8 minutos antes de morir

Crítica de Fernando López - La Nación

Un thriller vertiginoso que mezcla ciencia ficción y suspenso a lo Hitchcock

Además de monstruos, extraterrestres, dramas posapocalípticos, cataclismos y viajes interplanetarios que alimentan la espectacularidad del 3D o curiosas innovaciones tecnológicas que suelen demandar mucha explicación y a veces incitan a reflexiones pseudofilosóficas, en el cine de ciencia ficción puede haber también lugar para films inteligentes que, sin descuidar el entretenimiento, sepan incluir el suspenso a la Hitchcock, el vértigo del thriller y hasta algunas cuestiones vinculadas con la identidad. Como 8 minutos antes de morir , que puede ser calificada como una obra cerebral y cuyo final puede admitir más de un reparo, pero cuya acción en continuo avance atrapa de punta a punta. A su talento visual el realizador Duncan Jones suma un ritmo que jamás decae y una construcción impecable sostenida en el sólido guión de Ben Ripley y en el vigoroso desempeño de Jake Gyllenhaal, protagonista absoluto de la historia.

Gyllenhaal es el sargento Colter Stevens, que aparece dormitando apoyado en la ventanilla de un tren a punto de arribar a Chicago y no con su unidad en Afganistán, lo último que recordaba. Cuando despierta, la muchacha sentada frente a él lo llama Sean y lo trata familiarmente. Su desconcierto aumenta cuando comprueba que el documento (con su foto) corrobora tal nombre, y mucho más cuando a los pocos minutos, tras una explosión que destruye el convoy y mata a todos los pasajeros despierta otra vez encerrado en una oscura cabina y desde el monitor de una computadora una oficial le explica sucintamente la situación en que se encuentra. Un sofisticado y secretísimo experimento le permitirá regresar al cuerpo ajeno que ocupaba, tomar la identidad prestada y volver a vivir los últimos 8 minutos antes del estallido: deberá aprovecharlos para descubrir al terrorista que colocó el explosivo, dar con éste y desactivarlo para evitar la tragedia y sobre todo prevenir los ataques que se avecinan.

Son varias carreras contra el tiempo y muchos interrogantes los que se plantean, pero el film corre a la velocidad del tren, y en lugar de detenerse en explicaciones, que irán filtrándose a lo largo de la historia, invita a compartir la intrigante aventura del hombre perdido en fragmentos de tiempo, obligado a hacer de conejillo de Indias y buscando a tientas el sentido de su propia identidad, a la vez que vive un fragmentado romance con la encantadora compañera de viaje. Cualquier riesgo de reiteración es sorteado por la habilidad narrativa de Jones: el entretenimiento está asegurado.