A la sombra de las mujeres

Crítica de Fernando López - La Nación

Los dolores del amor según Garrel

Con su estilo reconocible que trae reminiscencias de la nouvelle vague y su delicada y aguda observación de la intimidad, el veterano Philippe Garrel vuelve a proponer, en apenas 70 minutos y en el admirable blanco y negro que esta vez le proporciona el gran Renato Berta, un estudio sobre la pareja y sus fluctuaciones, una nueva variación sobre el adulterio. Sobre amores, secretos, mentiras, traiciones, celos, pasiones.

Pierre y Manon, que forman la pareja en este caso, se aman. Él (Stanislas Merhar) es documentalista y ella (Clotilde Courau) ha abandonado los estudios para poder compartir con él también el trabajo. Ahora mismo están recogiendo los testimonios de un anciano que, según cuenta, formó parte de la resistencia.

Pero esa relación profesional y amorosa podrá ponerse en peligro cuando un día cualquiera Pierre se cruce con una joven pasante, Elisabeth, que debe cargar una pila de rollos de películas; le ofrezca ayuda, y termine acompañándola a su casa y cediendo a su atractivo físico. Si no le confiesa a su mujer esa infidelidad -que no será puramente ocasional porque está dispuesto a seguir disfrutando de esos encuentros y porque según su moral masculina es natural que los hombres, a diferencia de las mujeres, vivan esas aventuras- es porque, aunque no se muestre demasiado expresivo con su pareja, la ama y no quiere dejarla. Ni tampoco a su nueva amante.

La minuciosa investigación sobre el sentimiento amoroso que propone Garrel también se ocupa de demostrar que la tentación, más allá de las desigualdades entre los dos sexos, también alcanza a las mujeres. El cineasta vuelve, como otras veces en el pasado, a tomar partido por ellas y a destacar su coraje y la inteligencia de su corazón.

Y será precisamente Elisabeth la que descubra, por azar, que Manon tiene un amante, pero cuando Pierre se entere de esa relación que ni siquiera había sido capaz de imaginar, las reacciones serán completamente opuestas. Violenta en el caso de él, comprensiva en el de ella, que no titubea en responder al reclamo del hombre que de verdad siempre ha querido y abandonar al amante.

Un París intemporal y deliberadamente poco poblado sirve de escenario a estas idas y vueltas de los personajes, frecuentemente enriquecidas por los textos literarios que el actor Louis Garrel, hijo del realizador y actor de varias de sus películas de los últimos tiempos (además de otras recientes, como Un castillo en Italia, Canciones de amor o Mon roi), dice en off y expresan la voz interior del protagonista.

Un trío de excelentes actores sostiene la breve pero compacta historia que se expresa sobre todo a través de pinceladas significativas tomadas de la vida cotidiana. La intencional frialdad, o indiferencia, que exhibe Stanislas Merhar contrasta especialmente con la notable expresividad de las dos actrices, la transparencia con que Clotilde Courau desnuda sus sentimientos y la no menos intensa comunicatividad de Lena Paugam. Dignos de destacarse son los aportes musicales de Jean-Louis Aubert.