5 días sin Nora

Crítica de Miguel Romero - Crítica Digital

El duelo de un viudo como eje de una comedia negra

El hombre, cansado de su mujer, se ha divorciado hace años. Pero la mujer logra, después de catorce intentos a lo largo de toda su vida, suicidarse. El hombre tiene que encargarse de lo que es, también, una liberación, pero ella ha dispuesto que el pésaj que sucede al mismo tiempo que sus días de duelo –los cinco que menciona el título, aquellos que deben pasar entre la muerte y el entierro, con la complicación extra de que el suicidio y la tierra consagrada no van de la mano– convoque ortodoxamente a toda la familia. Para el hombre, una molestia más de aquella que no dejó de molestarlo en vida.

Hay muchos elementos que se cruzan amablemente en este film que combina la comedia de costumbres, la comedia negra y la melancolía con un raro equilibrio. Lo más complejo de manejar tal combinación de elementos es mantenerlos en armonía, y Mariana Chenillo, directora y además responsable del guión, se comporta como una experta malabarista durante buena parte del metraje.

Uno de los pilares del film consiste en el trabajo –medido, siempre entre la resignación y el malhumor, siempre con un dejo irónico en el rictus– de Fernando Luján como José, ese marido que debe cargar con la determinación y postrer molestia de una esposa finalmente humana, a quien la propia historia va alejando poco a poco de la caricatura. En su actuación, el film va cambiando de tonos y recorriendo los diferentes estados que provoca una situación en definitiva absurda.

Sin embargo, hay algunos peros. Mientras el film juega con discursos y contrapuntos entre el agnosticismo del protagonista y las necesidades religiosas, en duelos verbales que convocan tanto al ingenio como a la inteligencia –no confundir–, todo marcha más o menos sobre ruedas. Pero, al final, Chenillo parece creer que es necesario “dejar un mensaje” y todo se vuelve demasiado evidente y artificialmente agridulce. Allí la ironía inicial deja paso a lo didáctico y una parte de la potencia del film se disuelve. No del todo, claro, y la originalidad del planteo inicial, así como la imaginación para el encuadre, permanecen.