A un click de distancia

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

El cine, como nosotrxs y como todxs, ha tenido que adaptarse a los tiempos que corren. Mientras la pandemia continúa su largo recorrido, surgieron desde el año pasado varias películas rodadas como desde la pantalla de una computadora. Una manera de found footage que, como siempre sucedió con las películas de ese estilo, fue más asiduo de utilizarse para películas de terror. Ahora la actriz Natalie Morales eligió para su ópera prima contar la historia que quería de este mismo modo y lo cierto es que no sólo no le queda para nada forzado, sino que nunca se vuelve monótono o aburrido como suele suceder en muchos de estos casos.
A un click de distancia está escrita y protagonizada por la directora junto a Mark Duplass, un actor que se ha mostrado bastante versátil a lo largo de su carrera y que quizás si no logró destacarse más es porque siempre se mantuvo en el rango independiente. En la película interpreta a Adam, un muchacho al que su marido lo sorprende cuando le regala un paquete de 100 clases semanales para que aprenda a hablar bien en español. Aunque viva en una mansión en Oakland junto a su adinerado marido, es un hombre simple y bastante solo que se siente privilegiado por haber podido cambiar tanto su vida en poco tiempo, desde lo económico pero también desde lo social y personal.
Si bien no cuesta que entre Adam y la profesora Cariño haya buena conexión, y no hablamos de internet, lo que termina de conectarlos de un modo más profundo es algo que sucede a los pocos minutos: una fuerte pérdida. A partir de ese momento se intercambian algunas menos sonrisas y frases triviales en español por conversaciones más personales en las que uno se permite mostrarse vulnerable.
A partir de una premisa simple, dos personas que se conocen de manera online y de a poco incrementan frecuencia e intensidad de las conversaciones, Natalie Morales dirige una película que fluye siempre muy bien, sobre todo teniendo en cuenta que es algo difícil de lograr cuando lo único que vemos todo el tiempo es la pantalla de una computadora o de un celular. Más allá de la excusa del lenguaje que hace que esté casi toda hablada en español, Morales construye sus escenas de manera lograda y efectiva, dándole tiempo a cada uno de sus protagonistas de desarrollarse como personajes complejos. Eso sumado a dos actores con mucho carisma, sus interpretaciones frescas y una química innegable aún cuando la pantalla que comparten es dividida le imprimen un tono ameno de comedia dramática, a veces tierno. Es fácil enamorarse de los protagonistas, es algo que se consigue en los primeros minutos y nunca se pierde.
También hay una forma sutil e inteligente de tratar mucho de los tópicos que elige. Cuando una podría pensar en un golpe bajo o lugar común, el propio guion pronto le da una vuelta diferente. Tampoco es menor el hecho de que se haya elegido eliminar el contexto actual que nos azota y nunca hacer referencia a la pandemia: los problemas de comunicación y de distancia no son nuevos.
El resultado es una película sobre la amistad que con una buena historia simple, dos actores y pocas locaciones es capaz de movilizarnos y emocionarnos porque a la larga, como rezaba el tagline de una película a la cual se refiere desde el póster original de esta, Perdidos en Tokio (Lost in translation en su título original, más relacionado con esta en cuestión): todos queremos ser encontrados. Y en tiempos difíciles y de incertidumbres esto se intensifica y es necesario saber que no estamos solxs y que del otro lado hay una persona que al menos está dispuesta a acompañarnos y tratar de entendernos.