AB

Crítica de José Tripodero - A Sala Llena

Lado + Lado.

Hay películas que necesitan crear varias entradas a su mundo, no por desconfianza con respecto a su propio planteo sino por contener varias capas más allá de la narración, el relato y todo lo concerniente a la historia. Incluso el propio título tiene más de un sentido: el primero refiere a las iniciales de los personajes, Arita y Beluncha, pero también simbólicamente a dos letras inseparables que representan la amistad de hierro entre estas dos jóvenes, habitantes de un pueblo del interior. La representación del amor en varias capas no es un tópico nuevo para Iván Fund, quien indaga sobre ello desde su primer largo La Risa, siempre contorneado por un tipo de realismo impreciso que se siente -incluso- cuando las historias navegan por la ficción más pura.

La primera de las partes tiene la retórica de una road movie a pie, cuando Arita y Beluncha caminan por el barrio en busca de padres adoptivos para unos cachorros que la perra de una de ellas acaba de tener. En cada parada hay una historia; desde pequeñas anécdotas caninas hasta algún flirteo de algún vecino con las chicas, en el tránsito se perciben destellos de esta sociedad tierna entre ambas pero con la alarma de una separación inminente. La toma de decisiones impostergables (otra de las entradas temáticas posibles) provoca algunos celos y cortocircuitos de otro tipo en la relación, construida por detalles más que por situaciones dramáticas o eslabones narrativos. Un viaje a Buenos Aires, un roce con lo espiritual y lo solemne y el paso del tiempo son los puntos que diversifican este vínculo, adosados a un panorama desalentador por la invariabilidad de un contexto que opera en diacronía con sus intentos de llevar vidas luminosas.

Iván Fund (aquí en codirección con el danés Andreas Koefoed) mantiene su curiosidad por las relaciones más terrenales pero sin recargarlas de un dramatismo accesorio, es por eso que el seguimiento de su cámara es más bien propio de un registro documental, por una puesta que acompaña a los personajes desde atrás (el caso de la secuencia del convento) y que se limita a los primeros planos para el principio y el final de la película. La segunda parte -lo que se entiende como el lado B de la historia- arranca con un fondo negro con la letra B que presenta los últimos veinte minutos, con una construcción visual que tiene la estructura de un resumen basado en una voz en off que relata lo inmaterial y lo sensorial, es decir lo metafísico de la amistad entre A y B. Si bien se bordea la solemnidad, este segmento se nutre -precisamente- de lo intangible, aquello que queda incluso afuera de lo decible y lo mostrable. Todo este corolario, a partir de un montaje riguroso en la edición y selección de imágenes y sonidos, es la consecuencia de una gran historia de amor intransferible de dos amigas, tan simple y tan compleja a la vez. Es así que AB tiene varias entradas temáticas, complementadas por una estrategia formal más ambiciosa que la de otras propuestas del cine independiente nacional post NCA (Nuevo Cine Argentino). Probablemente ya sea hora de hablar de una consolidación del rasgo “marca de autor” en la figura de Iván Fund.