Agente Salt

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Se vienen los rusos, se vienen los rusos!!!!!

Y de golpe y porrazo, resurgió la “guerra fría” en Hollywood. Era un síntoma extraño, pero previsible. Cuando se estrenó Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal, me preguntaba ¿por qué los rusos? ¿por qué volver a la URSS? Está bien, Harrison Ford estaba viejo para luchar contra nazis, pero la amenaza roja había terminado hace años… ¿por qué revivirla?

Lo interpreté más como una sátira que como una realidad… pero ahora que se estrena Agente Salt, me pregunto… ¿cómo es que así de la nada, los estadounidenses volvieron a temer que el comunismo stalinista vuelva a ejercer una amenaza nuclear?

¿Es que ya se aburrieron de los árabes, iraníes, iraquíes, afganos, etc? ¿Los norcoreanos no representan una verdadera amenaza? ¿Los chinos son amigos? ¿Ni siquiera la mafia italiana resulta un tema latente para revivirla, que tuvieron que resucitar a la Unión Soviética?

La verdad es que los estadounidenses necesitan de la guerra, como necesitan respirar. Pero no para vender armas o sustraer petróleo como suelen poner de excusa. No. Necesitan una guerra por década, para tener material para escribir libros, filmar ficciones épicas, documentales controversiales, ponerse a la defensa o al ataque del gobierno de turno.

Ni siquiera Cuba los molesta ahora. Y, como demuestra Oliver Stone, con Chávez está todo bien en realidad… Así que si no hay una guerra real… como decían en Mentiras que Matan (Barry Levinson, 1997), “inventemos una”.

Y los soviéticos siempre representaron una amenaza potencial por tener la nación más grande… y guardar “armas nucleares”. ¿Quién más está sino detrás de los coreanos, de los chinos, de los vietnamitas (cuidado con Charlie, no murió, simplemente duerme)? Así que los guionistas sin imaginación en Hollywood, decidieron solitos resucitar URSS. “Back to the URSS” dirían The Beatles.

Pero esta vez James Bond no está disponible. La MGM debe mucha plata y el 007 está en su retiro en las Bahamas. Jason Bourne no sabe si seguir o no buscando su identidad (Matt Damon, Paul Greengrass y Tony Gilroy dan millones de vueltas para regresar a la saga, tomando en consideración que el autor, Robert Ludlum murió antes de escribir el cuarto libro) y, quizás vuelva Jack Ryan, el invento de Tom Clancy, aunque recordemos que según La Caza al Octubre Rojo, el personaje era amigo de los soviéticos… Así que hubo que inventar alguien nuevo.

Su nombre es Salt… Evelyn Salt. Y viene en el cuerpo moldeado de Angelina Jolie.

La cuestión está en que no se sabe si Salt es de la CIA o un agente entrenado de la KGB (o una agencia con nombre parecido), por lo tanto Jolie correrá, pegará, matará y explotará a todo aquel que se le cruce en frente con tal de “hacer justicia”.

El Toque Noyce

Pero volvamos a los años ’90. Si cuando uno ve Agente Salt tiene una sensación de deja vú (especialmente viendo el entrenamiento de los niños rusos), es porque la película tiene bastantes reminiscencias a El Santo, la fallida transposición de la serie con Roger Moore a la pantalla grande de la mano de Val Kilmer y Elizabeth Shue. La película le quitó el humor y el carisma a la clásica serie del ex Bond, y lo reemplazó por una solemnidad y dramatismo densamente innecesario.

Dicha obra fue dirigida por Phillip Noyce, director australiano más interesante de lo que se suele suponer si uno analiza superficialmente su filmografía. Estuvo hace unos años en Mar del Plata donde dio una Masterclass, que los que asistieron dijeron que fue notable. Lamentablemente yo me la perdí, pero puedo afirmar que fue bastante interesante según fragmentos que pude leer. Un hombre que realmente sabe de cine.

