A la guerra por amor

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Pierfrancesco Diliberto, más conocido como Pif, es un actor y conductor televisivo muy conocido en Italia. En 2013 incursionó en la dirección y la escritura de guiones con la comedia La mafia uccide solo d'estate, donde narraba la historia de amor de Flora (Miriam Leone) y Arturo (el propio Pif) en los años ’70 y ’90, en medio de una creciente incidencia de la mafia en la arena política.

Basada, según se desprende de las leyendas de los créditos, en una historia real, A la guerra por amor es una secuela (o precuela) con los inicios del vínculo romántico entre ambos personajes a principios de la década del ’40 como núcleo narrativo. En plena Segunda Guerra Mundial, ambos viven en Estados Unidos y ella está a punto de casarse con el hijo de un socio de su tío capomafia mientras él es el cocinero del restaurante que utiliza la banda como base de operaciones.

La noticia del casorio demuele a un Arturo dispuesto a todo con tal de evitarlo. Incluso a viajar hasta una Italia en plena guerra para pedir personalmente la mano al padre de ella. Sin dinero, la única forma de cruzar el Atlántico es enlistarse en las fuerzas norteamericanas.

A la guerra por amor oscila entre un costumbrismo craso (los lugareños de Sicilia), un romanticismo que de tan inocente se vuelve tonto y una búsqueda humorística que no da resultado. Y mejor ni hablar de una estilización bélica que, en sus peores momentos, recuerda a La vida es bella.

Leve, muuuy levemente divertida, la historia pega una vuelta de campana en su última media hora para volverse un panfleto antibélico con tintes de denuncia sobre los desmanejos de la mafia. Hasta incluso martiriza a un personaje central para subrayarlo. La onomatopeya que sirve de nombre artístico al director es también un buen adjetivo para definir su película.