Actividad paranormal

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Casa tomada

Terror a lo cotidiano cuando se vuelve extraño.

Al margen de su producción de bajísimo presupuesto y de su éxito comercial -lo que le dio la doble condición de cenicienta cinematográfica y de tanque publicitario/mediático- Actividad paranormal acierta al jugar con el terror "de interiores": de la propia casa, de la propia cotidianidad, de la propia persona. Obvio: en ésto, no es precursora. Pero sí distinta a El proyecto Blair Witch -que generó un fenómeno parecido hace diez años-, Cloverfield, REC y tantos otros filmes hechos como falsos documentales, grabados con -supuesta- cámara casera, subjetiva, dejando desesperada constancia de un mal externo. En Actividad..., en cambio, la cuestión del mal no es tan clara: esta vez, el infierno podríamos ser nosotros.

Veamos: una pareja joven que parece tenerlo todo empieza a experimentar un leve malestar en su casa de San Diego: algunos ruidos nocturnos (que podrían tener explicaciones lógicas), algún objeto fuera de lugar (que podría ser efecto de la desmemoria)... Nada grave, aunque ella repita que percibe distorsiones parecidas desde su infancia. El, más escéptico, compra una cámara sofisticada para filmar(se) todo el tiempo: sobre todo durante la noche, mientras duerman. Por las mañanas, mirará todo en una computadora: la tecnología, que abunda en ese hogar, ocupará el lugar de lo cierto.

Es posible que Actividad... provoque en algunos espectadores una suerte de paranoia residual: cierta hipersensibilidad posterior ante los ruidos y movimientos caseros. Pero la verdadera virtud de la película es otra: devolvernos una imagen propia distinta de la que tenemos. El extrañamiento que experimentamos al vernos en un foto o en una filmación, pero potenciado por la chance de que algo más no esté en su lugar. La pareja del filme acaso termine de condenarse al exponerse todo el tiempo a cámara y observarse obsesivamente.

Los mejores momentos de Actividad -que no es una maravilla ni una película desdeñable- se parecen a los mejores de La habitación del niño, telefilme de Alex de la Iglesia. Allí, la temible cámara nocturna era la de un circuito cerrado para que unos jóvenes padres cuidaran a su bebé. Oren Peli, declarado fanático de El exorcista, le agregó a Actividad... componentes demoníaco-invasivos. Pero El exorcista, detrás de sus elementos religiosos, no deja de representar la dualidad humana que Stevenson dejó plasmada en Jekyll y Hyde.

Hay terror en no ser lo que pensamos que somos: en ver, clara, bruscamente, lo que apenas sospechamos. No hace falta tener problemas psicológicos para que esto ocurra. Bastaría con que alguien filmara su vida entera y observara, en pocos minutos, sus transformaciones de años. Quién sabe: tal vez ahora mismo, en algún lado, alguien se esté encargando de este arduo, económico, aterrador proceso