A una legua

Crítica de Felix De Cunto - CineramaPlus+

Más allá de llevar la percusión en la sangre, de ser savia nueva de uno de los árboles genealógicos más importantes del folclore argentino, de ser nieto de Carlos “el padre de la chacarera” Carabajal, Camilo Carabajal es además de todo un ejemplo claro del cuidado del medio ambiente. En este sentido, si bien el protagonista es el músico, no hay ni el más mínimo acercamiento al biopic, mucho menos de utilizar al percusionista como punto de partida para hablar del folclore y la influencia de la familia Carabajal en la música nacional. La directora Andrea Kurjoski se ubica como testigo de las inquietudes del artista siguiendo en cada uno de los proyectos que tiene en mente, tanto de los grupos que integra como el ensamble Metabombo y el trío Tremor, como también de su proyecto ecológico de “ecobombos”, que busca reemplazar bidones de agua reciclables por la madera del Ceibo en la fabricación de bombos legüeros.

El documental construye alrededor de la figura y las preocupaciones de Camilo Carabajal una interesante condensación entre lo clásico y lo moderno. Ya en su adolescencia en Alemania, post-caída del muro de Berlín, las raíces folclóricas que llevaba en las venas convivían en él junto al punk, el rock y la distorsión. Sin embargo, lejos de ser una rama profana que se escapa del tronco familiar, el músico supo integrar ambos costados, abrirse más allá de las viejas estructuras y permitirse por ejemplo aspirar al reemplazo de bidones de plástico por la madera del Ceibo, lo que si bien modifica la fisionomía tradicional del bombo legüero esconde un objetivo ejemplificador que es detener la tala del árbol nacional. El proyecto organizado junto a su mujer Ingrid Schönenberg se vuelve la columna vertebral del largometraje, que por momentos, obliga al documental a virar a una road movie criolla que tiene como destino dar con los luthiers y artesanos más entendidos en materia del instrumento para testearlo y mejorar el sonido.

Entre los recitales, los viajes y la cotidianeidad del músico, Kurjoski elige incluir una pequeña subtrama en la que Carabajal se reúne con un profesor de biotecnología para concretar el almacenamiento de una canción suya en el ADN de una bacteria a través de la codificación de información no biológica en lo que, si bien ilustra un apretón de manos entre la ciencia y el arte, difumina un poco la linealidad de la película. Más allá de eso, en sus fines, A una legua consigue transmitir la candidez y amor a la música del percusionista, su obstinación por hacer el mejor instrumento posible y desde ese accionar diminuto provocar un sano contagio de consciencia al espectador.

Por Felix De Cunto
@felix_decunto