Abrir puertas y ventanas

Crítica de Federico Rubini - Cinematografobia

LOS LUGARES HABITABLES
Por un cine imperfecto

Abrir puertas y ventanas desembarcó en los cines argentinos con una muy limitada cantidad de copias y en algunos escasos cines, a pesar sus premiaciones en reconocidos festivales internacionales como lo son Locarno (Mejor película y Mejor actriz) y Mar del Plata (Mejor Película y Mejor Dirección). Se trata de una ópera prima, guionada y dirigida por Milagros Mumenthaler, egresada de la FUC y galardonada hace unos cuantos años en el BAFICI por su cortometraje El patio. Abrir puertas y ventanas no se trata de un film típico ni mucho menos: la impronta de Mumenthaler- sensible, analítica y reflexiva- se percibe en cada fotograma, y esto hace de esta película una interesante propuesta, un ejercicio audiovisual plagado de indagación en donde el contenido (la acción y su eco) es palpable, está allí, y el método (la estrategia que subyace) se enmascara de mediador inconsciente. Se dedica a mostrar y no a demostrar- es en ese factor en donde radica su principal virtud y su principal mérito, algo poco usual en una ópera prima

Martina Juncadella, Ailín Salas y María Canale, sólidas interepretaciones de un film entrañable.
El film trata sobre tres jóvenes hermanas, Marina (María Canale), Sofía (Martina Juncadella) y Violeta (Ailín Salas), que viven juntas en una antigua casa. Así de fácil y difícil es explicar la trama de este film. Porque allí es donde radica una de sus características: la preocupación de Mumenthaler no pasa por contarnos razones ni explicarnos situaciones. Es más similar a un retrato, libre y envolvente, sobre la vida de estas personas y su convivencia en aquella casa. A medida que avanza el film nos enteramos (casi de casualidad) de que aquellas tres hermanas viven solas, y son huérfanas. También caemos en la cuenta de que aquella casa era de su abuela, que falleció hace poco tiempo. Así, Mumenthaler nos va introduciendo en esta historia, que fluye como fluyen los relatos de vida, plagada a su vez de un nivel muy profundo de metáfora y simbolismo que otorgan una gran riqueza al texto fímico.
La película comienza con un plano frontal y fijo de una reja de una casa. Sobre ella se sobreimprimen los títulos iniciales a la par de una música melódica y pausada. Un hombre entra en plano, abre la reja y se dirige a la casa. No le vemos la cara a este hombre, sólo su espalda. En el siguiente plano, se nos introduce a una de las jóvenes: Marina. Se encuentra sentada en un sillón en una habitación silenciosa, al lado de una ventana por la que entra un sol tamizado por cortinas blancas. En el mismo plano, mediante un paneo y un travelling, descubrimos a otra de las jóvenes. Violeta, recostada en un sofá, con muy poca ropa, se despierta de un profundo sueño. Sofía, la tercera hermana, logra echar a este joven que viene a buscar a Marina por pedido de ella. Luego, mientras conversan sobre él, Marina lo ve reflejado en uno de los vidrios de la puerta, observándola a ella, y luego irse: se da cuenta de que él ha escuchado todo. En esta secuencia inicial, Mumenthaler logra introducirnos a todos los personajes mediante sus principales características y a su vez logra dar comienzo a un film que se regirá por las reglas de esta secuencia. Se podría decir que se trata de una condensación de gran parte lo que veremos a continuación, tanto en los personajes como en el núcleo del relato mismo.
Hay una dualidad constante en Abrir puertas y ventanas, y es la de interior-exterior. Esta encuentra su paridad con otra, muy similar en su manejo: la dualidad mujer-hombre. Es que se trata de una película que casi en su totalidad se desarrolla en interiores, en un mismo interior- la casa. Estas tres jóvenes son las habitantes de este lugar, son su vida y alma. Y el factor del hombre- no como personaje, sino como totalidad, como sinécdoque, ya que los hombres aquí representan al género masculino- es un agente externo, un extraño que se introduce (al comienzo aisladamente, de manera invasiva, factor que luego irá cambiando hasta ser completamente aceptado al final) en este hogar esotérico, en el sentido estricto de la palabra, y herméticamente cerrado a lo que es ajeno. Así, es en este comienzo que vemos al primer hombre del film, reflejado en un vidrio, él afuera y nosotros, junto con las protagonistas, dentro de la casa. Luego, el segundo hombre es aquel vecino, Francisco (Julián Tello), al que vemos enmarcado en una ventana, a lo lejos. Más tarde, entra a la casa, y allí es un extraño. Las tres jóvenes lo miran y susurran entre sí, como si aquel fuera un ser raro, un animal de circo en exposición. La última aparición de la figura masculina (aparte de Francisco) será el del novio de Violeta, igualmente tratado con una distancia, a través del encuadre, cargada de significado. Pues estos hombres son el símbolo del cambio, del crecer, y la casa- tan protagonista como las tres chicas- es el pasado inviolable, el recuerdo como regidor del presente y condicionante del futuro. En lo que respecta a la otra dualidad mencionada (interior-exterior), esta es también un medio de Mumenthaler para significar las dualidades simbólicas de su guión- no por nada el título del film. La figura de un alguien mirando por la ventana es clave en esta película, así como la frase "cierren la puerta" se hace presente desde su inicio. El afuera como factor ajeno y transformador, como algo maligno que hay que evitar. Afuera hace calor, afuera hay mucho sol. Esta dualidad se ve quebrada, si se quiere, hacia el final, cuando, una vez que Violeta se ha ido, Marina se enfrenta con Sofía, y en este acto rompe un vidrio de la casa. El intermediario entre el afuera y el adentro es demolido.
Esto se liga mucho con la carga sexual del film, constante, espesa y, por momentos, asfixiante. Así, las tres jóvenes representan tres niveles distintos de sensualidad. El personaje de Violeta (una suerte de Lolita) es provocativo desde el primer momento, y el calor (los cuerpos transpirados, la poca ropa) acentúa esto. En Sofía, esto se ve con su cuerpo. Su desnudez es gradual, hasta completarse hacia el final del film. Y en Marina, la ausencia de sexo a lo largo del film conforma una tensión que se acentúa hasta el momento en que está con Francisco, que resulta, en el relato, justo después de romper el vidrio de la ventana. La tensión liberada, lo reprimido expuesto al fin.

