50 primaveras

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

La historia de una mujer única

Aurore se encuentra en la bisagra de su vida: tiene 50 años, una hija que va a ser madre y otra adolescente que sólo piensa en su novio, una amiga compinche y desconfiada de los hombres, un ex marido bohemio y un jefe insoportable, y una juventud que se aleja mientras aparecen los primeros signos de la vejez. Dirigida por Blandine Lenoir, 50 primaveras sigue a Aurore en su presente, en sus intentos de volver a enamorarse, de lidiar con la menopausia, de encontrar un nuevo trabajo. La mirada de Lenoir es abierta y ligera, capaz de conectar al personaje con los entornos abiertos, con un humor inesperado, con vínculos sensuales y sorpresivos. Si bien hacia el final se apega demasiado a las convenciones de la comedia romántica, la historia de Aurore es más de lo que se espera de ella: atenta a sus gestos, a sus dudas e incertidumbres, a esa resistencia cotidiana en un mundo en el que la vejez es el peor de los pecados modernos.

Agnès Jaoui, actriz y directora de películas como El gusto de los otros y Como una imagen, brinda a Aurore un rostro vital y marcado por los años, alejado de convencionalismos y manías interpretativas, incluso en las situaciones más esquemáticas como la reiterada disputa con su jefe machista. Su Aurora nunca se convierte en la mujer universal o el arquetipo femenino de la cincuentena; es ella, tan única como lo era Jeanne Moreau en la piel de la enigmática Catherine de Jules y Jim, sólo que más de 50 años después.