Adiós al lenguaje

Crítica de Sergio Zadunaisky - A Sala Llena

Un perro andaluz.

En 1959 el cine francés pone la firma oficial a la “Nouvelle Vague” con dos filmes que harán historia. Uno es Los Cuatrocientos Golpes, de François Truffaut y el otro, Sin Aliento, de un tal Jean-Luc Godard. Dispuestos ambos a dejar atrás un modelo de cine teatral y caduco, buscan romper normas y establecer nuevas formas, que en realidad se venían gestando desde la época del Neorrealismo Italiano, con Roberto Rossellini a la cabeza, en películas como Roma, Ciudad Abierta y Paisá. En una entrevista realizada en la época, Godard afirmaba que la Nouvelle Vague se proponía hacer cosas que otras películas no hacían. “Si no se puede filmar a los personajes en un fondo blanco, lo haremos en un fondo blanco”, sostenía. Y si no hay carro para realizar un travelling, se haría colocando la cámara en un cochecito de bebé. El cine dejaba los estudios y ganaba la calle.

Godard se fue diferenciando y hasta enemistando con su par François, culpándolo de haberse aburguesado e ir entrando en el sistema que otrora había criticado con furia. Y así, en el horizonte, Godard continuaba su camino, levantando su bandera, la del más radical y eterno “enfant terrible”, el único campeón del cine moderno.

Adiós al Lenguaje lo encuentra a sus 84 años en plena forma. En formato 3D y con cámaras de celular en algunas de sus tomas, la búsqueda del galo continúa, expandiendo la forma e interpelando a la imagen. El uso restallante del color, marca de fábrica, el empleo del sonido asincrónico y del mismo formato en tres dimensiones, personal y único, lo diferencian de la mayoría de los directores que filman hoy día. Su filme ensaya (y no siempre lo logra) una tesis acerca del lenguaje audiovisual, la masividad de las imágenes, el autoritarismo y las posibilidades que ofrece el dispositivo. El film propone a la vez que desautoriza la teoría de la muerte del cine. Y es en esta contradicción donde reside su fuerza. Las imágenes laten, negándose a dejarse arrastrar por el olvido y la indiferencia del espectador. Godard ladra y tiene aun cosas por decir, y esta película, ganadora del Premio del Jurado del último Festival de Cannes, así lo demuestra. Algunos lo llamarán coraje, otros tozudez, lo que es cierto es que el cine que propone Godard puede conmover con solo una imagen, un sonido o una palabra.