Agosto

Crítica de Javier Mattio - La Voz del Interior

Agosto es la adaptación cinematográfica de una obra de teatro sobre los vínculos tensos y dramáticos de una familia norteamericana.

Las familias, a su modo, son una puesta en escena. Traen implícitas sus discusiones, vínculos, contextos, dramatizaciones. En Agosto, adaptación de la obra de Tracy Letts, tal condición es llevada al extremo. Como sucedió en Un dios salvaje de Roman Polanski, aquí también el teatro absorbe a la historia: uno puede ver las bambalinas tras las paredes de la casa de los Weston, y las individualidades que asoman por encima del conjunto: en especial Violet Weston (una exageradamente buena Meryl Streep), la despiadada matrona que recibe a los suyos en su sombría morada de Oklahoma al morir su marido, un reconocido poeta interpretado en los minutos iniciales por Sam Shepard.

Pero allí está también la más acalladamente eficaz Julia Roberts haciendo de Barbara Weston, la hija mayor que soporta la infidelidad de su esposo (Ewan McGregor) y la pubertad de su hija (Abigail Breslin), a la vez que toma las riendas de su familia ante la desolada postal del padre muerto y la madre enferma de cáncer y adicta a las pastillas.

El grupo que completan las hermanas de Barbara, Ivy (Julianne Nicholson) y Karen (Juliette Lewis), quien llega con su último novio, el fantoche Steve Huberbrecht (Dermot Mulroney), y la tía abuela Mattie (Margo Martindale), su marido Charlie (Chris Cooper) y su hijo Little Charles (Benedict Cumberbatch) entra en combustión en el reencuentro, donde no tardan en aparecer todo tipo de revelaciones, reproches y golpes bajos, con cimas estrepitosas que incluyen vajillas rotas, peleas en el piso y golpes por la espalda.

El filme de John Wells respira cuando sus personajes salen a pasear en auto y se muestra el desierto y, como dice Barbara, se revela que el blues es un paisaje (y una banda sonora, a cargo de Gustavo Santaolalla). Ese trago seco mitiga tanto empalague melodramático, y también son oportunas las alusiones a las diferencias generacionales deslizadas bajo tanto griterío y comentario ácido, en el matrimonio fallido pero así y todo duradero de Violet frente a las relaciones temblequeantes de sus hijas, o la aspereza trágica de las vidas de tercera edad en oposición a los caprichos confortables de los baby boomers.

Agosto disfraza sus estridencias previsibles de drama de calidad, una fórmula ideal para competir por un par de estatuillas doradas del Oscar, aunque su sustancia funcione mejor en tablas o relatos de expertos en ocasos familiares como John Updike o Richard Yates.