A million ways to die in the west

Crítica de Leonardo González - Río Negro

El humor incorrecto viaja al lejano oeste

El "western" tiene la particularidad que es el único género inventado en Hollywood. En 1903 el director Edwin S. Porter lo inició con su corto The Great Train Robbery y tuvo su época dorada en los años cincuenta. Aunque hubo intentos de revivirlo, sobre todo en los noventa, nunca pudo volver del todo.

Se hicieron westerns de terror, incluso de ciencia ficción, pero no fueron tantos los intentos de combinarlo con la comedia -la mejor, sin dudas, la genial "Locuras en el Oeste" (Blazing Saddles, 1974) de Mel Brooks-. Seth MacFarlane, el creador de la serie "Padre de Familia" (Family Guy, 1999- ), puso toda su energía en escribir, producir, actuar y dirigir un filme que combinara estas dos cosas: y no le salió del todo bien.

Arizona, 1882. Albert (MacFarlane) es un criador de ovejas (sí, ovejas) bastante cobarde que no encuentra su lugaren el salvaje oeste. Para colmo, es retado a duelo y enfrente de todo el pueblo demuestra que carece de valor. Esto hace que su novia Louise (Amanda Seyfried) lo dejé y busque un mejor partido en Foy (Neil Patrick Harris), el dueño de la "bigotería".

Albert decide entonces mudarse a un lugar más civilizado. Pero antes conoce a Anna (Charlize Theron), una hermosa mujer que acaba de llegar al pueblo. Ella empieza a ayudarlo para que recupere a su novia, pero lentamente se empiezan a enamorar. El problema es que Anna en realidad es la esposa de Clinch Leatherwood (Liam Neeson), el pistolero más rápido y despiadado del oeste, que llegará al pueblo buscando venganza del hombre que está saliendo con su mujer.

No es fácil de digerir el humor de MacFarlane. Prueba de ello son sus series de televisión -la ya mencionada Padre de Familia, American Dad! y The Cleveland Show- o Ted, que fue su debut como director. Irreverente, políticamente incorrecto, verborrágico, con una predilección por el humor escatológico y los chistes racistas, puede resultar bastante ofensivo si se lo toma en serio.

Uno espera eso de él, y eso es justamente lo que viene en detrimento de esta película: tenemos a un MacFarlane demasiado lavado y cuidado. Hay chispazos, destellos, pequeñas dosis de su sello distintivo, pero pareciera que se cuida mucho en la pantalla grande de darnos lo que esperamos de él.

Tal vez porque necesita que la gente vaya a verla; por condicionamientos de los estudios o vaya uno a saber por qué, pero lo cierto es que nos quedamos con ganas de más.

De todas maneras lo que más hace ruido es este tipo de humor puesto en un western, se hace una mezcla rara que no llega a funcionar del todo nunca.

Del elenco no se puede decir nada: Charlize Theron y Liam Neeson ponen todo su talento actoral al servicio del filme y sobresalen ampliamente. Neil Patrick Harris, Giovanni Ribisi y Sarah Silverman (en un hilarante rol de una prostituta que quiere "guardarse" para su matrimonio y no tener sexo con su novio), son personajes secundarios que tienen sus momentos justos.

La sensación también es que le sobran 20 minutos a la película.

Atentos con algunas apariciones especiales y no se levanten enseguida de la butaca: hay una pequeña escena final después de los títulos.

No caben dudas de que la película le sacará al espectador más de una carcajada y hasta alguna risa violenta. Pero MacFarlane tendría que darle gracias a Dios de que John Wayne esté muerto porque, si "El Duque" viviera, seguramente lo retaría a un duelo por faltarle el respeto al western de esta pobre manera.