Actriz

Crítica de José Carlos Donayre Guerrero - EscribiendoCine

La mujer del cuadro

Actriz (2017), documental de Fabián Fattore, se concentra en la figura de su protagonista para seguir su travesía a través de este relato de no ficción que, vista de más cerca, utiliza elementos propios de la ficción para hacer una película mucho más oscura, de marcado humor negro y con tintes oníricos y hasta expresionistas que enriquecen todo lo que nos quiere mostrar.

Ella, la actriz (Analía Couceyro), se prepara para un nuevo personaje teatral. Y la película viene a ser el registro de cada momento que surca para llegar hasta dicho momento. Desde los ensayos, repeticiones de texto, vida rutinaria y entrenamiento corporal, el camino hacia ese fin único será vertiginoso. Todo para alcanzar dicho papel enigmático y seductor para ella. Desde el inicio mantiene ese camino un tanto desordenado que gravita cierta incomprensión y lentamente va dilucidando el lugar donde nos encontramos.

Sin embargo, no se puede negar que la película tiene un doble efecto. Uno que le juega a favor y otro no tanto. Empezando por el segundo efecto (el mismo que puede disminuir su planteamiento general) se puede decir que al ser más contemplativa y sin un conflicto claro, tan necesario en el documental, produce escenas marcadas por una languidez exacerbada. Esto sucede porque se concentra en la cámara testigo que mantiene una distancia hacia escenas cotidianas que pierden lo que tienen de cautivantes. Empiezan tan llenas de energía y finalmente parecen decaer. Todo por una búsqueda, en demasía, de un tiempo natural donde los personajes sean lo más reales posibles.

Por otro lado está el efecto positivo, el cual viene a ser su postura fragmentaria. Todo lo cuenta a partir de planos fijos, un lenguaje visual propio de la ficción y que utiliza para irrumpir lo convencional. Se aventura a tener su propio tiempo y ritmo en cada plano y con ello se enrarece el mundo natural de la actriz, con elementos del suspenso, del humor grotesco, del thriller psicológico.

No obstante, este vaivén entre ambos efectos hace que el relato sea un tanto desigual. Siempre va de escenas extensas y muy extrañas hacia otras que si son cautivantes y más emotivas. Una dicotomía que en honor a la verdad, resulta una interesante paradoja porque le resta por momentos, y en otros, le suma. Por ejemplo, existe una escena donde la actriz ensaya y da una clase (se intenta romper con la convencionalidad del ensayo de un actor) pero se vuelve demasiado robótica y poco atrapante al extenderse, y en ese momento, sigue una escena genial y risueña y, a la vez, larguísima donde ella juega con unos niños. Escena memorable donde se resume toda la idea de la actuación a partir del juego.

Al final, no quiere decir que sea una película no lograda, sino al contrario, estará lejos de la perfección, pero tiene su mundo propio y una atmósfera personal y de resultado enaltecedor. Realza al construir una mirada “rara” para un documental. Un efecto Lyncheano usado para dar cuenta de un mundo rutinario, aunque al decir esto uno podría pensar en un efecto Godardiano. Y con todo ello hace que surja del cuerpo la voz, las imágenes dentro de las imágenes, del rostro la mirada de la protagonista, de las sombras el blanco y negro, impresiones tan expresionistas y suculentas, que generan un gesto potente y directo.