Adopción

Crítica de Carlos Herrera - El rincón del cinéfilo

Cuando en la Argentina se vive el furor por adoptar niños haitianos, y existe una denuncia gravísima sobre el caso de niños adoptados que permanecen hasta tres años en institutos porque el Estado paga 1.500 pesos mensuales para ello; Cuando en el Congreso Nacional se debatirá este año un proyecto que permitirá a las parejas homosexuales a adoptar, y un candidato a legislador reveló que su padre adoptivo es gay, llega a las pantallas nacionales "Adopción”, cuarta realización de David Lipszyc tratada como "falso documental ficcionado" para narrar la historia de un hombre homosexual que decide canalizar su necesidad de brindar amor con la adopción de un niño alojado en un orfanato, y lo hace durante la época de la última dictadura militar que sufrió la Argentina. El niño crece y con su padre adoptivo forma un núcleo familiar al que se integra la pareja de éste último, y todos juntos investigarán el origen biológico del adoptado para encontrarse con una casi verdad que no esperaban.

La obra toca varios temas, pero no profundiza en ninguno. Su trama principal es como lo indica el título, la adopción, pero al tratarse ésta de una acción surgida de una necesidad emocional, pero que conlleva un procedimiento jurídico, resulta tan compleja que no puede desarrollársela de manera ligera sin que el espectador caiga en la incredulidad, sobre todo si se afirma que el guión está basado en un hecho real.

Si bien la ley nacional 24.779 y el Código Civil en su artículo 315 determinan que el adoptante puede tener cualquier estado civil y no hacen ninguna referencia a su opción sexual, desde el comienzo la platea se siente movilizada porque quien adopta es una persona gay.

La sexualidad del adoptante no es tratada en la temporalidad de la película, cuya acción transcurre en la época en que reinaban los edictos policiales que eran usados para hacer punible la homosexualidad.

Al rozar lo sucedido con niños hijos de desaparecidos la producción deja la amarga sensación de que al tocar ese tema, tan duro, de manera casi superficial, se lo ha hecho como un gancho taquillero.

El comportamiento de la familia biológica del niño tampoco resulta muy creíble para el espectador.

Y no existe un cierre total de guión, sino una casi conclusión: que una persona sola, más allá de su orientación sexual, puede dar amor a un niño, criarlo y no influir en la sexualidad del adoptado, aunque esto último está apenas sugerido. Un metamensaje valioso, sin duda, pero al que no es fácil acceder.

Técnicamente el "falso documental ficcionado" es un formato novedoso, aunque recuerde mucho a los flashbacks que el director utilizó profusamente en "La Rosales" (1984).

David Lipszyc además de dirigir cine conoce el arte de dirigir actores y crear situaciones, por lo tanto Ignacio Monná, actor de teatro alternativo porteño, como el adoptado ya adulto, y Ricardo González, actor y dramaturgo platense, como el adoptante, son medidos y convincentes en cuanto a la composición de sus personajes, dentro de una puesta que les exige trabajar lo gestual, apoyándose en el texto sin recurrir a la expresión corporal, constituyendo sus trabajos lo más destacable del filme.