Abraham Lincoln: Cazador de vampiros

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

Uno de los presidentes más famosos de los Estados Unidos dedica sus noches a masacrar chupasangres.

Desde chico, Abraham Lincoln (Lux Haney-Jardine en su versión niño, Benjamin Walker como el adulto) odiaba la injusticia. Con tan solo ver a los "amos" de sus amigos esclavos ya se le ponía la sangre a hervir, y sin importarle las conseciencias, iba a defender a los más débiles. Pero, en su más tierna juventud, presenció el asesinato de su madre, atacada por un vampíro, y eso lo cambiaría. Ya no le importarían los demás, sino solo su propia venganza, que intentaría cobrarse ya de adulto. Pero claro, no cualquiera puede matar a un vampiro. Al menos no sin entrenamiento. Ahí es donde aparece Henry Sturges (Dominic Cooper), un vampiro rebelde que le enseña las artes de matar.

Con el tiempo, Abe comienza a hacerse un experto del manejo de las hachas, y comienza a cazar los vampiros que Henry le va ordenando, pero el nombre del asesino de su madre, Jack Barts (Marton Csokas) jamás llega. Asi va pasando el tiempo, Abraham se va impacientando y comienza a romper una de las reglas más importantes de los cazadores: no enamorarse. La bella Mary Todd (Mary Elizabeth Winstead) se mete en su vida y, automáticamente, comienza a estar en peligro.

Pero los vampiros no buscan solo vengarse de Abraham, sino que pretenden algo más: la nación, y lo harán a través del pretendiente de Mary Todd, con ganas de vencer políticamente a Lincoln, que armará batallones de no-muertos en el ejército del sur, durante la Guerra Civil.

Abraham Lincoln: Cazador de vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter, 2012) es una nueva película de Timur Bekamambetov, el responsable de Se Busca, y de la saga Guardianes de la noche y Guardianes del día, una excelente opción para los fanáticos del cine vampírico. En este caso, y con la producción de Tim Burton, la cosa no salió tan bien, y no por la falta de intenciones: la película está muy bien realizada, e incluso el 3D se ve atractivo. Pero, lamentablemente, se tomaron muy en serio la tarea de convertir a Abraham Lincoln, el 16to presidente democrático de los Estados Unidos, en un cazador de vampiros. Y no es que esto esté mal, sino que esta historia podría haber sido explotada con muchos más recursos de género, con comedia, absurdo y mucha sangre. Es verdad que la tercera aparece, y con creces, pero toda la película nos da la sensación de estar contando una historia real, y no una parodia. Tal vez esa haya sido la idea, pero con la temática, la solemnidad no funciona.

Más allá de eso, la película tiene buenas escenas de acción, muy buenas actuaciones y, en general, entretiene, pero le falta algo que le de un guiño más fuerte al género del terror, en donde se ubica, ya que así, la obra queda a mitad de camino, tanto del terror como de la falsa biopic.