El rehén y el burgués psicótico Al igual que Gastón Duprat con Mi Obra Maestra (2018), en esta oportunidad Mariano Cohn se corta solo para 4x4 (2019), abriéndose del que fuera su socio en la dirección -que ahora pasa a los roles de productor y coguionista- en las excelentes El Artista (2008), El Hombre de al Lado (2009), Querida, Voy a Comprar Cigarrillos y Vuelvo (2011) y El Ciudadano Ilustre (2016), todos neoclásicos de la casi siempre raquítica ficción argentina en términos de calidad y profundidad retórica. La premisa es tan sencilla como poderosa: un ladrón de poca monta ingresa a una lujosa camioneta 4x4 para robar el estéreo/ centro multimedia pero queda encerrado detrás de vidrios blindados y a merced del oligarca dueño del vehículo, un psicótico que comienza a torturarlo a la distancia controlando los servicios de a bordo y llamándolo por teléfono a la línea de la camioneta con el objetivo manifiesto de “desquitarse” por haber sido víctima de una andanada de asaltos a lo largo de su vida. El protagonista excluyente es Ciro (Peter Lanzani), padre de familia y ladrón de gallinas experto con un extenso linaje de atracadores en su familia, y su contraparte es el médico Enrique Ferrari (Dady Brieva), un enfermo de cáncer al que le queda poco tiempo de vida y que decide cobrarse las atenciones recibidas en el pasado por terceros -como buen burgués resentido y odiador compulsivo que se la pasa canalizando su mugre psicológica desde la cobardía y la imbecilidad- con un Ciro sin carga en la batería del celular, con un tiro en la pierna por un rebote contra un vidrio, sin poder comunicarse con el exterior -porque el vehículo está insonorizado- y desesperado por el encierro y la falta de agua y alimentos, martirio que se prolonga en total cinco días en los que bebe el líquido limpiacristales del aspersor de la luneta y su propia orina. Recibiendo constantes llamadas para amedrentarlo de parte de Ferrari, su única compañía es un grillo al que decide no comer por sutil piedad. La película constituye una interesante reflexión acerca de la obsesión/ pantomima burguesa y mediática alrededor de la “inseguridad”, eufemismo utilizado desde los centros de poder capitalista para no hablar de la enorme exclusión social, la inoperancia cómplice de las fuerzas policiales y la aún más gigantesca brecha entre ricos y pobres aquí en Argentina y en prácticamente todo el planeta, suerte de patética convalidación tácita de un sistema económico y cultural que en la praxis funciona como una máquina imparable de generar miseria, corrupción, inequidad, mega estupidez y atropellos represivos de todo tipo y color, un baluarte plutocrático que para colmo es festejado por unas mayorías que eligen a sus verdugos de derecha, los artífices de una pauperización y una lobotomía masivas tendientes a garantizar que el pueblo adopte -desde la ingenuidad y el más deplorable analfabetismo político- la ideología de la clase hegemónica hambreadora como propia, como su identidad. La primera parte de la trama respeta el andamiaje estándar de muchos relatos recientes de claustrofobia en sintonía con Phone Booth (2002), Panic Room (2002), Buried (2010) o hasta Locke (2013), aunque tomando prestado el catalizador de la genial Stuck (2007), el último largometraje de Stuart Gordon, una obra muy austera en la que un pobre hombre menesteroso, Thomas Bardo (Stephen Rea), terminaba incrustado en el parabrisas de una burguesa cuya única preocupación era garantizar su impunidad, Brandi Boski (Mena Suvari). Durante el desenlace el devenir narrativo tuerce el volante hacia una parodia en torno al circo de los mass media y la ignorancia popular sobre el tema, una sátira camuflada que recuerda -salvando las distancias- a Tarde de Perros (Dog Day Afternoon, 1975) en esa interrelación entre los oficiales a cargo, el público espectador/ metiche y un negociador, Julio Amadeo (Luis Brandoni), el cual es convocado cuando el asunto se complica bastante. A pesar de que el planteo no es de por sí original, tanto la fotografía de Kiko de la Rica y la música de Dante Spinetta como la actuación de Lanzani y la mano firme de Cohn detrás de cámara son en verdad excelentes y ayudan a redondear un thriller comunal furioso y eficaz destinado a generar polémica ya que no justifica a ninguna de las partes pero por supuesto pone su corazoncito del lado del pobre que roba, señalando desde el vamos que no pasa de ser un rehén más de una sociedad injusta avalada por un Estado que gobierna para los ricos y no hace nada para redistribuir la riqueza, a veces hasta fogoneando la autovictimización risible de los burgueses y unas capas privilegiadas nauseabundas que adoran mantenerse alejadas del resto de la sociedad en countries, oficinas fortificadas y estos mismos vehículos blindados todo terreno. 4x4 destruye el fetiche actual con la vigilancia y la venganza por mano propia, invitando a sopesar las verdaderas causas de tanta violencia y locura social…
Ciro, un ladrón interpretado por Peter Lanzani, abre una camioneta 4×4 estacionada en una calle alejada con obvios fines delictivos. Lo que no sabe es que el vehículo está blindado y puede cerrarse a distancia, facultad que ejecuta su dueño para torturarlo con la excusa de darle una lección. Por Ayi Turzi La propuesta, dirigida por Mariano Cohn en solitario, con su clásico coequiper Gaston Duprat ahora a cargo de la producción, puede ser desglosada en dos partes: por un lado la trama y la forma, y por otro la bajada ideológica o su postura socio-política. Lo formal y narrativo son todo un ejercicio de estilo: soportada en el montaje y en la actuación de Lanzani, la situación de encierro logra transmitir una fuerte claustrofobia. Por momentos incluso, angustia. El paso del tiempo, la falta de recursos y la imposibilidad de escapar se suman a la voz telefónica del dueño de la 4×4 (Dady Brieva) quien parece llamarlo al principio para proponerle algún tipo de juego o desafío, intenciones que se diluyen, transformándose directamente en odio. Los pocos momentos en que la cámara sale del vehículo, lejos de proporcionar un respiro, terminan reforzando el encierro: Ciro grita desde adentro del vehículo, pero, al estar blindado e insonorizado, nadie desde afuera lo escucha. Y es en este punto donde podemos pasar a reflexionar sobre la bajada o postura. Ciro carece prácticamente de presentación. No sabemos quién es, de dónde viene, a dónde va o cuáles son sus motivaciones. Solo lo vemos entrar al vehículo, dañarlo y tratar de salir. Los datos que tenemos sobre su vida los vamos obteniendo con el