Abzurdah

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Algo del orden de la corrección política se pone en juego. Éste filme es una traslación de la literatura al cine de un texto autobiográfico que tuvo mucho éxito comercial allá a principios del siglo XXI.

Lo cual no significa nada. Posiblemente el tema sea desde lo delicado “per se”, muy vendible: la anorexia, la bulimia en adolescentes parece ser algo cada vez más común.

Sumándole los cortes en el cuerpo como forma de goce sobre el sufrimiento, o los intentos de suicidio, que no son otra cosa que llamadas de atención sobre las personas que rodean a la enferma. En éste caso su familia.

Pero nada asegura que por haberse vivido eso que se escribe, describiendo lo vivido, se tiene asegurada una buena escritura, y el filme, en tanto traslación de un lenguaje a otro, no deja de ser el reflejo de lo escrito.

No tanto con la alocución a la que ésta película recurre, de lo que poco tiene que ver el mensaje promotor más evidente, podría definirse diciendo que la patología psíquica, ese recorrido perverso y voyeurista sobre la anorexia, probablemente la hará exitosa. Tal vez en esto reside lo más irracional.

¿De qué la va el relato? “Abzurdah” es el nombre, ¿de ”guerra”?, de una adolescente, menor de edad, de clase media alta, cuyo nombre en la vida real es Cielo Latini, (Eugenia Suárez). La conocemos cuando llora desconsoladamente por un fracaso amoroso cuasi infantil, encontrando resguardo y consuelo cuando se conecta vía Internet con Alejo (Esteban Lamothe), quien en ese momento no es más que unas líneas en la pantalla de la computadora de la joven “herida”.

Primera descripción de un personaje que luego no tendrá vuelo en su desarrollo, sólo acciones justificadoras.

Él es un joven nueve años mayor que ella, por lo que la trama se enturbiará cuando se conozcan personalmente, comenzaran una relación que para él es sólo sexo, para ella otro enamoramiento que confundirá con amor.

Sin redes reales a quien recurrir, su familia no registra nada de lo que le sucede, ni para bien ni para mal, sólo creen que él límite de una hora adecuada de volver a casa es suficiente, la prohibición instalada en el lugar de los limites nunca funciona.

Encallada en un contexto vicioso, circular, trivial, se aleja de sus amigas y se introduce en un mundo adulto que no puede manejar.

Cuando él se cansa, la abandona, y eso genera una respuesta obsesiva en Cielo, quien simplemente intentará hacer lo necesario para retenerlo, como si alguien pudiese retener a otro. Esto terminará por llevarla a una caída hacia su propio infierno. El problema es que el pasaje de una situación a otra no esta logrado desde el texto, algo se salva por la actuación de Eugenia Suárez, pero su partenaire no le es de gran ayuda. En el mismo orden están desperdiciados por actuación que reflejan una mala construcción de los personajes, sus relaciones y motivaciones, el padre de Eugenia (Rafael Spregelburd) y la madre (Gloria Carra).

En tanto que en los rubros técnicos se nota el cuidado que se tuvo para lograr su objetivo, se ve, se escucha, se puede seguir, se entiende, no le pida otra cosa a esta producción.

Es tal el desperdicio de metraje en cosas superfluas mal resueltas, como los cambios corporales de Eugenia, que nunca se perciben. Si existe, hay un regodeo para que se aprecie con cada pincelada su tétrica forma de deleitarse, queriendo cristalizar el relato en un enunciado del goce.

Termina constituyéndose casi a modo de una receta, o una guía de cómo ser anoréxica, bulímica, suicida, etc. y no morir en el intento.

Terminamos siendo testigos de unos bosquejos errantes, plagado de los vicios más frecuentes y de los lugares comunes, clisés de la cinematografía vernácula, de la que parece ser el mayor responsable el texto de origen.