Adiós al lenguaje

Crítica de Juan Samaja - CineFreaks

Casi un poco más de lo mismo

Si bien la cinematografía experimental, de vanguardia o llámese “cine arte” (sea lo que Dios quiera que eso signifique) no constituye el tipo de experiencia cinematográfica que me interesa en lo profesional, ni la que disfruto de ver en lo personal, entiendo que forma parte de un conjunto de experiencias estéticas vinculadas con la investigación y el desarrollo sobre el significante (es decir, el trabajo sobre la materialidad cinematográfica en sí misma, y no sólo como el soporte de un contenido). Por lo tanto, lo que corresponde preguntarse es qué tipo de búsqueda propone Godard con esta producción; si su tratamiento del significante es realmente una investigación novedosa (es decir, una experimentación genuina) y/o si los contenidos enunciados presentan algún grado de novedad, o al menos supone alguna intensificación que explique el diseño del producto en esta ocasión. Mi modesta interpretación es que no es ninguna de las dos cosas, en un sentido riguroso.

Comenzaré por el contenido representado, por ser quizás el asunto más decepcionante, según mi apreciación. El relato está constituido básicamente por una serie de enunciados del narrador o de los personajes en un tono relativamente nihilista, vinculado a ese espíritu pretendidamente revelador y crítico que se denomina postmodernidad. Los temas van desde la búsqueda de una individualidad absoluta, imposible de ser realizada con plenitud en el seno de una vida social esencialmente desindividualizante), a la tematización superficial de lo real como discurso, y de la singularidad de los puntos de vista (que en este caso tematizan el propio eje y posición del enunciador). El núcleo de estas cuestiones, lejos de ser novedosísimas, tienen ya bastante tiempo en la cultura burguesa, y son más bien el signo de los tiempos de unas élites burguesas desencantadas, extrañadas del mundo y asqueadas de su propia existencia. Como dichas élites parecen -en su autocentramiento- desconocer cualquier tipo de realidad que trascienda su propia experiencia de subjetivación, proyectan ese desencantamiento de clase como ideología. Nada de esto es nuevo, pero lo peor del caso es que el director ni siquiera ofrece un tratamiento profundo de los temas, reduciéndolo a estas especies de aforismos o máximas que más que hacer pensar, o permitir discutirlas, sorprenden y fascinan en lo inmediato pero dejan gusto demasiado a poco cuando se hurga más allá de la epidermis cinematográfica de la película.

En cuanto al tratamiento, debo decir que es casi lo único que me resultó interesante, sin que ello signifique que aquí se juegue algún tipo de experimentación o novedad; de hecho, más bien es la aplicación de los principios disruptivos del racord clásico que Godard ya había planteado en Sin aliento en la década del ''60. Lo interesante, sin embargo, es el contrapunto entre el caleidoscopio de temáticas, disímiles e inconexas en algunos casos, con un tratamiento de edición visual, pero sobre todo sonoro, basado en el concepto del leitmotiv, es decir, en la composición de patrones de cierta regularidad (en este caso melodías y empleos de color), como si a la irregularidad de los contenidos se le contrapusiera la regularidad de la edición y del significante. Hay en esta ruptura de articulación o sincronización entre el tratamiento del significante y el significado el único punto interesante, aunque más no sea en el nivel de las búsquedas formales. No tengo demasiados elementos de juicios como para interpretar el sentido posible que esta des-articulación pretende poner en escena, más allá de la obvia literalidad de destruir la lógica del lenguaje y su principio de continuidad y articulación sistemáticas.