8 minutos antes de morir

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

8 Minutos Antes de Morir es el nuevo trabajo de Duncan Jones, el hijo de David Bowie que tuviera un espléndido debut con Moon (2009). Las buenas nuevas es que Jones ha vuelto a confirmarse como director de calidad, y se trata de uno de esos talentos que vale la pena seguir. Este es un thriller inteligente y prolijo, lo cual equivale a encontrar diamantes en el barro considerando los tiempos de pobreza creativa que últimamente dominan a Hollywood.

En sí, 8 Minutos Antes de Morir no deja de ser mas que una sofisticación de Hechizo del Tiempo (1993), sólo que ahora la premisa está tomada en serio y está salpicada con toques de Phillip K. Dick. Imaginen despertarse en el medio de una situación irremediable, sabiendo que dentro de 8 minutos va a explotar una bomba, y que uno deberá vivirla una y otra vez hasta que logre dar con el responsable del atentado. Por supuesto la trama avanza y comienza a sofisticarse con detalles inquietantes: en el sueño no somos nosotros mismos sino tomamos la personalidad de una de las víctimas del atentado; y a pesar de todo nuestro esfuerzo por desarmar la bomba, descubrir al culpable o intentar advertir a las victimas, la explosión ocurre de manera inevitable.

Lo que al principio parece onírico - ser otra persona; estar atrapado en un bucle temporal imposible de alterar, en donde los eventos ocurren y se reinician de cero de manera automática - pronto se revela como algo mas standard y propio de la sci fi: el protagonista está corriendo una simulación de realidad virtual basada en los recuerdos de los últimos 8 minutos de vida de una de las víctimas del atentado. La situación ha sido real - la bomba explotó hoy a la mañana -, y ha sido recreada hasta el más minimo detalle en una computadora a la cual estamos conectados. Por supuesto el mismo argumento termina por caer en una falacia - de que el pasajero fallecido es poco menos que Dios, ya que sus recuerdos son tan completos que es posible simular cualquier cosa que ocurriera en cualquier parte del mundo en el momento de la explosión como, por ejemplo, lo que sucedía fuera del tren -, pero eso es lo de menos. El tema es encontrar al terrorista en menos de 8 minutos, caso contrario habrá que vivir nuestra propia muerte una y otra vez.
Cuando el filme devela que se trata de una simulación, 8 Minutos Antes de Morir entra en carriles más standard y, de algún modo, permite anticipar el giro de tuerca final del guión - al menos los espectadores experimentados pueden preverlo desde leguas de distancia -. Esto termina por diluir el impacto del climax sin que uno deje de reconocer que toda la obra está construida de manera inteligente. Lo que uno podría reprochar, en cambio, es que los operadores militares del proyecto están escritos como clichés inflexibles. Aún conociendo las circunstancias en las que opera Jake Gyllenhaal, a estos científicos le tendrían que haber dado unas nociones tipo Sicología 101 como para tratar - y especialmente, guiar - a los sujetos con los cuales están experimentando. Dar órdenes a alguien y tratarlo como si fuera un robot es chocante, y es el primer indicio de que las cosas no son lo que aparentan.

Ciertamente la revelación final, cuando uno la analiza en detalle, termina siendo una pavada - ¿el mundo virtual de la simulación en realidad es un mundo paralelo y conectado al real? -, pero el resto del filme es sólido, prolijo e inteligente. Revelar más datos es arruinar la experiencia y, a mi juicio, 8 Minutos Antes de Morir es un filme que merece verse.