A million ways to die in the west

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Meteorismo e incontinencia pueril

Es bueno poner las cosas claras desde el principio. Seth MacFarlane es vendido como un comediante políticamente incorrecto. Pues no, no lo es. Mel Brooks era -y sigue siendo-políticamente incorrecto cuando en 1974 parodió al género western, con John Wayne todavía vivo, al poner como protagonista de "Blazing Saddles" a un sheriff negro. Eso era incorrección política y no la sarta de chistes malos y escatológicos que propone MacFarlane en su nuevo filme.
La película que nos ocupa trata sobre un melindroso sujeto llamado Albert (Seth MacFarlane), que vive en el lejano oeste a finales del siglo XIX y no se considera parte de esa época. Básicamente el tipo vive afectado por la posibilidad de morir en cualquier momento en un lugar donde la vida vale menos que una copa de licor. El tipo es un cobarde. Para colmo, su noviecita (Amanda Seyfried) lo dejó y ahora anda con un ricachón del pueblo.
Las cosas comienzan a cambiar cuando una bella mujer (Charlize Theron) llega al lugar y simpatiza con Albert. El problema es que la mujer es la esposa de un peligroso y temido forajido conocido como Clinch (Liam Neeson).
Para empezar, MacFarlane no es Bob Hope; ni siquiera Billy Crystal. Carece de gracia para protagonizar una comedia satírica y sus largos monólogos solo aburren. La mayoría de los chistes verbales son pretenciosos, y cuando no, son sencillamente tontos u obvios. Por otra parte, cuando opta por el slapstick lo hace de forma burda, sin ritmo, apelando a recursos que son insultantes para cualquier mayor de siete años.
En la citada "Blazing Saddles" hay una escena escatológica y muy recordada. Alrededor de un fuego, los vaqueros echaban sus flatulencias en un crescendo que provocaba la risa del espectador por osado y bien realizado. Era grosero, sí, pero armado por un genio del humor que entiende el significado del tempo. Aquí, las flatulencias - y más que eso- abundan y solo terminan agotando.
En la segunda mitad del filme, MacFarlane alcanza a ofrecer algo más parecido a una comedia, centrándose en la historia y aprovechando a Theron y Neeson. Es cuando todo parece encaminarse, que MacFarlane la emprende nuevamente con su humor embrutecedor y pueril. Otro síntoma de los tiempos que corren, la devaluación llega a todos lados y el cine estadounidense la padece hace rato.