A La Cantábrica

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

Estreno en el Gaumont de la ópera prima de Ezequiel Erriquez que tuvo su presentación en Rotterdam este año.

Nunca se aquieta la cámara de Ezequiel Erriquez en su ópera prima A la Cantábrica que elige grandes elipsis y espacios tan disimiles y contrastantes como un basural, una sala de ballet o un cine y la vía del ferrocarril Sarmiento, el parque industrial “La Cantabrica” de Haedo o la cama de una abuela enferma. Esos espacios aparecen yuxtapuestos, productos de esos saltos de tiempos narrativos, en fragmentados estados emocionales de cuatro chicos de entre 12 y 13 años que pasan de la escuela, a la ciudad, y de ahí a habitaciones, cocinas compartidas con sus familias. Las lecciones de danza o los encuentros de un grupo de teatro de ciegos entrelazan de algún modo esas fracciones de momentos, que no llegan a ser historias y que tapan algunas actuaciones desparejas.

La pantalla de televisión ubica en el tiempo del relato: épocas de la carpa blanca, las explosiones en Fabricaciones militares en Río Tercero, o el intento de rescate de un chiquito de 5 años y que finalmente murió en 1998 conmoviendo a los medios. Tiempos críticos de la Argentina que estaba por ingresar en pocos meses más a una de las crisis económicas mas tremendas de su historia. No están mal esos momentos de “no decir” que permanentemente la película se permite.

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Una reja, que separa una de las fábricas de La Cantábrica de la calle, es el símbolo de un antes y un después que la película, al preferir los momentos antes que la historia, hace pasar como desapercibido, algo inexplicable, que va a modificar, faltando media hora, el curso de lo que se venía dando, unos segundos de pantalla en negro simulan ser suficientes. Tal vez no lo sean.

A La Cantábrica se estrenó en el 2012 en el Festival de Rotterdam integró la programación del Festival de cine de Taipei, en Montevideo, Mar del Plata, South Texas y en el Festival de La Habana. Participó del Bal, Bafici 2010 y del Berlinale Studio Campus en Alemania; allí trabajó junto a Molly Malene Stensgaard.