Actividad paranormal

Crítica de Diego Maté - Cinemarama

El problema que Actividad paranormal comparte con Cloverfield es que ambas recurren al género de terror y al film de monstruos respectivamente de manera parasitaria, porque se sirven de toda la parafernalia genérica para terminar haciendo foco en otra cosa. Esto es bastante más notorio en Actividad.., que acaso intentado construir mejor el suspenso y hacer más creíble la historia, prácticamente no le deja espacio a las escenas de terror. Pero si la película no gira en absoluto alrededor del género, ¿sobre qué lo hace? En Cloverfield, que por momentos apostaba bastante a las escenas obligadas del monster film, el centro era un grupo de yuppies cuyas aspiraciones y conflictos tenían que ver con vivir en pareja, casarse, formar una familia, terminar una carrera y tener éxito laboral. El desastre, como ocurre en la mayoría de las películas con monstruos o de catástrofe, era utilizado por los realizadores para poner a prueba los logros y las creencias de los personajes. En Actividad.., al haber solamente dos personajes principales, el umbral temático se reduce e intensifica: Katie y Micah viven juntos desde hace poco, él es un agente de bolsa en ascenso, ella una estudiante sin trabajo, tienen dos autos, una casa grande con varias habitaciones (seguramente piensan tener hijos) y parecen estar satisfechos con sus vidas. Así, salvo por las mínimas y exiguas escenas de terror, el director Oren Peli se dedica casi por completo a registrar con una marcada intención documental la vida que llevan Micah y Katie, que pareciera que resume muy bien el american way of life en pleno siglo XXI. La actividad paranormal del título no es otra cosa que un elemento de tensión que pone en crisis el estado de cosas de la pareja: ella busca contención sin poder encontrarla mientras que él se comporta como un adolescente y casi nunca la escucha. A medida que pasan los minutos y las escenas siempre nos quedamos con lo mismo: psicología, esbozo de análisis social, sátira, ¿crítica? Pero de terror, poco y nada. Y digo poco porque el problema es claramente uno de cantidades: las escenas de terror están bien, funcionan, aprovechan el suspenso y lo explotan con inteligencia (ver cuando a Katie se la llevan a la rastra agarrándola de la pierna), pero son escasas y nunca alcanzan la fuerza suficiente para balancear las prolongadas charlas y discusiones de los dos protagonistas. En lugar de meterse de lleno con un género como el del terror, Actividad… elige la disección y el estudio con ínfulas de sociología de la vida cotidiana de una pareja de clase media norteamericana. Por eso la última escena de la película no produce el horror y el shock que evidentemente busca: porque una vez que Micah y Katie y su rutina diaria no están frente a la cámara, las imágenes ya no tienen nada para decirnos. Ese plano final, que es el manotazo de ahogado de un director que trata desesperadamente de espantar al úblico con un truco de último minuto, trasluce el fracaso de una película que nunca le dio al género el espacio que éste requería.