transcurso de la narración, lo cual hace muy difícil de entrada empatizar con él. Lo contrario sucede con el doctor Ferrari: lo conocemos de primera mano por su propia voz, su relato en primera persona sobre la cantidad de veces que sufrió hechos delictivos, el esfuerzo que le costó construir su vida y demás. Esta diferencia que notamos en la introducción de los dos personajes principales se replica en cada diálogo y cada acción, no solo de ellos, sino también de lo poco que vemos en su entorno, generando una dinámica donde el pobre no tiene casi identidad, pasado ni futuro y puede ser reducido a un trato animal en una aparente búsqueda de justicia, mientras que el rico tiene una profesión que ayuda al bienestar de la sociedad y todo lo que tiene lo ganó por su trabajo, encontrándose en legítimo derecho de ejercer la defensa de sus posesiones como mejor le parezca. En particular, estas circunstancias me generan como mínimo un debate interno. Ninguno de los personajes está del “lado correcto” de acuerdo a lo que podemos considerar, mediante una enorme simplificación, el bien o el mal. Incluso, el médico, quien debería (siempre de acuerdo a generalizaciones estereotípicas) velar por la integridad física de los demás no duda en ensañarse con el bandido. Lejos de recibir una condena social por lo que hace, el entorno lo apoya y lo viva. Incómoda por esta cuestión de no poder empatizar con ningún personaje, y sin lugar a dudas disparadora de debates, 4×4 versa sobre la inseguridad, la justicia por mano propia y las falencias de nuestro propio sistema judicial. Para verla teniendo que las películas cortadas por la tijera de Cohn y Duprat suelen generar revuelo en lo referido a su postura más afín a los sectores conservadores y de alto poder adquisitivo, y esta no es la excepción.
Barbarie y barbarie El inicio de 4×4 anticipa el tono de la historia al presentar una serie de planos detalles de cámaras de seguridad, carteles de advertencia y rejas sobre diferentes casas de un barrio residencial, que en su conjunto pueden definir la iconografía urbana más urgente preocupada por los robos, la invasión a la propiedad privada y demás delitos que están a la orden del día. El montaje de este prólogo tiene una intención que es perfectamente identificable por la aceleración de un ritmo que opera a modo de resaltador de una idea, que se comprendia con la simpleza de la presentación de esos elementos. Inmediatamente vemos a un joven (Peter Lanzani) llegar a un calle donde una camioneta 4×4 se encuentra estacionada, él no duda en forzar la puerta del conductor para robar el estéreo. Después de un rapto aspiracional y, también, de cierta maldad con el vehículo, procede a escaparse pero ese objeto del deseo ahora es una trampa sin salida. Sin poder violentar nuevamente la puerta, ni romper los vidrios e incluso sin poder conectarse con el exterior (la camioneta tiene los vidrios polarizados e insonorizados) el ladrón es ahora una víctima, lo que se termina de confirmar con una llamada del dueño al vehículo para confirmarle que todo se trata de una trampa. Hasta aquí tenemos un nuevo ejemplo de un micro fenómeno que es el género de “film de encierro” llevado a un nivel minimalista, como lo han hecho en los últimos años Enterrado (2010), ATM (2012) o La habitación (2015), entre otros ejemplos. La caja toracica textual, sin embargo, se rompe porque a Cohn no le interesa construir un producto basado en las estructuras génericas y sus mecanismos. Lo primordial para él es exponer el hartazgo de la clase media y su resentimiento hacia la inseguridad, un mensaje que es bien transparente porque se materializa con el personaje de Dady Brieva, el dueño de la camioneta, un médico ginecólogo u obstetra (no queda claro) que en diálogos bien gruesos le hace un racconto al joven de los diferentes asaltos que ha sufrido, o de cómo su hija tuvo que mudarse a otro país para escapar al flagelo que muchos ciudadanos viven a diario. El personaje de Brieva parecería inscribirse en el perfil de esos villanos que van demasiado lejos en el intento de cambiar de cuajo un panorama pero la falta de músculo a su personaje en off, consecuencia de unos diálogos sin profundidad anclados en la dimensión estricta de la denuncia vociferada, hace que se disipe la tensión entre él y el joven ladrón que mantiene cautivo bajo un juego psicológico perverso. Lanzani no aparece en la piel de una víctima que está sufriendo un castigo indirectamente proporcional al acto cometido pues Cohn se ocupa bien de establecer que se trata de un delincuente que merece lo peor: por un lado su prontuario (asaltos, asesinatos, robos, etc), expuesto por el médico en uno de los tantos llamados; por otro la mirada que el propio personaje de Lanzani tiene sobre la gente de su clase, que se lee a partir de la escena en que reacciona con insultos xenófobos después de ver a un indigente sacar un pedazo de pizza de un contenedor de basura, dado su hambre provocado por el encierro. También hay una reflexión existencial: “Vos sos un chorro, tu papá era un chorro y su papá era un chorro”; pequeña pero contundente muestra del concepto que tiene la clase media sobre los delincuentes de todos los días, porque el delito es solo una cuestión de clase y de herencia, el contexto social y económico no aparecen como variables. Cohn parece tener los conceptos de su historia algo endebles, su falta de fortaleza se ve cuando busca inocular un mensaje resaltado de forma furiosa. En otro momento sucede esta clase de tiro fallido cuando un “colega” del joven atrapado intenta robar la camioneta pero es linchado por un grupo de vecinos que lo fajan sin piedad (incluso cuando la policía ya está en el lugar) al grito de improperios sobre qué debería pasar con estos delincuentes, palabras que estamos acostumbrados a escuchar en los medios. Lo que sucede es que la idea interesante -cómo el joven parece estar más seguro en el encierro que en el afuera- se diluye completamente ante el grosor y el exceso de diálogos; no basta para Cohn un insulto del tipo “negros de mierda, hay que matarlos a todos”, también es necesario un “hijos de puta, entran por una puerta y salen por otra”, para terminar con una patada por parte de un vecino cuando el delincuente ya está reducido y con las manos esposadas. La aparición física de este médico, interpretado con sobriedad e ingenio por Brieva, debería darle ciertas ínfulas a esta narración enclenque, es decir elevarla nuevamente a esa presunción genérica y su dinámica que alimenta los relatos, pero lo que sucede es un redoble en la apuesta