El acto de mirar por la ventana, mirada desde dentro hacia afuera: lo ajeno y lo inalcanzable detrás del vidrio.
El plano frontal es importante en Abrir puertas y ventanas. Mumenthaler lo utiliza para componer el cuadro en momentos significativos en los que se encuentran las tres hermanas juntas. Así, el momento musical en el que las tres entonan una canción evoca a un pasado compartido, a una memoria de un tiempo mejor al que nunca hay que olvidar. La figura de las tres jóvenes sentadas en el sillón es reiterada en diversas ocasiones, siempre desde el plano frontal, como en un intento de exponerlas tal cual son. También la cámara en mano, utilizado en contados momentos en función de la subjetiva de algún personaje o para generar una carga de tensión, de inestabilidad (cuando Sofía le cuenta a Violeta que Marina es adoptada, cuando Marina y Sofía se enteran de que Violeta se fue de la casa). Por momentos- marcadamente en los paneos o los travelling que Mumenthaler hace de la casa, ya sea en ambientes vacíos y carentes de vida como en habitaciones con algún personaje- pareciera como si la cámara fuera la abuela misma, fallecida, que observa a sus nietas. La directora logra que la cámara misma tenga una personalidad muy determinada, con constantes y pausados movimientos- casi una mirada melancólica de lo que se nos muestra.
La actuación más destacable es la de María Canale. Logra componer un personaje que es, desde el vamos, el más complejo. Ailín Salas y Martina Juncadella también aportan solidez a sus personajes (aunque quizá este último resulte el más irritante). Se nota en ellas la dedicación de una exhaustivo ensayo previo, la certeza de que aquellas jóvenes son en verdad hermanas y viven en esa casa desde hace años. Este es otro más de la larga lista de logros de Mumenthaler: el de aportar naturalidad al relato, el de transmitir la sensación de que nos sumergimos en una casa que existe, y que su función es la de mostrar hechos y no la de construirlos. Así, Abrir puertas y ventanas resulta una lograda película de una directora que aún, aparentemente, tiene mucho que contar. Es bueno tener esa certeza dentro del panorama de cine nacional, y es necesario que el público acompañe a estos logros a través de la conciencia de lo propio. Qué mejor ejemplo que la propia Mumenthaler, quien, en una muy lograda secuencia del film en la que las jóvenes están decidiendo qué película alquilar, desliza a través de Sofía una gran frase: "No, nacional no". Y, a su vez, elabora para sus personajes otra frase, repleta de humor y de diálogo intertextual con su propio film: "No entendí mucho... ¿A quién le habla?". Pareciera hablarle directamente al espectador, consciente de lo personal de su película. Este nivel de singularidad, de personalidad para contar una historia sin caer en lugares comunes, es su mayor mérito. Y la principal razón para estar atentos a su nombre en los años próximos.