A usted no le gusta la verdad: 4 Días en Guantánamo

Crítica de Daniela Kozak - La conversación

Una película de terror verdadero

En la bahía de Guantánamo, el país más poderoso del mundo tiene una base militar con una prisión en la que las leyes norteamericanas, el derecho internacional y las normas básicas de la decencia no tienen lugar. Un verdadero “hoyo negro jurídico”, creado para detener indefinidamente a cualquier persona sospechosa de actividades terroristas y juzgarla por por “comisiones militares” creadas especialmente para eso, sin brindarle las garantías de mínimas de un juicio. El cine ha recreado algunas situaciones aberrantes que tienen lugar allí en películas como El camino a Guantánamo, de Michael Winterbottom. El periodismo ha dado a conocer imágenes, pero sólo aquéllas que el Pentágono le permite reproducir en las visitas que organiza con ese fin. Pero hasta ahora, nunca se había podido ver imágenes reales, sin filtros ni puesta en escena, de lo que pasa allí dentro. Y eso es lo que impacta tanto en el documental canadiense A usted no le gusta la verdad: 4 días en Guantánamo, dirigido por los cineastas Luc Côté y Patricio Henríquez, que abre la muestra internacional de documentales docBuenosAires.
El film muestra el interrogatorio de dos agentes del servicio de inteligencia canadiense y una agente de la CIA a Omar Khadr, un chico nacido en Toronto, hijo de un egipcio vinculado con Al Qaeda y muerto en combate en Pakistán. En 2002, con sólo 15 años, Omar fue apresado por el ejército estadounidense, acusado de matar a un soldado durante un combate en Afganistán. Fue torturado en la prisión de Bagram, en Afganistán, y luego trasladado ilegalmente a Guantánamo. El interrogatorio de cuatro días tuvo lugar en 2003, cuando Omar tenía apenas 16 años. Las imágenes, tomadas por las cámaras de vigilancia de la prisión, provienen de un video secreto de siete horas hecho público por la Corte Suprema de Canadá a partir de un pedido de los abogados defensores de Omar. La defensa de los presos de Guantánamo está a cargo de abogados militares designados por el Pentágono, pero se permite que abogados civiles asistan como consejeros. El abogado civil de Omar, Dennis Edney, enfrentó todo tipo de obstáculos para defender a Omar y tuvo que hacerse cargo él mismo de todos los gastos del proceso, sin ninguna asistencia del gobierno canadiense.

La grabación en VHS de las cámaras de vigilancia permite ver a Omar esposado y vestido con el típico uniforme naranja, sentado en una silla, escuchando y respondiendo a los interrogadores. El documental está estructurado en cuatro partes, que corresponden a los cuatro días que duró el interrogatorio, y también a los distintos momentos que atraviesa esa relación intensa y fugaz. Si al principio el chico creía que sus compatriotas estaban ahí para ayudarlo, al segundo día se da cuenta de que el objetivo no es ése, sino sacarle información que pueda servirle al ejército estadounidense. “El interrogatorio parte siendo muy cordial y poco a poco se transforma en una tortura psicológica que culmina con un estado de regresión de este muchacho, que en un momento lo único que hace es llorar y pedir por su madre”, señala Henríquez, que está de visita en la Argentina junto con Côté para presentar la película.

Las imágenes del interrogatorio se intercalan con entrevistas a abogados, funcionarios canadienses, psiquiatras, compañeros de cárcel de Omar y hasta a un soldado norteamericano, Damien Corsetti, apodado “el monstruo” por su comportamiento en Bagram. La fuerza de la película reside sobre todo en la autenticidad del material. No se trata, como en otros casos, de un relato oral ni de una reconstrucción. El film ofrece al espectador la posibilidad –improbable e impensada– de espiar un interrogatorio marcado por la ilegalidad. “Lo que se ve aquí es lo que pasa al interior de la prisión. Ahí se está desarrollando algo que es absolutamente cierto y a los personajes que intervienen en este diálogo forzado no les importa la presencia de la cámara, se olvidan o la ignoran; entonces hay un registro autentico de técnicas de interrogatorio que son terribles”, observa Henríquez.

Los que manejan los códigos del cine de terror saben que todo aquello que acecha pero no se ve se vuelve aún más terrorífico que lo que se muestra. Y en esta película, que no es precisamente el producto de la imaginación de un guionista, las imágenes borrosas en las que apenas se logra entrever a los interrogadores –cuyos rostros además fueron tapados digitalmente con círculos negros por alegados motivos “de seguridad” de la agencia de inteligencia canadiense– son muy potentes. Lo mismo pasa con ciertos pasajes sonoros del video, también eliminados. La inclusión de esos fragmentos sin audio potencia la sensación de terror. ¿Qué es lo que le dicen? ¿Qué otras cosas, peores que las que ya escuchamos, son capaces de decir?

La sola mención de Guantánamo se asocia a los tormentos físicos. Pero esta película se concentra en un aspecto más sutil y perverso: la crueldad psicológica. Uno de los momentos más sorprendentes es aquel en que Omar el muestra a los interrogadores las heridas que le quedaron por la tortura a la que fue sometido y ellos niegan la evidencia física que tienen frente a sus ojos, respondiéndole que él está bien. “Se produce un diálogo en el que los agentes parecen tener una verdad en su cabeza y todo lo que el niño les diga que no corresponda a esa verdad es descartado”, señala Henríquez. De ahí la frase de Omar de la que proviene el título: “A usted no le gusta la verdad”.

Durante el interrogatorio, Omar sostiene una y otra vez su inocencia. El año pasado, la Corte Suprema canadiense juzgó que los agentes canadienses había violado los derechos de Omar al interrogarlo en Guantánamo. Y aunque no había pruebas concluyentes en su contra, el año pasado el chico se declaró culpable para cumplir una pena máxima de ocho años y evitar una sentencia de 40. Ello a pesar de que, cuando ocurrieron los hechos, Omar era un niño-soldado, y como tal las el derecho internacional establece que debe ser protegido y rehabilitado y no puede tener el mismo trato que un adulto. Omar es el primer niño condenado por crímenes de guerra desde que este delito fuera definido por el tribunal de Nuremberg al término de la Segunda Guerra Mundial. Pero en este caso, ni la verdad ni los derechos de un niño importan demasiado. ?

El documental se exhibirá el 13 y el 15 de octubre a las 19:30 en la Sala Leopoldo Lugones. El viernes 14 a las 12:30 habrá una mesa redonda sobre el film en la misma sala, con la participación de los realizadores y de Adolfo Pérez Esquivel, entre otros.