Abrir puertas y ventanas

Crítica de Gabriela Avaltroni - Función Agotada

El peso de tu presencia ausente

La sensación de libertad y respiro que anuncia el título de esta película funciona de manera contradictoria con lo que se percibe. Desde el comienzo y casi hasta los últimos minutos de Abrir Puertas y Ventanas, todas las aberturas de la casona, que mantiene a tres chicas cautivas por los sentimientos y los recuerdos, permanecerán cerradas bajo llave, cadenas y candados.

Marina, Sofía, Violeta y la casa, son las cuatro protagonistas de esta historia. Ellas han heredado la vivienda que compartían con su abuela Alicia antes de morir, y si bien el fantasma de ella se hace presente una noche, en un estado de ensueño a Marina, su representación se encuentra en todos los objetos, en el aire. La abuela es la casa, es -para las chicas- sinónimo de hogar.

Las tres hermanas intentan marcar su territorio, las jerarquías, pasar a ocupar nuevos lugares de poder.

Marina, auténticamente la más grande, es la que lleva todas las responsabilidades. No solo se deja en evidencia que es ella quién lleva las cuentas de los gastos y de las cosas que se necesitan comprar, sino con su actitud, comportamiento y vestimenta de señora mayor.

En cambio, Sofía es la adolescente que no logra acomodarse, no puede encajar pero esa inestabilidad es causada porque la persona que la mantenía encaminada ya no está. Su actitud es representada, también, con las prendas que usa. Sus celos y su prepotencia son devenidos en lágrimas entre objetos viejos en un garage, lugar prohibido, pasado que apenas se recuerda, la primera ausencia.

También está Violeta, que desde su silencio, fatiga (en casi todas las escenas siempre aparece recostada o durmiendo), y prácticamente despojada de ropa, es la que conecta con la casa. Si hubiera un flashback, una escena entre ella y la abuela, sería una imagen donde estuvieran abrazadas. Violeta sería la única de las tres que tendría permisos para usar "las cosas de la abuela", siendo el corsé uno de esos elementos y a la única que le encaja a la perfección. Y así como la progenitora prohibía y ocultaba, su nieta menor actúa de manera similar y su decisión sorprende cuando parte con su ¿amante? ¿novio? (no se sabe) porque comprende que es el momento de despegar.

Si bien, solo hay una presencia masculina entre estas chicas no ocupará un lugar relevante hasta el final, cuando es el momento de crecer. Simbólicamente, quitar la parra, romper el vidrio, sacar el empapelado son signos que transfieren que todo cambió. Quizás no es necesario partir pero si de renovar de aire, de Abrir Puertas y Ventanas.