Aballay

Crítica de Juan Campos - Loco x el Cine

El lejano oeste se muda a los Valles Calchaquies en una historia de venganza.

Aballay (Pablo Cedrón) era un delincuente. Robaba, mataba, ya saben, un upgrade de los malones que asediaban en el campo. Hasta que un día asesina al hombre equivocado, y no porque ese hombre sea mejor o peor que otro, sino porque lo asesina a la vista de un chico. En esa mirada, Aballay se da cuenta que su vida va por un camino errado. Luego de eso, nada más se supo de él.

Años más tarde, Julián (Nazareno Casero) viene de Buenos Aires para trabajar de cualquier cosa, pero no es dinero ni techo lo que necesita, sino encontrar a esos cuatreros que degollaron a su padre mientras él se escondía en el fondo de un baúl. Los recuerda tanto que hasta tiene retratos a carbonilla de sus caras, que lo acechan desde que no levantaba más de un metro desde el piso. Ahora irá uno a uno, buscando a aquellos que fueron cómplices de su crímen, pero habrá uno, El Muerto (Claudio Rissi), que le traerá más problemas de lo que pensaba. No solo porque con el tiempo logró tener casi un poder político, sino que también se enamorará de la mujer que El Muerto desea, Juana (Moro Anghileri), lo cual lo convertirá en temerario, arriesgando su vida por sobre la de ella en más de una ocasión.

Pero, ¿Qué pasó con Aballay?, se habla de un santo que no se baja de su caballo, que cura a los enfermos y que aparece y desaparece sin dejar pistas. Y tal vez sean la misma persona, porque el gaucho prometió, como los Estilitas, que no volvería a tocar el suelo en el que tanto pecó. El santo será santo para algunos, pero para otros, como Julián, sigue siendo Aballay, el hombre que mató.

La película es jugada. El director, Fernando Spiner, parece ser un fanático del género y todo lo que vió fue plasmado en esta cinta. La Guerra Gaucha se hace presente en esta película y, en paisajes que parecen salidos del sueño más placentero de Sergio Leone, la acción se lleva a cabo con poco humor, no demasiada acción, pero mucha, muchísima intensidad.

Pero no todo el color de rosa, porque desgraciadamente el guión y la edición no ayudan demasiado a la historia, que contada como un cuento seduce desde la primera línea. Cortes abruptos e incoherencias en los diálogos (gente sabe lo que nunca le fue revelado, por ejemplo) hacen que se pierda la magia de este cuento de venganza y que, por momentos, la película se torne en algo denso y largo. Lo que si le juega a favor, y mucho, son las actuaciones, sobre todo la de Claudio Rissi, que se convirtió en uno de los villanos más terribles que dió el cine (en general, no solo en el ámbito local) en los últimos años.

El mayor error que cometieron los realizadores fue vender la película de la forma equivocada. En el trailer podemos ver lo que parece una película íntegramente de acción, cuando en realidad, el romance y las tomas largas, reflexivas, con un amplio vistazo al paisaje, son lo que dominan el metraje. Por eso, muchos pueden tener la sensación de que fueron a ver algo que no es lo que les prometieron.

Con altibajos, Aballay se convierte en una película que se debe ver. No tanto por el resultado final, sino por ser la piedra inaugural de algo que, esperemos, se desarrolle con más efectividad.