Abrir puertas y ventanas

Crítica de Esteban Sahores - HaciendoCine

Sin aliento

Fue hace apenas siete años atrás pero pocos recordaban a la última película argentina que se llevó el Astor de Oro. ¿Logrará trascender en el tiempo Abrir puertas y ventanas? Por lo pronto, virtudes no le faltan.

Cada plano en el que vemos a estas tres hermanas que deben lidiar con la muerte de su abuela (hablamos de María Canale, Martina Juncadella y Ailín Salas: gigantes actrices) despide tal belleza que apabulla. En una de las primeras escenas, ellas pugnan por un lugar en un sillón o por ver quién paga las cuentas pero el malestar -vamos reconstruyendo de a poco- hunde sus raíces en otras razones, más densas, que corren por dentro. Más tarde, en una escena milagrosa, y nuevamente en un sillón de esta casa que se va haciendo inhabitable, las tres juntas recurren a la cura del canto coral mientras van perdiendo su mirada (y alguna lágrima) en distintas direcciones. Gestos, miradas, broncas silenciadas, pulsiones estalladas en forma de portazos y una cámara fantasmal que sobrevuela la casa invocando una ausencia que no termina de consumarse. La intimidad del desamparo y de las relaciones fraternales en una de esas películas con las que uno hubiese querido despedirse del festival para así retener impoluta su magia.