Ad Astra: hacia las estrellas

Crítica de Pedro Seva - A Sala Llena

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Parece algo excepcional cuando un director abocado a temas y situaciones fácilmente reconocibles recala en algo distinto. A personajes recurrentes les invoca alguna variación, o a acciones ya vistas les imparte un respiro. Los films de James Gray son rápidamente asociables al melodrama criminal y a los problemas pasionales que sus personajes sufren. En los últimos años Gray realizó The Lost City of Z, un film lejano a sus espacios habituales. Separándose de sus barrios conventilleros y arrabaleros para adentrarse en el Amazonas. De todas formas, las mismas pasiones se mantienen. Lo que se esconde detrás permanece, mientras las superficies se vuelven intercambiables. Ad Astra, el nuevo film de James Gray, sigue por este camino, superándolo.

Los films de James Gray se basan en varios temas. El retorno, la vuelta del protagonista a un entorno antaño familiar, donde se enfrentará al cambio que este (y él) sufrió en su ausencia. Desde la lejanía semiprofesional de Tim Roth en Little Odessa y su reticencia a volver a su barrio de origen; pasando por el regreso del Mark Wahlberg en The Yards, que luego de padecer una temporada en la cárcel vuelve a su “patio de juegos” para descubrir que este se transformó en el terreno de los chanchullos de las concesiones ferroviarias; al regreso de Joaquin Phoenix a la casa de sus padres habiendo pasado por problemas psiquiátricos en Two Lovers. Ese encuentro con el pasado que vuelve está signado de equívocos. Los que antiguamente fueran mejores amigos se convierten en enemigos, los enamorados recalan en la traición y los padres y hermanos pasan de abrazos y besos a golpes y tiros.

Siguiendo con esto. Los personajes de Gray parecen estar condenados a la intercambiabilidad de sus pasiones. Como si en los condominios de la working class -que films como Little Odessa, Two Lovers o The Immigrant especialmente retratan- una vez que se abre una ventana para decirle algo al vecino de enfrente, este podría, o bien ser un amante, o bien un amigo, o bien alguien que luego lo asesinará. Incluso puede ser un solo personaje quien represente estas tres funciones, intercambiándolas en el devenir del relato, como el Joaquin Phoenix de The Yards.

La relectura de Gray para con la obra de Francis Ford Coppola es otro de los ejes en los que se asienta su cine. Todos sus films parecen ser, hasta The Immigrant, una paráfrasis de El Padrino. Realizando la sustitución raigal de la comunidad católica ítalo-americana por la judeocristiana eslava. The Immigrant resulta una versión de dos horas de la llegada de Vito Corleone a América; en The Yards se revisita la famosa escena del hospital contenida en El Padrino; y el Joaquin Phoenix de We Own the Night sufre un trayecto similar al de Michael Corleone en la primera entrega de la serie. El uso que Gray hace de Robert Duvall y James Caan -en We Own the NIght y en The Yards– y las funciones simétricas que estos actores desempeñan en la obra de Coppola no hacen más que probar este punto.

De todas formas, empezando por The Lost City of Z, el interés de Gray por seguir representando El Padrino empezó a menguar. Siendo remplazada por la lectura directa de otro film de Coppola, Apocalypse Now. En The Lost City of Z diagramó al coronel Fawcett en función del protagonista del film de Coppola, el capitán Willard. Ambos empiezan sus respectivos viajes a partir de misiones militares (el primero en su labor de cartógrafo, el segundo como encargo de sus superiores) para arribar por propia ley a un saber sublime (la búsqueda de Fawcett por la civilización primordial, el entendimiento de Willard de que Kurtz “vio algo más”).

Por otro lado, Ad Astra es prácticamente una Apocalypse Now en el espacio. Si en el anterior film de James Gray ese Vietnam se trasladaba al Amazonas, ahora el espacio exterior comprendido entre la Tierra y Neptuno deviene el río que Willard atraviesa en el film de Coppola. Donde Mcbride deberá ir en la busca de su Kurtz personal, su propio padre. Las similitudes entre los films son varias: el briefing al dar a conocer a Kurtz, la escena del tigre a orillas del río, la voz en off, el dossier, el comienzo símil al final y la misión secreta dentro de la misión secreta de Apocalypse Now son replicadas aquí con las traslaciones del caso. No hay tigre, sino otro animal; el dossier es un video; el comienzo/final no implica el icónico trabajo de montaje del film de Coppola. No es una copia, más bien es otra expresión de las mismas ideas, adecuada a las peripecias espaciales de Ad Astra.

Habría una correspondencia entre el propio Gray y Mcbride. Como si él se adentrara, como su protagonista, en la búsqueda de su padre cinematográfico, pasando por las mismas escenas que quien lo precedió tuviera que realizar. Esto se da porque ambos films (aquí podríamos agregar nuevamente a The Lost City of Z), cristalizan el deseo de sus protagonistas, la busca de un saber absoluto. El cual, por otro lado, puede llevar igualmente a la destrucción. Tanto Willard como Fawcett o Mcbride podrían haber fallado en sus visiones, aquí la ambigüedad que sostienen estos films. Pero uno puede estar seguro, sin duda, de que Gray no falló en su visionado, en sumergirse en el espacio para encontrar a su Coppola particular.

Como decíamos en un principio, tal vez los aspectos más evidentes de las ficciones de Gray no se encuentren en Ad Astra, pero sí advertimos que el devenir de sus pasiones se mantiene. El choque entre padres e hijos permanece, a la vez que eleva su dialogo con la obra de Coppola a un nivel mayor, confeccionando una suerte de film hijo de Apocalypse Now. Tal vez los condóminos no se encuentren aquí, pero su función se traslada.

Uno puede afirmar otra proeza de James Gray: quien convirtiera al barrio en un universo, ahora convirtió al universo en uno de sus barrios.