Adoro la fama

Crítica de María Inés Di Cicco - La Nueva Provincia

Una crítica más de Sofía Coppola

En Vírgenes suicidas el foco estuvo en una ejemplar familia norteamericana, cuyas impecables niñas rubias se inmolaron. En Perdidos en Tokio, fue una pareja de desconocidos que paliaban su soledad en una sociedad altamente tecnologizada que los enajenaba; en María Antonieta, una princesa aburrida y caprichosa, a quien los excesos la matan.
Sofía Coppola se ha dedicado a observar en sus películas el vacío de seres que, desde la mirada ajena, gozan de una fracción envidiable de los ideales de la sociedad de consumo. Su descontento, su apatía, la angustia de un todo que deja nada aparecen en los relatos de la hija del gran Francis Ford y parte de una legión de artistas encumbrados.
El caso de un grupo de siete chicos de Los Angeles, quienes un par de años atrás fueron enjuiciados por ingresar a las mansiones de actores y celebrities como Lindsay Lohan, Kristen Dunst, Johnny Depp o Paris Hilton, robarles, filmarse y subir el registro a internet, le sirvió a la directora para hacer, en Adoro la fama, un nuevo retrato de esas conductas que no encuentran sentido para el común de los seres humanos.
Se trataba de chicos ricos, hijos de familias acomodadas, alumnos de los mejores colegios, pero ni sus privilegios ni su suerte les impidió convertirse en delincuentes juveniles y exponerse públicamente.
Suele suceder, claro. Pero en sociedades corruptas, a falta de interpretaciones equitativas, el tamaño de la víctima distingue al "travieso" del "ladrón" y, para el caso, los blancos elegidos no fueron los adecuados.
Con el juicio comienza la película y a partir de allí, como en un gran recuento se asiste a la incursión de las muchachitas y el nuevo de la clase por las dependencias de viviendas ajenas, tocando, probándose, oliendo, mirando extasiados, y llevándose hasta sumar la friolera de 3 millones de dólares en joyas, ropa, perfumes y varios; pertenencias de personas famosas.
Sofía Coppola no hace una crítica explícita. Simplemente expone lo que le interesa de un asunto para que el espectador arribe a las conclusiones. A cada personaje le corresponderá una propia.