A la deriva

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Los desamparados

La falta de trabajo en un poblado misionero y la relación que se entabla a partir de esta situación con el narcotráfico es la idea central en A la deriva (2011), lograda ópera prima de Fernando Pacheco protagonizada por Daniel Valenzuela, Juan Palomino, Julián Stefan, Mariana Medina y una irreconocible Mónica Lairana.

Ramón Antúnez pierde su trabajo y, a pesar de que no baja los brazos y sale todas las mañana a tratar de encontrar alguna changa para poder llevarle dinero a su familia, no encuentra nada nuevo. En medio de la desesperación acepta ayudar a su compadre a pasar droga desde el Paraguay por una paga miserable.

A la deriva es una película simple, sin más pretensiones que la de contar una historia sobre la problemática social que se vive en el noreste argentino, como lo es la falta de trabajo y las vinculaciones que llevan a una persona en esta situación a aceptar pasar drogas u otro tipos de mercancías ilegales de un país al otro por una paga miserable. Tema que había abordado de manera documental y desde otro enfoque Eduardo Schellemberg en la reciente El silencio del puente (2011).

Pero A la deriva también habla del rol de las mujeres dentro de una sociedad patriarcal en la que el amor se mide desde parámetros diferentes, existiendo una sumisión y entrega total hacia el hombre. Mujeres de diferentes edades y en estados diferentes se presentan frente a los maridos como si fueran sus dueños, no en estado de esclavitud sino más bien como una forma de amar distinta dentro de una cultura de concepción machista. El hombre está retratado como un jefe superior, pero pese a todo escuchará lo que la esposa dice, y aunque esta no tenga la decisión final, algunas veces seguirá sus consejos para complacerla.

Filmada en medio de la nada misma, en un páramo que pareciera ser de otro siglo por las formas y costumbres, Fernando Pacheco capta de manera honesta la idiosincrasia y problemática de un grupo de personas que está a la deriva de todo, aunque sin juzgar lo que hacen, como lo hacen y por lo que lo hacen. Solamente contando un cuento de amor, locura y muerte con las mejores intenciones.