Abraham Lincoln: Cazador de vampiros

Crítica de Bernabé Quiroga - CiNerd

ALGO ABRAHAM HECHO

Estuve en varias funciones en la que los espectadores de la sala alrededor mío veían interesados un avance. Había sangre, monstruos y atrapantes momentos de acción. Pero ni bien concluía y aparecía el nombre del film al que pertenecía dicho avance, estallaban las risas. No se podía culparlos ya que esas carcajadas incrédulas tenían una razón de ser. Después de todo, ¿quién puede tomar en serio algo llamado ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS (ABRAHAM LINCOLN: VAMPIRE HUNTER, 2012)? Curiosa y lamentablemente, en la respuesta a esa pregunta yace el principal problema de lo nuevo del director Timur Bekmambetov (SE BUSCA). Su risible (aunque cool) nombre era el perfecto punto de partida de lo que debería haber sido un producto completamente bizarro, al mejor estilo Robert Rodríguez o Sam Raimi. Pero sus responsables desaprovecharon la idea y no lograron explotar al máximo la ola de locura, violencia y diversión que podrían haber generado. En lugar de eso, cometieron el error de tomarse la mayor parte de la película demasiado en serio, creando un pseudo-biopic del decimosexto presidente norteamericano - con su historia de amor y ascenso a la política incluidos -, pero agregándole una poco explorada trama de vampiros, momentos muy ridículos, patriotismo yankee al palo y un abuso descontrolado de efectos digitales flojísimos. ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS entretiene pero decepciona bastante, es seria pero a veces estúpida y sus 105 minutos de duración son una constante y cansina lucha por ver que clase de film quiere ser. El problema es que, cuando por fin se decide, decide mal ¡Ah, y hay una escena con unos caballos que da vergüenza!

Cuando era niño, Abe Lincoln (Benjamin Walker) vio a su madre morir en manos de un vampiro. Al crecer, decide dedicar su vida a vengarla, convirtiéndose en un letal cazador de chupasangres con la ayuda de un mentor: Henry (Dominic Cooper). Su lucha lo llevará hasta la Casa Blanca y, una vez convertido en presidente, Lincoln continuará peleando para deshacerse de los vampiros y salvar a su país de la oscuridad, durante la Guerra Civil. De eso trata ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS y es interesante ver como lograron entrelazar la historia oficial del presidente con su verdadera naturaleza de cazador. Pero en ese entrelazamiento se perdieron cosas y se agregaron otras que no deberían estar. La película arranca muy bien, con mucha violencia, acción, frescura y algo humor. Es cuando más se acerca a un film biográfico cuando empieza a decaer. Los aspectos románticos y políticos del guión ayudan darle veracidad a los hechos y a enriquecer el personaje de Lincoln, pero escenas como las que comparte con su prometida, por ejemplo, desmoronan todo lo que se venía construyendo. Esos momentos cursis o serios no logran encontrar cabida en una película con algunas secuencias sumamente violentas, delirantes o flasheras (la pésima persecución sobre los caballos o la escena final, por decir algunas), y viceversa. Pero no hay suficiente oscuridad, no hay suficiente locura. El resultado es un pastiche que en más de una ocasión no funciona al preferir mantenerse lo más fiel posible a la historia real, en gran parte de su metraje (pero no en todo). Esta constante indecisión (¿es seria o es bizarra?) hace que se quede a medio camino entre lo que seguramente será LINCOLN (2012) de Spielberg, y BUBBA HO-TEP (2002) - esa extravagante delicia cinematográfica en la que Bruce Campbell interpretaba a un Elvis Preasley retirado que luchaba contra una momia -.

Su libreto también presenta incontables fallas y clichés - giros dramáticos demasiado obvios, momentos estúpidos y sub-tramas o personajes poco trabajados (el villano, etc.) -, al igual que sus efectos especiales, de los que abusan a pesar de no estar a la altura de lo que quieren mostrar (¿Ya mencioné la escena de los caballos?). Pero obviando algunos de esos FX, el film funciona bien visualmente. Hay un correcto uso del 3D y de cámara lenta, y grandes momentos de violencia, sustos, combate y acción (¡A excepción de la escena de los caballos! ¡Ahhhh, qué horror!). Y a pesar de todos sus errores - y con la ayuda de la muy buena interpretación del ignoto Benjamin Walker y su hacha bad-ass -, debo decir que ABRAHAM LINCOLN: CAZADOR DE VAMPIROS logra su cometido de entretener des-cerebralmente y de no desmoronarse por completo ante el propio peso de su risible (aunque cool) nombre.