Acné

Crítica de Eugenia Saúl - Crítica Digital

Los cazadores del primer beso perdido

La vida de Rafa, de 13 años, discurre entre lecciones de piano y tenis, el colegio de educación judía, escapadas con los amigos para fumar y jugar póker, visitas a un prostíbulo y sesiones masturbatorias. Acné cuenta el momento acotado en la vida de este chico judío cuyas aventuras juveniles por su ciudad, Montevideo, lo conectan con el personaje truffutiano (hay un momento que especialmente recuerda a Los 400 golpes, aquel film donde el protagonista le dice al profesor que no tiene madre). Es inevitable pensar en un Antoine Doinel uruguayo, pero con otras obsesiones: sus días se estructuran alrededor del sexo, que no tiene problema en conseguir, aunque su gran curiosidad es la del primer beso. Está un poco enamorado de una compañera, Nicole, pero él es muy tímido para conseguir eso de ella.

Pero aunque Veiroj retrata muy bien a su pequeño Doinel rioplatense con gestos, palabras y comportamientos que le dan un enorme aire de verdad a la historia que está narrando, también cae con frecuencia en el tic estético más recurrente del cine independiente de los últimos timpos: el plano estático y de corta duración y el poco movimiento de cámara.

Es decir, cierta recurrencia a un uso del aparato cinematográfico que remeda formalmente la abulia. No sería un problema absoluto, dada la precisión que ejerce a la hora de pintar su mundo y de crear sus personajes. Se transforma en un problema cuando todo el film gira alrededor de un único misterio, el de ese beso que Rafa busca y que no sabe cómo conseguir.

Prima hermana de las primeras películas de Ezequiel Acuña –que, casualmente, también estrena este fin de semana su tercer largometraje– y de dos de las mejores películas uruguayas de los últimos años, 25 watts y Whisky, de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella –en las que Veiroj trabajó–, Acné logra ser una buena película, aunque la falta de decisión entre mantener la tensión de su fugaz misterio o retratar un ambiente en particular, ciertos comportamientos y cierta clase de personajes le termina jugando en contra. La fuerza estética del film queda así, en última instancia, resentida, fugaz como un primer beso furtivo.