Agosto

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

Intimidades de una familia desgarrada

La muerte de Beverly Weston reúne a su viuda, Violet, con las tres hijas del matrimonio. El encuentro se produce en la vieja casa de Oklahoma que alguna vez habitó la familia completa. Tíos, primos y parejas se añaden a ese universo en el que se entrecruzan secretos y vivencias del pasado y del presente. El encuentro será áspero y revelador.

“August: Osage County” fue uno de los grandes éxitos del teatro estadounidense durante la década pasada. El autor, Tracy Letts, subió a una ola de premiaciones y recogió el Pulitzer y el Tony. Entusiasmado, Letts aceptó adaptar su pieza para la pantalla. Fue la oportunidad de sacar a los Weston de los opresivos ambientes de la casa de campo en la que se cocina la historia. La película respira por esos planos de horizonte lejanísimo, elegidos por el director John Wells para desarticular la puesta teatral a la que inevitablemente conduce el corazón de “Agosto”.

Más que una familia disfuncional, los Weston constituyen un clan herido de muerte y disgregado. Encontrar retazos de amor entre la desbordada Violet y sus hijas es una misión casi imposible. En “Agosto” priman la violencia, el rencor, la incomprensión. Las alfombras desbordan de secretos inconfesables, barridos por los años, el alcohol y el abandono. Las relaciones familiares, tema de fondo, se ramifican entre adicciones y renunciamientos, infidelidades y desconfianza, hasta abrevar en el incesto. Muchos tópicos, muchos personajes con demasiadas cosas que decir.

El texto de Letts necesita intérpretes precisos. Wells contó con la enorme Meryl Streep en el rol de Violet. Es asombroso cómo Streep camina por al borde la sobreactuación sin cruzar esa línea tan delgada. Julia Roberts está a la altura de Barbara Weston, la hija mayor, y se adueña del poderoso desenlace. Ni Streep ni Roberts (juntas en la foto) obtuvieron el Oscar para el que estaban postuladas.

“Agosto” es una batalla cultural netamente femenina y por eso Julianne Nicholson, Juliette Lewis y la siempre excelente Margo Martindale opacan a, por ejemplo, Ewan McGregor y al omnipresente Benedict Cumberbatch. Pero no a Chris Cooper, de esos actores a los que no hay forma de encontrarles un mal paso.

No es fácil mantener la tensión dramática durante dos horas de metraje y la película de Wells zigzaguea en más de un pasaje. Es cuando aparecen sus formidables protagonistas para sostener el entramado de los Weston y escarbar en sus profundas heridas.