temática. La representación de dos demonios (un delincuente raso y un justiciero de mano propia) se debate entre el humo de un porro cuando el médico le ofrece un “último deseo” al delincuente. Aquí no faltan líneas de diálogo que operan a modo de justificaciones para ciertos actos, en un nuevo intento arrastrado de ubicar a los personajes en un espejo social donde se reflejan mutuamente. La puesta en escena de una especie de corte del pueblo hacia el final trae nuevamente a “la gente” y sus consignas de rigor: “¡Nos matan como moscas!,” “¡Es zona liberada!”, “¡Matalo!” y tantas otras. Solo restaba a esta fiesta del resaltador que esas frases aparecieran en forma de tuits. En la conferencia de prensa Cohn señalaba que el cine argentino nunca tocó el tema de la inseguridad. Podemos dejar de lado la discusión sobre si el cine debería ocuparse de tal o cual tema, pero no se puede ignorar que es una mirada de ultraderecha sobre una cuestión sensible para muchos tuvo su apogeo en otros momentos de la historia. A propósito de El vengador anónimo (1974), film icónico del cine neofascista de los 70, en el momento de su estreno se entendía que su espíritu exploitation se erigía por sobre las situaciones cuasi hiperbólicas, sin la intención de convertirse en un objeto de pretensión para debatir cuestiones sensibles sobre la inseguridad ni muchísimo menos. Si venimos acá en el tiempo (y espacio), a la obra final de Emilio Vieyra Cargo de conciencia (2004) también (aunque por efectos involuntarios) se la podía pensar en el mismo tono exploitation. No existían dudas de la posición ideológica del director de Correccional de mujeres (1986) ni tampoco de la de Cohn, quien vuelve a reafirmar su mirada de la sociedad desde un pedestal, como lo hizo en sus películas previas junto a Gastón Duprat (aquí productor y guionista). La decisión de poner un director de fotografía (y uno notable como lo es el vasco Kiko de la Rica), a diferencia de El ciudadano ilustre (2017) que no lo tuvo, es un buen comienzo, mientras tanto 4×4 camina sola hacia el rincón de las películas más fascistas de la historia del cine argentino.
Ciro es un joven de pocos recursos que pasa sus días delinquiendo. Mientras camina por una calle sin mucho movimiento decide asaltar una lujosa camioneta 4×4 que está estacionada. Pero cuando quiere salir se da cuenta de que no puede: todas las puertas están cerradas, los vidrios blindados e insonorizados y no tiene otra opción que quedarse allí. Pero el dueño del auto tendrá el control y planeará un juego macabro. “4×4” es la nueva película de Mariano Cohn en solitario, aunque Gastón Duprat, con quien suele trabajar fervientemente, permanece como productor del film. Una cinta que dará que hablar por su temática polémica y su forma de abordarla, pero que sobre todo se destaca por el trabajo técnico de sonido, fotografía y escenografía, como por la gran labor que realiza Peter Lanzani a la hora de componer a un personaje que está en todo momento en una locación acotada. Las películas que se suceden en una sola locación siempre son muy llamativas de ver, porque no solamente generan un clima claustrofóbico que hacen de esta una experiencia inmersiva, sino que le permite al actor o a los actores desenvolver todo su talento. En este caso, “4×4” consigue brindarnos esa sensación de encierro y desesperación, la misma que vive su protagonista. El largometraje maneja muy bien los momentos tensos, desesperantes, causados por este aislamiento y la situación de secuestro y tortura, pero también existe un espacio para la liberación a través de chistes o instantes incómodos o bizarros, que hacen que el espectador también pueda descontracturarse. Hacia el último acto la historia se desinfla un poco, pero de todas maneras no empaña el resultado final. Lanzani es quien está todo el tiempo en pantalla y sostiene la primera parte del film hasta su último acto con sus gestos. Casi no hay diálogos en la cinta, salvo pequeñas interacciones entre el joven y el dueño del auto, es por eso que todo su trabajo recae en los movimientos y gestos, vemos cómo se va degradando una persona con el paso de las horas y cómo sobrevive en ese estado. Probablemente una de las labores más exigentes y mejor realizadas de este prometedor actor. Pero también en “4×4” tenemos la presencia de Dady Brieva (primero como una voz) y Luis Brandoni que se incorpora hacia el final de la historia. Ambos realizan un correcto trabajo, aunque todas las miradas se posan inevitablemente en Lanzani. Debido a estas idas y vueltas entre los personajes de Lanzani y Brieva, el espectador puede ir cambiando su parecer y sentir sobre las situaciones que se van desarrollando. Primero tal vez puede justificar lo que hace uno de los roles, mientras que después probablemente termine apoyando al otro. Acá es donde la película se torna polémica, ya que se exponen temáticas muy fuertes y discutidas en la sociedad, relacionadas a la realidad en la que vivimos en cuanto a los temas de la inseguridad, la falta de una justicia eficiente, la justicia por mano propia, los linchamientos, los derechos humanos, y el rol del delincuente (las pocas posibilidades de progresar, la falta de educación, las soluciones en torno a su futuro). Probablemente la cinta tienda a tomar una postura más que otra, pero permite mostrar lo que sucede en la realidad para posteriormente generar un debate. Que haga ruido y se hable tanto del film como de todas estas cuestiones de actualidad. Con respecto a la banda sonora, nos encontramos con música original a cargo de Dante Spinetta, que le otorga su estilo propio al film. Pero también se realiza un muy buen trabajo con el sonido. Como mencionábamos anteriormente, la mayor parte de la película no tiene mucho diálogo, pero es de vital importancia lo que escuchamos; cada movimiento tiene su respectivo sonido. Además, la banda sonora acompaña muy bien a la historia, sobre todo en los momentos de mayor tensión y suspenso, aumentando esta sensación. En síntesis, “4×4” es una película nacional que sin dudas dará que hablar. Pero no solo por la polémica de su temática, que ahí influirá mucho la postura del espectador para con estas cuestiones de la inseguridad y la realidad social, sino por la calidad con la que está hecha. Una sola locación muy bien manejada, con una gran ambientación y labor escenográfico, un muy buen trabajo de sonido y una sólida interpretación de Peter Lanzani que lleva a su personaje hasta los límites más extremos. Si bien pierde un poco de peso hacia su última parte, el resultado final es positivo.
