A una legua

Crítica de Adrián Monserrat - EscribiendoCine

Pasión, bombo y ciencia

A una legua (2019) combina diversas temáticas para sacar a la luz una historia que vale la pena conocer. Llega un documental donde queda demostrado que la ciencia y la tecnología llega a los terrenos más tradicionales.

Un eco-bombo, instrumento realizado a través de un bidón de agua, se hace presente en las primeras escenas. Y eso no es casual. A partir de allí tenemos una imagen inicial de que tanto la evolución de la sociedad como el cuidado ambiental son necesarios y deben dirigirse hacia el mismo rumbo. El folclore, ritmo musical de nuestras tierras, no pasa desapercibido en esta ecuación y esto es para festejar.

Una figura realza y protagoniza cada trayecto emprendido vociferando su pasión y su innovación. Camilo Carabajal, músico que expide talento a lo largo de la obra, es el personaje que da origen y fundamento a A una legua. A través de distintas charlas con diferentes emblemas del folclore, Carabajal ejerce como una especie de profeta de su arte, dónde no quedarán al margen las sorpresas en la cotidianidad y los grandes hallazgos científicos.

Acompañado por bellísimos paisajes que exploran al territorio argentino, este documental dirigido por Andrea Krujosky acierta desde el vamos gracias a la distinta combinación de factores a tratar, pero sin perder de lado su objetivo. La ciencia, la tecnología y la cultura están atravesadas por la música, la cual funciona como el motor de los sueños de Carabajal. La pluralidad de voces, la emoción a flor de piel y las raíces como estandarte son razones más que suficiente por las que hay que apreciar a A una legua.

En tiempos donde la tecnología y la ciencia pueden resultar perjudiciales al emplearlas sin conciencia, esta obra nos muestra una historia donde vemos que no todo está perdido cuando existen buenas intenciones. La pasión y los sueños van de la mano y los avances tecnológicos/científicos nos deberían ayudar a que todo sea posible, incluso el cuidado del medioambiente.