Y un artesano del thriller contemporáneo. Su primer film comercial distribuido en Argentina fue Terror a Bordo (1989) filmado en su país natal, protagonizada por los aún desconocidos Sam Neill, Nicole Kidman y Billy Zane. Una película de suspenso que remitía a El Cuchillo Bajo el Agua, la ópera prima de Roman Polanski. A la que siguió Furia Ciega (con Rutger Hauer como un Zatoichi australiano), y los mejores episodios de la saga Jack Ryan: Juego de Patriotas y Peligro Inminente, ambas con Harrison Ford. También fue ojo de la polémica con thriller “erótico” Sliver, Invasión a la Privacidad con Sharon Stone. Tras la decepción que fue El Santo, pasaron films más interesantes (y de menor presupuesto y pretensión) pero que no trascendieron demasiado: El Coleccionista de Huesos (con Jolie), Cerca de la Libertad, El Americano y Atrapa el Fuego.

Salt es el verdadero regreso de Noyce al thriller industrial, de espionaje, repleto de escenas de acción y con una protagonista “ardiente” y taquillera.

El resultado final no está a la altura de sus mejores films, pero tampoco de los peores. Como thriller es vigorizante, tiene un ritmo arrollador, no da respiro. Noyce no deja de mover la cámara a toda velocidad durante los 100 minutos que dura la película. Atrapa, entretiene y divierte con los giros dramáticos que da el guión. Juega con el espectador, su “inocencia” y la del personaje. Nos da la información apropiada para no casarnos con ningún personaje y vibrar al ritmo de las persecuciones.

Y si la película tiene lo mejor, en cuanto a dinamismo y suspenso, de los films de Noyce, también tiene sus peores vicios: flashbacks cursis, romanticismo impostado, sentimentalismo meloso. Noyce no se maneja bien con el género romántico. Por lo tanto, las escenas solo ameritan su presencia como una justificación narrativa innecesaria. Demasiado explicativas. Es un síndrome del Hollywood contemporáneo: subestimar la inteligencia del público, dar demasiadas explicaciones para que todos entiendan al toque. Aún así, estas escenas no tienen tanta presencia para distraer al espectador de la acción.

El problema principal es la historia en sí. Es demasiado absurda e inverosímil. Volver a la Unión Soviética no significa un miedo “real” (a menos que Stalin y Lenin hayan revivido como muestra un episodio de Los Simpsons). El personaje de Salt de por sí es exageradamente vueltero. Pero lo importante es mantener la tensión y la adrenalina. En ese sentido, el film de Noyce cumple. No importa cuan complejos sean realmente los personajes (más allá de si son o no comunistas, desertores, románticos o fríos). Ni siquiera se puede leer entre líneas alguna crítica política o social. Los agentes de la CIA quedan parados como niños de pecho a comparación de los súper entrenados agentes soviéticos involucrados en la conspiración que plantea la película. La paranoia post 11 de septiembre sigue vigente, pero acaso, ¿hubo algún momento en que los Estados Unidos no fue una nación paranoica?

El trío protagónico: Jolie – Schreider – Ejiofor cumple con las expectativas en piloto automático. El guión de Kurt Wimmer (el mismo de la defenestrable Días de Ira) no presenta ninguna novedad estructural interesante, sino que se apoya en clisés y lugares comunes del género. Y al igual que en sus anteriores guiones (El Caso Thomas Crown, Reyes de la Calle y El Discípulo) se apoya en vueltas de tuercas como ¿quién es el traidor? ¿cuál es el truco? para mantener la atención del espectador. Según el ingenio del realizador que agarra los guiones, el film va a ser mejor o peor.

Esta vez el resultado es… apenas entretenido.

En tiempos “calmos” de guerras, en que Bond, Bourne, Ryan y Ethan Hunt se toman vacaciones, parece que Salt se ofrece como una alternativa interesante y divertida. Y si no funciona, ya que revivieron la Guerra Fría, podríamos revivir a Flint (protagonizada por el fallecido James Coburn) o a Harry Palmer.

No dudo que Michael Caine aceptaría ponerse los lentes con marco negro si se lo ofrecieran nuevamente.