Estado de descomposición social: Un montaje sucesivo de primeros planos de elementos de seguridad (alarmas, cámaras de vigilancia, alambre de púa, perros, etc) que se va acelerando, da comienzo a 4×4, la ultima película de la dupla de realizadores argentinos Cohn-Duprat, esta vez con Cohn en el rol de dirección y Duprat en la producción. Este comienzo ya sitúa la cuestión del derecho a la propiedad privada y la pregunta eje del film: ¿Hasta dónde es justo defender la propiedad privada? Un joven camina por la vereda con aire relajado. Cuando ve una lujosa 4×4, ingresa a ella con la intención de robar el centro musical o computadora de a bordo. Cometido el acto, se sienta al volante y se calza los anteojos de sol que halla ahí, con un gesto de complacencia y superioridad por ocupar ese lugar. Seguidamente mea en el asiento trasero, en señal de desprecio a la clase dominante. Cuando quiere salir con el botín, no puede. El objeto de codicia se rebela como una trampa mortal. Por más intentos que realiza el joven Ciro (Peter Lanzani) por salir o pedir ayuda, nada da resultado pues la camioneta está insonorizada, polarizada y blindada, es una suerte de bunker, como le hace saber su dueño, el Dr. Enrique Ferrari (Dady Brieva), que aparece como una voz en la computadora de a bordo. A partir de aquí, el robo pasa a un segundo plano, y el carácter policial del comienzo vira hacia el thriller o el tour de force. Entre el médico y Ciro se va estableciendo un vínculo a través de las sucesivas apariciones del primero con carácter de voz, e iremos conociendo algunos aspectos de sus vidas. El Dr. Ferrari, en su tono seco e inquisidor, se rebela como una presencia inquietante y de carácter sádico, pues al mantener a su rehén encerrado durante cinco días en la camioneta, este deberá pelear por su vida. Ferrari es un médico obstetra de situación acomodada que ya ha sido víctima de veintiocho robos, que ha sufrido enormemente el robo a punta de pistola a su hija y su nieto (quienes debido a este suceso decidieron emigrar al exterior) y que además, al padecer una enfermedad terminal, está jugado y por lo mismo dispuesto a todo. Esto lo sitúa como un personaje con características psicopáticas, border y kamizaze. El robo lo lleva al umbral de un límite que desencadena su locura. Llama la atención que en algunas ocasiones este hombre cruel haga ciertas concesiones, indicándole a su presa donde encontrar agua o un alfajor, o disponerse a concederle el último deseo de fumar un porro. Esto podría leerse como cierto sesgo paternal del personaje (ya que el joven podría ser su hijo), pero también como el objetivo de producir un sufrimiento eterno, pues si el joven muere rápidamente el placer sádico (y la película) encontraría su fin. La 4×4 deviene así una suerte de caja de tortura, como lo indica el significativo nombre de la camioneta inscrito en el manual de instrucciones: “Predator”. Ciro se convierte en un personaje con características crísticas, como lo señala la escena en la cual se encuentra recostado en el asiento de atrás, solamente con su calzoncillo blanco y los brazos a ambos lados. La tensión intenta ser rebajada con momentos de humor negro e irónico en la voz de Ferrari, pero más que descomprimir en el contexto de situación, pueden tomar el sesgo de la burla y la provocación. Estas escenas de encierro, lejos de producir un efecto de suspenso o de desesperación en el espectador, lo dejan más bien como testigo de la escena sádica del más poderoso sobre el más vulnerable, como suele suceder en las películas de Cohn-Duprat como El hombre de al lado o El ciudadano ilustre. Ciro no encarna el estereotipo del pibe chorro de baja condición social, sino que tiene cierta sofisticación que se deduce de su vestimenta y de la música que escucha. Aquí el director da cuenta de su posición ideológica al plantear el patrón del delito de robo que se daría en cualquier clase social como herencia directa; única herramienta conocida y aprendida a partir de la transmisión en un linaje. Se trata de aquellos que lo han adquirido a partir de un padre, que no se muestra como garante de la ley, del limite al goce que supone la función paterna, sino como un padre que desafía a la ley y que se coloca en el lugar de la ley misma, ya sea porque no pudieron acceder nunca a un trabajo formal o porque desde un trabajo formal y acomodado han cometido actos fuera de la ley. El problema es que plantea la transmisión recibida en la familia como un destino férreamente marcado, como si se tratara de la única influencia que un sujeto recibe en la vida y como si no hubiera posibilidad de elección subjetiva sobre las determinaciones recibidas. Dentro de la camioneta también está encerrado con Ciro un grillo. Al comienzo apunta a matarlo, luego cuando sufre el hambre está tentado a comerlo, pero en ambos casos se contiene. Hay una superioridad de condiciones entre el grillo y Ciro. El insecto se muestra frágil e indefenso, pero sin embargo, Ciro reprime sus pulsiones de muerte sobre él. El grillo deviene así el soporte de su supervivencia, suerte de “Wilson” del naúfrago que interpretaba Tom Hanks (así como los crayones que encuentra y con los cuales dibuja). El grillo y los crayones son elementos que, habilitando la palabra y la creación, sostienen a Ciro del lado de lo humano y no lo dejan caer en la animalidad depravada y la locura. El grillo como personaje tiene además un significado particular: es un símbolo de la buena suerte, que anticipa un final posible a la encerrona trágica de Ciro; y a la vez es aquello que encarna la voz de la conciencia moral. Así el pequeño insecto pone en boca de Ciro diversos lugares comunes de la sociedad: la xenofobia contra aquel de condición social inferior, o el ya mencionado prejuicio de la ecuación sin salida que iguala a abuelo chorro, padre chorro e hijo chorro. La linea que emparienta a ambos personajes es una de las más interesantes de la película. Los dos, que están fuera del sistema por diversas razones, no tienen nada que perder y son tanto víctimas como victimarios. Pero el encierro del otro diferente, de menor condición social o menores recursos simbólicos, da cuenta del encierro del propio Dr. Ferrari al no poder abrirse a lo otro, a sus circunstancias; y en este punto revela que el mal no está realmente afuera, en el otro, sino que el otro es el soporte de la proyección del propio mal, de las propias miserias y crueldades ignoradas. Hay una desproporción muy grande entre el delito cometido por Ciro y el castigo de muerte que le quiere imponer el médico, y aquí es donde precisamente surge la pregunta de hasta dónde es justo defender por mano propia la propiedad