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Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Profesor de filosofía y de lógica de una escuela secundaria nocturna, Gabriel está atravesando un serio problema conyugal y decide, con la ayuda de su primo Tony, mudarse a un pequeño y destartalado departamento donde sólo un colchón y desvencijadas sillas componen todo el mobiliario. Al finalizar una de sus clases se le acerca una nueva alumna que desaparecerá súbitamente luego de dejarle unos dibujos de Benjamín Solari Parravicini, un artista plástico nacido en Buenos Aires en 1898, quien en vida obsequió cientos de dibujos proféticos que los estudiosos del tema sostienen que predijeron entre otros hechos, el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. Gabriel intentará interpretar el significado de esos dibujos y se verá envuelto en un marasmo de preguntas sin respuesta, al tiempo que se empeñará en volver a hallar a esa alumna.

El director Gustavo Giannini procuró armar un thriller con elementos apocalípticos, pero su guión se va enredando cada ve más en una madeja que, por momentos, hace de la acción una monótona sucesión de significados bastante difíciles de comprender. Esos personajes que pasan por la cotidianeidad de Gabriel lo guiarán hacia un destino inevitable e inesperado y así la historia va perdiendo poco a poco el interés que prometía.

El realizador procuró ser original en su propuesta, aunque el resultado final es apenas aceptable y se deja tentar por ese clima entre siniestro y misterioso que recorre el largo (demasiado largo) camino del protagonista. El elenco apenas pudo dar cierta credibilidad a sus papeles, y así tanto Antonio Birabent como Gonzalo Suárez y Belén Chavanne se esmeraron en apoyar una historia que, sin duda, necesitaba de una mirada más comprensiva para con el espectador.

Con muy poco apoyo aparecen en pequeñas partes Norman Briski, Daniel Fanego, Ricardo Bauleo, Adrián Yospe y Atilio Pozobón, en tanto que los rubros técnicos no escaparon de la mediocridad de este entramado.