50 primaveras

Crítica de Daniel Lighterman - Visión del cine

50 Primaveras, de Blandine Lenoir, trata, en tono de comedia, el escabroso tema de la menopausia y la vida en una sociedad que parece no tener lugar para mujeres que pasaron sus cuarenta años.
Aurore es una madre divorciada. Sus dos hijas están en pareja y sus vidas parecen estar en medio de una transformación. El lugar donde trabaja cambió de dueño y ella debe adaptarse a eso. Su hija mayor acaba de quedar embarazada y la menor, enamorada, decide seguir a su novio que se va a radicar a Barcelona. En medio de todo esto, ella se reencuentra con su primer amor, Totoche, en quien deposita la perspectiva de una nueva oportunidad en la vida.

Con las hormonas como principal protagonista, la directora nos muestra tres etapas de cambio que se cruzan. Al mismo tiempo que Aurore tiene que luchar con sus bochornos y su lugar en la sociedad como mujer divorciada, ve como su ex marido, casado ahora con una mujer más joven, tiene su vida resuelta. Su hija mayor, también en un estado de excitación hormonal provocado por el embarazo, tiene problemas con su propio cónyuge y la hija menor, en plena excitación de la post adolescencia, se va de la casa (y del país) en pos de sostener la relación con su pareja.
Lo que podría haber sido un melodrama es, en manos de un guion muy divertido y ocurrente, una comedia que descansa completamente en el carisma de su actriz protagónica: Agnès Jaoui que, además de ser una mujer hermosa, logra contagiar su sonrisa al espectador.

Al trío protagónico de mujeres de hormonas revolucionadas lo complementa Mano, la mejor amiga de la protagonista, que se niega a permanecer en el lugar que la sociedad le asigna a las mujeres de su edad y que aporta al guion (y a la vida del personaje principal) la cuota de humor exagerado que tan bien le viene a la historia.