privada en un mundo marcado por tanta inequidad. En este punto es cuando la película extrapola la situación a escala social y retoma entonces la linea del policial – judicial. El Dr. Ferrari mantiene a Ciro encañonado como su presa rehén mientras la policía lo rodea y el tribunal del pueblo lo vitorea y alienta al grito de: “Entran por una puerta y salen por la otra”, “la culpa es de los que defienden los derechos humanos”, en tanto el negociador policial Julio Amadeo (Luis Brandoni) intenta mediar en la situación. Si bien las tres primeras partes del film, obviando el punto de vista adoptado por el director, se sostenían principalmente por la interpretación de Peter Lanzani y en cierto desarrollo del suspenso, la secuencia final decae porque tanto los parlamentos como las interpretaciones de los personajes resultan poco convincentes y forzados. Aquí Cohn se sirve del formato de los exitosos programas de opinión que pretenden dar cuenta de “todas las voces todas”, apuntando a crear debate y controversia entre amigos o familiares, al movilizar al espectador a sumarse al circo romano situándose ya sea del lado del garantismo o del lado de la mano dura fascista. La película da cuenta así de la profunda descomposición del tejido social que es signo de los tiempos de arrasamiento neoliberal, donde valores simbólicos como la justicia y la empatía se encuentran degradados. 4X4 pretende no tomar posición y mostrar el estado de situación social, retratando las diversas opiniones sociales, pero no obstante revela su posición ideológica en su decisión de darle relevancia y lugar al comité moral de ciudadanos de clase media y alta que, con su linchamiento y el vitoreo que instala como héroes a los justicieros mediáticos, ilustra la animalidad depredadora del que tiene más poder sobre aquel en inferioridad de condiciones, apto para ser objeto de sus apetitos de agresión, explotación, abuso, y degradación. No es necesario que la película subraye el estado selvático de la sociedad, que ya conocemos y que se respira diariamente en la indiferencia del anonimato en las calles y en los medios de comunicación que lo fogonean constantemente, mostrando hasta el hartazgo los casos de inseguridad e incitando a tomar partido por la solución violenta. En el estado de situación en que estamos, donde la pobreza y la exclusión social alcanzan picos alarmantes, la obra de arte tendría un efecto más subversivo e interesante si fuera a contrapelo del neoliberalismo financiero que destruye los valores sociales, abogando por una historia que recupere la empatía y la solidaridad social.
“4×4”, de Mariano Cohn Por Jorge Bernárdez En el comienzo de 4X4 el espectador se encuentra ante la promesa de una propuesta que puede pensarse como interesante. Un ladrón de autos (Peter Lanzani) se mete a una camioneta de las grandes para desvalijarla, el ladrón comete todas las tropelías y maldades posibles demostrando que además de ser ladrón es un resentido social. Pero cuando termina su faena de saqueo y vandalismo, no puede salir de la camioneta y entonces asistimos a la desesperación del caco que no puede salir de esa trampa. Pasan los minutos de película y se agotan las opciones del ladrón que en su desesperación, le dispara al vidrio blindado de la camioneta y la bala al rebotar le perfora una pierna. Además de chorro y resentido es bastante chambón, digámoslo todo. Esos primeros minutos son lo mejor de la película que a partir de ahí se cae como los nuevos modelos aviones Boeing. Suena el teléfono de la camioneta y el ladrón, que lleva unas horas encerrado, atiende a la voz que sale del teléfono que se presenta cómo Enrique (Dady Breva). Enrique le habla al chorro gastándolo un poco y contándoles sus pesares de clase media acomodada en la Argentina, donde los ladrones entran por una puerta y salen por la otra y es que a Enrique ya le robaron un montón de veces y no solamente a él, también a la hija, a la nieta y a la madre. No se debe tratar con el resto de la familia porque si no seguro que también Enrique nos aburría a nosotros y a Peter Lanzani con más casos de inseguridad. Lo que prometía algo cinematográficamente apasionante se vuelve ramplón como canal de noticias en las crónicas policiales del conuburbano. El medicó ginecólogo dueño de la camioneta es machista, lector de Clarín y anuncia el evangelio del ciudadano escandalizado para el que los políticos “son todos iguales”, pero todo sin plan alguno y es que tiene un as en la manga que no vamos a develar porque no somos ortivas como el dueño de la camioneta. El ginecólogo de paso tira un chiste viejo y machirulo que si el espectador tiene más de cincuenta años seguramente ni lo entiende. Cuando ya estamos todos medio hartos del juego entre el gato y el ratón hay una escena medio onírica protagonizada por Peter Lanzan antes de que finalmente Enrique aparezca en escena porque claro, ya va siendo hora de que se presente. Y un rato después llega Luis Brandoni el negociador de la policía de la ciudad, y qué duda cabe, un cuerpo que los porteños sabemos lo impoluto y efectivo que puede ser. Lo cierto es que junto al negociador también aparecen los medios con su cobertura desde el lugar del hecho del hecho y también la voz de la gente del barrio, aportando lugares tan comunes e innecesarios como reaccionarios. Entonces los acontecimientos se precipitan de manera dramática aunque antes se le brinda un aplauso a la policía. En fin. El asunto es que justo cuando el mediador parecía convencer al ginecólogo indignado se pudre todo. En el epílogo vuelve la voz de la calle recalcando que los decentes vivimos entre rejas y los delincuentes están libres. 4×4 cuenta con un buen papel protagónico de Peter Lanzani, que debe ser el mejor actor de su generación, un Dady Brieva correcto aunque la gracia de poner un actor cómico en un papel dramático ya no sorprende a nadie, porque sabemos que los cómicos tienen su costado sombrío y pueden hacer bien eso de ser un canalla. Luis Brandoni cumple holgadamente su papel de mediador policial. El relato es astuto y el casting lo demuestra. En las notas previas del director se deja bien claro que la intención de la película es promover el debate sobre la inseguridad. Si hubieran pensado un poco más en hacer cine y menos en abrir un debate, por ahí la película levantaba vuelo, quién sabe. 4X4 4×4. Argentina/España, 2019. Dirección: Mariano Cohn. Guión: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Intérpretes: Peter Lanzani, Dady Brieva, Luis Brandoni, Gustavo Rodríguez, Noelia Castaño. Producción: Gastón Duprat, Jaume Roures y Carolina Krasñansky. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 90 minutos.
