7 Salamancas

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

Clara demostración de ganas de hacer buen cine

Es admirable lo de “7 Salamancas”. Más allá de los méritos propios producto de un profundo conocimiento de lo que se está hablando, se trata de la extrapolación del deseo de contar una historia que deriva en un proyecto cinematográfico, ponderado por una notable virtud para exprimir hasta la última gota los escasos recursos con que se cuentan. Así, estamos frente a un ejemplo de los tantos existentes en el cine que aportan a la teoría más simple: si se tiene un buen guión y la convicción para saber cómo contarlo tomando riesgos propios, lo demás es secundario. Es decir, los demás aspectos de la realización integral serán una consecuencia natural de lo primero.

“La salamanca es un lugar sagrado en el Norte Argentino. Es un cruce de caminos, una cueva o un paraje. Allí quien tenga el coraje necesario puede invocar al Zupay –el diablo- para entregarle su alma a cambio de un don”

Con este enunciado, cruza entre una vieja leyenda del Blues (Robert Johnson) y el cine de terror tradicional, Marcos Pastor da comienzo a una suerte de búsqueda mística y onírica, que si bien utiliza elementos puros del documental, estos se convierten en la base para darle forma a un relato que desentrama un mito telúrico, bien argentino. Según esta leyenda, esparcida entre el norte de Córdoba y el sur de Santiago del Estero, pero nacida en la entrañas de la zona de Quimilí, siete son los pasos que llevan a La Salamanca, por lo cual podremos esperar el desarrollo de cada uno de ellos separados por su respectivo título.

Así, Besar el sapo, Sacrificar un ser amado, Renunciar a la fe cristiana, Recorrer la Salamanca, Sexo con la vívora, Escuchar a los propios muertos y El banquete en la Salamanca, serán los disparadores para que el engranaje visual y sonoro, comandado por el director y sus notables colaboradores Iván Gierasinchuk y Marina Guitelman, se ponga en marcha para generar todos los climas de los episodios de 7 Salamancas; por momentos tensos, por momentos inquietantes.

El grupo de no actores van desplegando su “habitar” en cámara. Se intuye un gigantesco recorte de todo lo registrado. Milimétrico es el montaje, lo cual ayuda a que Leylen Segundo, Manuel Echegaray, Juan “El diablo” Saavedra, Doña Gregoria Buenaquema y todo el resto de las personas que aparecen a lo largo del metraje actúen como un elemento más casi sin proponérselo. Sin desentonar con el resto de los espacios mostrados.

Los mitos, las leyendas, las criaturas alrededor de ellas. El culto a San la muerte y otros rituales paganos van aportando alguna forma de subtrama, pero sin salirse del eje central.

“7 Salamancas” puede ser un gran ejemplo de inventiva o de aprovechamiento de recursos, pero sobre todo es una demostración de ganas de hacer buen cine.