8 minutos antes de morir

Crítica de A. Degrossi - Cine & Medios

Para servir a la patria, aún muerto

Hace un par de años vimos en "G.I. Joe: Rise of the Cobra" cómo un personaje intentaba recuperar las últimas imágenes almacenadas en el cerebro de un enemigo muerto con un aparato creado para tal fin. El guionista Ben Ripley ahora va un poco más allá, pero basándose en la misma premisa. Según él, el cerebro de una persona es capaz de guardar los últimos ocho minutos vividos y gracias a un programa desarrollado por el gobierno pueden aprovechar eso para, en este caso, investigar un atentado en un tren.
Basicamente se trata de ahondar en un universo paralelo donde viven aquellos que ya están muertos pero que puede ser modificado para obtener la información necesaria.
Más allá de lo que tiene que ver con la ficción que propone el filme, no es posible desentenderse del nefasto mensaje que presenta. En primer lugar, el uso de personas como si fueran un pedazo de carne, algo que el director muestra explícitamente, y cuyos derechos están por debajo de los intereses de la nación y su lucha contra el terrorismo. No alcanza que el personaje de Vera Farmiga muestre cierta piedad, su interlocutor durante el filme la desautorizará y afirmará el controvertido mensaje.
El director Duncan Jones, hijo del cantante David Bowie, desarrolla la trama con agilidad y sin fisuras en el trato del tiempo, algo que por momentos nos traerá el recuerdo de la genial "Groundhog Day" protagonizada por Bill Murray.