Mariano Cohn y Gastón Duprat son, en el cine nacional, garantía de debate y polémica. Desde la ópera prima “El artista” (2008), pasando por sus más célebres películas como “El hombre de al lado” (2009) y la aclamada “El ciudadano ilustre” (2016), esta inseparable dupla de realizadores ha desarrollado una mirada dura sobre el arte moderno, la vida en los pueblos pequeños, la clase baja, y un gran dejo de misantropía y xenofobia. Pero nuestro deber aquí no es juzgar el pensamiento de los realizadores, claro está. El tándem de realizadores se separó por primera vez el año pasado con “Mi obra maestra”, film que dirigió Duprat en solitario. Ahora fue el turno de Mariano Cohn y su “4×4”, uno de los estrenos más relevantes dentro de un 2019 que, a nivel nacional, parece será bastante moderado. “4×4” fue guionada por su socio/amigo Gastón Duprat, y tiene el protagónico absoluto de Peter Lanzani, aquella estrella juvenil de “Casi ángeles” que desde el 2015 –con “El clan”- no deja de crecer dentro de la industria cinematográfica. En papeles menores, también aparecen, el humorista Dady Brieva y Luis Brandoni. Un joven observa la lujosa camioneta 4×4 estacionada en la vereda de un barrio, así que decide entrar en ella para poder robar. Cuando intenta salir, no puede. Esta atrapado en un auto blindado, y su dueño está dispuesto a llevar al extremo la situación. No recuerdo muchas películas argentinas de supervivencia, y es llamativo, porque se trata de una de las temáticas más explotadas en los últimos años, tanto en el cine norteamericano, como en el europeo (los países nórdicos principalmente). Así que con “4×4”, Mariano Cohn intenta explorar un terreno poco transitado por la industria nacional. Hemos visto historias de personajes que se quedan en lo profundo del mar, colgados en montañas, atrapados en cuevas, sobreviviendo al frío del ártico, y hasta los hemos visto flotando en el espacio. Se ha contado todo, o casi todo, pero “4×4” encuentra la rosca para proponer una situación distinta. Los primeros planos detalles del film (casas con rejas y cámaras de seguridad), son una anticipación de lo que Cohn va a trabajar: la inseguridad. Un tema que tanto debate genera en la Argentina de hoy. Provocadores por excelencia, la dupla Cohn-Duprat toma una serie de decisiones que invitan a la toma de postura sobre un punto de vista o el otro. ¿Estamos del lado del ladrón o del dueño del auto? Incluso hay una picardía en la elección de Dady Brieva y Luis Brandoni, dos actores cuyos roles parecen inversos a sus pensamientos reales. La elección de la camiseta de Boca para el ladrón, es otra de esas cuestiones que va a despertar polémica, y es que “4×4” es eso, siempre está al borde de lo degradante. La clásica mirada despectiva de Cohn-Duprat sobre la clase baja está presente, ya sea en la selección de ciertos planos, en la construcción del personaje principal o en la escritura de algunas líneas. No obstante, a pesar de todo eso, “4×4” acaba siendo un thriller disfrutable y efectivo que presenta algunos buenos aciertos. A los 3 minutos de película, el personaje ya se encuentra atrapado en el auto. Mariano Cohn no pierde el tiempo en presentaciones ni desvíos, va rápidamente a la situación, algo que le podría haber jugado en contra, ya que se trata de una temática difícil de sostener en intensidad/duración. El peso dramático cae absolutamente todo en Peter Lanzani, un actor de crecimiento notable que aquí ofrece un tour de force consagratorio que lo instala como uno de los mejores actores de su generación. Son pocas las veces que la cámara sale afuera del auto. Mariano Cohn acentúa muy bien lo claustrofóbico priorizando quedarse adentro, en la reducción del espacio, y logra mantener el interés creando algunas pequeñas peripecias funcionales al relato. La participación de Dady Brieva es un poco omnipresente. Pone la voz en buena parte del metraje, pero no tiene demasiado tiempo en pantalla. Ahora bien, la aparición de Luis Brandoni –sobre el final- es bastante más forzosa e innecesaria. Se entiende solo desde el lado comercial, pero como personaje en sí, no tiene ningún peso ni construcción. “4×4” funciona mejor cuando se dedica a ser solo y únicamente un thriller de supervivencia. Cuando quiere transformarse en una lectura social, resulta torpe (con demasiados subrayados), y cuando en el acto final pretende ser “Tarde de perros”, tampoco lo consigue del todo. Un correcto ‘debut’ en solitario, de Mariano Cohn como director. Cumple todas las expectativas que uno podría tener sobre ella.
