A dos metros de ti

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Nuevo exponente del drama romántico adolescente con protagonistas aquejados por enfermedades, "A dos metros de tí", de Justin Baldoni, es una propuesta aparentemente empecinada en que sus personajes no despierten empatía. ¿Ya podemos hablar del mal que nos hizo "Bajo la misma estrella"?
Desde su estreno en 2014, su éxito creó, o restauró, una nueva moda que vino a reemplazar a la saliente de los “dramas basados en novelas de Nicholas Spark”. La tendencia son dramas basados en novelas adolescentes, en el que uno, o los dos puntos de la pareja sufren una enfermedad que puede ser terminal, y se transforma en el principal, sino único, impedimento para que ambos estén juntos.
Recordemos que durante finales de los ’70, los ’80 y principio de los ’90; encontramos algunos exponentes como "El niño de la burbuja", "Love Story", o "Mi primer beso". Pero en todos esos casos, se creaba algo genuino, natural, tierno, que acá no existe.
La fórmula nunca pudo estar más apretada. Casi son todas iguales, mismo estilo de protagonista, mismo estilo de pareja, mismo estilo de expresarse el amor, mismos secundarios y entorno, mismos filtros fotográficos y banda sonora, y desarrollo de la historia idéntico. Un calco que las hace muy difícil diferenciar una de la otra, salvo por pequeños detalles.
"A dos metros de ti", ópera prima de Justin Baldoni, no es para nada la excepción; y sin embargo, se las ingenia para estar aún un par de escalones por debajo que varias de sus pares. La protagonista es Stella (Haley Lu Richardson), una adolescente que sufre fibrosis quística que afecta sus pulmones. Ella se encuentra internada en un hospital en el que se realiza estudios para un tratamiento experimental. Su vida fue entrar y salir del hospital, y sin embargo se las ingenió para tener vida social.
Es una activa youtuber y mantiene a sus amistades. Eso sí, de amor ni hablar. Al hospital llega Will (Cole Sprouse), otro adolescente con enfermo, que también se somete al tratamiento experimental. Al principio, Will es reacio y retraído, no quiere saber nada con encontrar una salida a su padecimiento, se muestra bromeando sobre la muerte, y algo extremista.
Todo esto llamará la atención de Stella que querrá convencerlo de que vale la pena continuar. Lo cual logra haciendo un pacto con Will. Si todavía no se durmieron leyendo la sinópsis, digamos que sigue lo obvio de ver nacer el amor del pacto; y el impedimento. Ambos son incompatibles, podrían contagiarse uno al otro, y agravar su situación hasta llevarlos a la muerte.
Por lo cual, no deben acercarse a menos de dos metros ¿Es obvio que se las van a ingeniar para poder seguir viéndose manteniéndo la distancia, no? Como sea, esto es lo que ofrece "A dos metros de ti", basada en la novela de ¡¡¡tres autores!!!
Rachael Lippincott, Mikki Daughtry, y Tobias Iaconis; los dos últimos encargándose de la adaptación al cine. No pidan ningún tipo de coherencia. Will deja de mostrar todas las características con las que nos lo presentaron casi al instante de iniciar la relación con Stella.
El plan de los metros y las reglas establecidas (como el uso de guantes) es sistemáticamente vulnerado una y otra vez; Stella craneó todo una fiesta escolar siendo evidente que no podría concurrir, llevó un vestido para salidas a la internación ¿por las dudas?, y mantiene unas amistades tan unidas que sólo logramos ver al grupo en dos escenas; y ni hablemos de la seguridad de un hospital en el que los pacientes entra y salen sin demasiada complicación, y se puede montar una fiesta a todo trapo – con utensillos y comida/bebida gourmet del hospital – sin que nadie se de cuenta hasta muy tarde.
Es poco o nada lo que tiene lógica en esta película. Pero no, eso no es lo que ubica a esta película por debajo del resto que ya es bastante pobre.
Lo más grave es que no haya un personaje, ni uno solo, en todo un hospital con gente enferma y enfermeros más compasivos y amorosos que atentos con sus pacientes, que nos despierte algo que no sea un profundo rechazo. Stella es un cliché de carisma, Richardson parece ser una actriz simpática, tiene una belleza no tan tradicional que la acerca a una Natalie Portman menos impostada; pero el personaje es francamente insoportable.
Como si no bastase con ser una enferma que pena con no poder llevar una vida adolescente normal, dice tener Trastorno Obsesivo Compulsivo, aunque lo único que le vemos hacer es acomodar una y otra vez unas cajitas con medicamentos, y querer controlarle la vida a todos, eso sí, de un modo amable. En realidad es un fastidio que no obedece ni una de las reglas del hospicio, pero bueno no, no debe pasar por caprichosa sino por dulce. Will es el ejemplo de adolescente anodino.
No tiene personalidad, solamente de vez en cuando nos lo muestran bosquejando (esperen ver el destino de esos dibujos y pregúntense en qué momento dibujó eso), y a veces es un adolescente millonario con padres abandónicos, y otras es un adolescente tierno con mamá Claire Forlani preocupada ¿Qué es lo que enamora de Will a Stella? Vaya uno a saber.
A diferencia de Richardson, Sprouse colabora menos con su personaje, permanentemente en pose, con mirada entrecerrada a lo sexy perfume, e incapaz de tener alguna expresión. También están Moises Arias como otro paciente, amigo de Stella, y cliché patético gay; y Kimberly Gregory como una enfermera cuida pero bastante poco efectiva con sus métodos.
Ni analicemos el hecho de que la forma de amor que propone atrasa a los conceptos actuales, que tiene lugares comunes bastante discriminativos, y el hecho de que no parecieran existir otros ciudadanos en toda la ciudad salvo el puñado chico que muestran en esta película que – casi – no muestra el afuera del hospital. Justin Baldoni es más conocido como actor secundario convocado para representar el estereotipo sexy de macho latino tuboso.
Con la misma postura plástica encara su debut en la dirección, nada tiene ni un ápice de impronta. Pareciera estar hecha en base a los filtros automáticos de alguna app de celular. "A dos metros de ti" atrasa ideológicamente, es molesta, nada original, y no hace nada ni por conmovernos ni sentir algo de cercanía. Decir que es fallida es quedarnos cortos.