A la sombra de las mujeres

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta película no se justifica ni desde su título original, o el de su estreno en las salas vernáculas, ni tampoco lo hace desde la estética elegida para narrar en el cine.
El blanco y negro no tiene ninguna implicancia en la historia ni en el relato, pues el mismo no hace a las formas del lenguaje cinematográfico.
Si la idea del director era sostener las sombras de las relaciones amorosas humanas, su manejo de los tiempos, los diálogos y la actuación protagónica masculina no ayudan demasiado.
Pierre (Stanislas Merhar) transita todo el metraje con rostro y rictus de niño caprichoso, se supone que desde el director, casi como una construcción de un “ese que pude haber sido” en mi juventud. Manon (Clotilde Courau) es su esposa y la montajista de las producciones de su marido, y en éste momento ambos están realizando una sobre un sobreviviente de la resistencia francesa considerado héroe de guerra.
Pero el texto se centra en los vaivenes de las relaciones amorosas, del circular por la vida cotidiana de este matrimonio. Nadie está a la sombra de nadie, sólo el cierre del ultimo punto de quiebre, y el principio de la última secuencia, están por encima de la media del filme. Por otra parte la dirección de arte en sí misma es tan obvia como vulgar e intrascendente.
Si el tratar temas como los celos, la infidelidad, el amor, la traición, la enfermedad, la verdad, la certeza y la duda como motores, fue un intento de homenaje a Francois Truffaut, Eric Romehr, Jean Luc Godard, o simplemente a toda la Nouvelle Vague, no se lo siente así; Si se quiso hacer un retorno, la ”nouvelle vague” fue un movimiento cinematográfico que implicaba la libertad de expresión y justificaba los bajos presupuestos, aquí ninguno de los dos se cumple, pero además permitió el despliegue de otras formas de contar historias y terminar en el recuerdo de los cinéfilos.
Si quiere ver algo de ese orden, digamos de las relaciones amorosas, conflictuadas, la dialéctica del amo y el esclavo, remítase a “Escenas de la vida conyugal” (1973), de Ingmar Bergman, y no pierda el tiempo.