Buenos Aires, 2019. Una camioneta blindada e insonorizada, estacionada en una de nuestras calles, cualquiera sea. Un joven, como tantos con la idea de producir el robo de un simple stéreo; luego nos enteramos que su nombre es Ciro Bermúdez (Peter Lanzani) logra de una forma que no contaremos abordar a esa camioneta para cumplir su cometido. Dentro del vehículo van ocurriendo distintas circunstancias hasta que en un momento, cansado de estar allí dentro y con su labor de delincuente cumplida, decide hacer abandono del auto. No puede. La cerradura se ha trabado por dentro. Busca las mil y una formas de salir. No lo logra, hasta inclusive llega a lastimarse a sí mismo, motivo de su desesperación por estar nuevamente en la calle. Nadie lo ve, ni lo escucha, vanos son sus pedidos de ayuda y su desesperación se acrecienta. El dueño del auto, Enrique Ferrari (Dady Brieva) se comunica por un medio que el vehículo posee y decide castigar la inconducta de Ciro. Pasan los días, el cuerpo se deteriora y cada vez son más las necesidades de abrazar cada vez más la calle con uñas y dientes. Se trata de un thriller psicológico, que a la vez nos muestra facetas importantes de la sociedad argentina actual, la delincuencia, el apoderamiento de bienes ajenos y como se sufre cuando se es descubierto en la faz del delito. Destaco primariamente una historia interesante con una muy lograda actuación de un joven que crece con mayúsculas en todos sus trabajos, hablo, por supuesto de Peter Lanzani, quien en ésta película transmite todas y cada una de las sensaciones en forma personal. Lo acompañan Dady Brieva en un correcto rol, y Luis Brandoni como el mediador en un trabajo menor, pero no por ello menos importante. Buena dirección de Mariano Cohn haciendo nuevamente dupla con la producción de Gastón Duprat y la música original de Dante Spinetta que llega para sumar. ---> https://www.youtube.com/watch?v=lLbwGrI8YXo DIRECCIÓN: Mariano Cohn . ACTORES: Peter Lanzani, Luis Brandoni, Dady Brieva. GUION: Mariano Cohn , Gastón Duprat. FOTOGRAFIA: Kiko de la Rica. MÚSICA: Dante Spinetta. PRODUCCIÓN: Gastón Duprat. GENERO: Thriller . ORIGEN: Argentina. DURACION: 90 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas DISTRIBUIDORA: Buena Vista FORMATOS: 2D. ESTRENO: 04 de Abril de 2019
Con un Peter Lanzani todoterreno “4x4, bienvenido a bordo” llega para poner sobre la mesa un tema bien latente y argentino. Una lujosa 4x4 está estacionada en la vereda en un barrio de Buenos Aires. Un chico entra en ella para robar y cuando quiere salir, no puede. Las puertas no responden, los vidrios tampoco, la 4x4 es un bunker blindado. Está encerrado y alguien desde afuera tiene el control del vehículo. Mariano Cohn (“El Ciudadano Ilustre”, “El Hombre de al Lado”) dirige su primera película en solitario, y lo hace con un tour de force (como él mismo define) que va al frente, directo y que no repara en sutilezas. Desde el comienzo arranca sin demasiados preámbulos y presentaciones. Va derecho al meollo de la cuestión: un pibe robando una camioneta. Las primeras imágenes nos dejan en claro el tema a tratar sin vueltas: la inseguridad. La música, a cargo de Dante Spinetta que explora por primera vez en el mundo cinematográfico, no es la excepción. No es algo de fondo que acompaña. Se sitúa bien al frente, con mucha presencia cuando le toca intervenir. Y aprovechando las virtudes del creativo miembro de IKV, la película se da el lujo de tener su propio hit inédito “Ruta 666” (¿ya lo encontraremos por las radios?). Quizás la mayor ambigüedad que nos propone el film es la de hacernos alternar empatía entre los personajes. Por momentos entendemos a uno, por momentos justificamos al otro. Por momentos sufrimos con uno, por momentos nos enojamos con el otro. Durante la conferencia de prensa alguien preguntó sobre las posibles controversias o debates que el film pueda generar. En caso de que esto suceda punto a favor, en mi opinión. Porque el arte no debe interesarse en ser complaciente; debe interpelar, incomodar y carecer de ética. Es tarea nuestra, la de los espectadores, opinar sobre el bien o mal obrar de los personajes. Meritoria mención al trabajo de Peter Lanzani (benditos los actores que asumen riesgos, sin importar el resultado) en un rol soñado para cualquier actor. Una participación casi omnipresente y con muy poco texto. Asume el desafío de un protagónico del que se sostiene mucho el film. Logra con éxito el cometido reafirmando el sólido camino actoral que hace tiempo lleva recorriendo. Al verla no podía evitar sentir alguna reminiscencia con “Un Día de Furia” (“Falling Down” de 1993), y lo digo en un sentido positivo. Un hombre común cansado de una situación incorrecta que normalizamos y cotidianizamos, decide hacer justicia por mano propia. Una vez alguien me dijo que hay obras que son mimos. Esas que después de verlas salimos contentos y dichosos. Y otras obras son cachetadas. Claramente “4x4, bienvenido a bordo” entra en la segunda categoría. Nos cachetea con un tema que no se había hablado en nuestro cine (al menos no con esta crudeza), que trae aires nuevos, que es interesante y entretenida. Podemos verla, como no podía ser de otra forma, a partir de mañana 4/4.
Como película de acción es eficaz, perfecta para pasar el tiempo, el único detalle es que en la crítica o reflexión social, se queda a medio camino. Tanto así como en crear el peso en el trasfondo de los personajes.
