Adiós al lenguaje

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

Dimensión desconocida

A sus 83 años, el director de Sin aliento sigue dando que hablar. Adiós al lenguaje no es sólo el más osado experimento artístico en 3D sino que ostenta el raro honor de ser la única película en la historia del Festival de Cannes que fue interrumpida por aplausos a mitad de la proyección. Ciertamente, la película es una nueva cápsula en el universo cerrado y coherente que Godard delineó casi cincuenta años atrás, en films de la nouvelle vague más radical como Pierrot le fou, Masculin féminin o Week End. Al igual que en Film socialisme, de 2010, el franco-suizo consigue una amalgama de imagen, sonido y narración intertextual a la que pocos o ningún otro realizador podría aspirar, al tiempo que ambos trabajos podrían definirse como obras maestras de su filmografía.
Godard utiliza las técnicas que lo hicieron el director más experimental de su época, las refina y las vuelve el vehículo para sus inquietudes sociales y humanas (el radicalismo político que lo impulsó a renegar de la “burguesía” de sus experimentos formales). En ese sentido, Adiós al lenguaje es una obra definitiva para Godard, algo así como su Novena Sinfonía. El amor se muestra desde diversos ángulos de una pareja: separada por una cortina de hierro, en un baño, en un living con un inmenso plasma detrás, que proyecta viejos films norteamericanos y Doctor Mabuse; el 3D es magistralmente usado para diferenciar la acción de la pareja; los diálogos parecen provenir de cualquier parte, duplicados, entrelazados (Godard es el hijo visual de la musique concrète). En tanto un perro atraviesa un bañado, mira desconcertado, el reflejo de una alameda en un arroyo, la cámara perdida en un limpiaparabrisas. El conjunto es magistral pero también (y este es su talón de Aquiles) remite tanto a Godard que es imposible verla sin ver la obra por debajo de la firma.