Abraham Lincoln: Cazador de vampiros

Crítica de Ulises Picoli - Función Agotada

Vampiros del Sur

A ver como empezar con esto, Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros. Como punto de partida la idea de tomar un personaje histórico y combinarlo con el fantástico podía resultar interesante. Esa posibilidad esta completamente desperdiciada en este espectáculo torpe carente de diversión.

La película no funciona por varias razones. Para empezar, por el actor principal. La cara de nada de este muchacho Benjamin Walker (Lincoln) es abrumadora, por momentos (con los anteojos 3D puestos) llegué a pensar que era un muñeco hecho con digital pero no, era ser vivo nomás. Sin un personaje que nos meta en esa locura que estamos viendo es imposible. Aunque para ser justo debería cargarle esa responsabilidad al director, lo que hace Timur Bekmambetov es lamentable. Su única idea de acción es poner cámara lenta y mover la esa cámara alrededor de la imagen estática, al horno. Pasaron 20 años desde Matrix y algunos siguen insistiendo en esa como la acción cool.

Otro tema es el porque Abraham Lincoln puede enfrentarse de igual a igual con los vampiros. O sea, ¿cual es la razón para poder ir saltando en medio de una estampida de caballos? Bueno, no voy a spoilear, pero voy a decir que esa justificación es tan patética que creo era mejor dejarlo sin explicación. Porque si acaso hay una falla tremenda en la película es el tono que maneja, ese de tomarse en serio. Existe una solemnidad abrumadora, con discursos ampulosos y una ausencia de humor injustificable para un film que trata sobre ¡Lincoln cazando vampiros! No se que estaba pensando este señor Bekmambetov pero lo que debería haber sido una fiesta se perdió en el camino de la gravedad.

¿Y que pensara la gente del sur de Estados unidos ahora que no solo tienen esclavos sino que también se asocian con vampiros para ganar la guerra? Al menos están los buenos del norte (que ganaron) y que en palabra del justo Abraham "expulsaron a los vampiros hacia América del Sur, Europa y Oriente". Unos genios.

Que la idea de vejez sea empolvarle la cara de blanco a alguien es irrisorio. También ver a Lincoln avejentado (y ya presidente) tomando el hacha de nuevo para ir a matar vampiros. Pero ahí es donde uno puede vislumbrar el film que pudo ser, una idea absurda y divertida, y no esta película carente de desfachatez, presa de la rígida mecánica de Bekmambetov.