textura de las imágenes. Ya desde los primeros segundos vemos amanecer, río, paisaje, pájaros, un bote… Naturaleza milenaria en definitiva. Luego, en vías de contrastar los escenarios, vemos un recorrido de postales fijas en algunas calles de Monte Grande para derivar en el “encierro” de la pileta del club en cuyas aguas, la libertad se resignifica.
Entre la música, casi evocadora de una geografía particular, la cámara comprometida con el movimiento debajo del agua y una compaginación acertada en tiempos de toma, estamos frente una obra con un gran poder de comunicación que vale el esfuerzo de intentar combinar los horarios.