Otro relato salvaje 4x4 (2019) combina la afinidad de Mariano Cohn y Gastón Duprat por torturar a sus personajes - como el Nobel de El ciudadano ilustre (2016) y el crítico de El hombre de al lado (2009) - con las fantasías de control de una resentida clase media propias de Relatos salvajes (2014). La comparación con el film de Damián Szifrón se cierra con la presencia de un auto asesino (motivo recurrente en su obra) y su valor simbólico y material como carnada. La premisa suena inventada en chiste y lista para ser contada en clave de parodia, pero la historia se construye seriamente como un thriller. Un ladrón, Ciro (Peter Lanzani), se infiltra en una lujosa 4x4 estacionada, pero a la hora de huir no puede abrir las puertas, o romper los vidrios, o perforar la carrocería del vehículo. Pasada la incredulidad y desesperación inicial descubre que la camioneta - blindada, polarizada y a todos los efectos removido su interior del mundo - es una trampa mortal diseñada con el propósito de enjaular a quien se atreva violarla. El auto recibe un llamado telefónico del dueño (Dady Brieva), quien explica la situación con la condescendencia de alguien confiado pero muy cansado. Se divide entre torturar al ladrón a control remoto y aleccionarlo con extensos soliloquios sobre el historial de inseguridad que ha sufrido su familia y por extensión tantas otras. Ciro gime, grita y gruñe. Es el indiscutible protagonista de su propio calvario pero la historia le da la voz (no necesariamente la razón) a su captor. Dado que no está equipado para hacerle frente en un nivel físico o psicológico eventualmente se introduce un tercer jugador (Luis Brandoni) en un intento por promediar los dos extremos ideológicos de la película. 4x4 pertenece al nicho del “tour de force en un espacio confinado”, como las excelentes 127 horas (127 Hours, 2010) y Buried/Enterrado (Buried, 2010). Depende tanto de la dirección como del minucioso trabajo de cámara para utilizar todos los recursos que hay a mano sin traicionar la premisa del aislamiento y agotar todas las posibilidades cinematográficas del entorno. Lanzani y Brieva dan forma a un recorrido emocional dentro de una situación estanca, pero ninguno termina de definir un personaje o ganarse la simpatía del público. Desde el montaje inicial de planos detalle de cámaras, rejas y vidrio picado hasta las escenas de linchamiento social la temática de la inseguridad resuena con la sutileza de una alarma. Cohn, en su debut como solista, dirige un thriller efectivo pero ideológicamente marchito en el que la prioridad es hacer ruido más que decir algo, y que de ese ruido el espectador sintetice el mensaje que mejor conviene para creerse validado ya se sienta ofendido o apreciativo. 4x4 es un éxito en la medida que logra exactamente lo que se propone: causar revuelo instantáneo.
La nueva película de Mariano Cohn, responsable junto a Gastón Duprat (aquí productor y guionista) de “El ciudadano ilustre” y “Mi obra maestra”, entre otras, cuenta como un ladrón se mete en una camioneta para robarla, para terminar quedando atrapado en ella. El chorro en cuestión (interpretado por Peter Lanzani) se halla no sólo incomunicado con el exterior, sino a merced de la voluntad del dueño (gigante Dady Brieva), capaz de controlarla desde afuera. FB_IMG_1553564647259 La sinopsis de 4×4 remite de forma muy clara a un subgénero recurrente dentro del thriller : el film que transcurre en un espacio cerrado. Pero al mismo tiempo, encuentra en esta propuesta a priori atractiva, un problema usual: el de la idea que resulta mejor que su ejecución. Veamos por qué. Los primeros minutos son de una fuerza que apabulla. El montaje dispone con un sonido estridente y gran rapidez imágenes de carteles que indican zonas vigiladas por cámaras y control policial. Este comienzo pone de manifiesto uno de los temas centrales del filme: la seguridad, y la falta de ella. El ladrón, de nombre Ciro, hurta el vehículo y comienza a desesperarse una vez que se sabe atrapado. El director demuestra un enorme virtuosismo al mostrar esta situación sin una sola palabra, y transmitiendo al espectador la misma angustia que siente el personaje. La primera voz que escuchamos será la del dueño del auto, un obstetra, que le hará pasar las mil y una al personaje de Lanzani. Con todo ello, 4×4 comienza como un thriller claustrofóbico, que saca provecho de lo reducido del espacio donde transcurre. Pero los problemas comienzan cuando el punto de vista se traslada al exterior. En este punto, la película da un vuelco y se sale del planteamiento inicial para tratar, de manera no muy sutil, la problemática de la delincuencia, la pobreza, y las diferencias de clase. Como si esto fuera poco, el guión le hace decir al protagonista que nos encontramos en una sociedad injusta, como si las imágenes no nos lo hubieran dejado en claro desde el principio. Y lo mismo pasa con la conversación entre el médico y el ladrón, que de a poco deja de lado la tensión entre ambos para remarcar que ambos pertenecen a mundos distintos. Cuando es un thriller, 4×4 logra un clima inquietante. En cambio, cuando se pasa al bando de la denuncia social, termina por desviarse. Ahí la película termina por perder el terreno.
El film de Mariano Cohn propone un interesante "juego del gato y el ratón", una verdadera lucha por la supervivencia en medio de un clima de inseguridad que pone a los personajes al borde del abismo. Ciro -Peter Lanzani-, un experto ladrón de autos que sigue los pasos delictivos de su familia, decide forzar la puerta de una 4x4 y sus planes se ven frustrados cuando no puede salir de la camioneta. Encerrado en el lujoso vehículo, Ciro comienza un desesperado intento por romper vidrios, puertas y hasta disparar -con muy mala suerte- para poder escapar. Todo hasta que recibe un llamado que parece ser su única oportunidad. Del otro lado del teléfono de la camioneta está el médico Enrique Ferrari -Dady Brieva- que deja encerrado al protagonista en su vehículo acorazado porque está harto de los robos y es quien pone en marcha un plan siniestro. El director va construyendo un juego claustrofóbico en el que el victimario pasa a ser la víctima -¿Quién es quién en el relato o ambos son víctimas del sistema?- de un psicópata que tiene todo bajo control. La cámara se posa sobre Peter Lanzani, quien sostiene la tensión del encierro y la transformación que va atravesando su personaje cuando cumple cinco diás dentro de la camioneta, sin agua, sin alimentos, con frío, calor y herido en una pierna por el disparo. Su trabajo se lleva aplausos por la exigencia de su personaje. Un grillo es su única compañía en esta trampa mortal. El filme pone el acento en un exterior amenazante -hay intentos de robo, policías merodeando el vehículo y hasta una pareja teniendo sexo- que no escucha su pedido de ayuda y una secuencia onírica que parece el único escape de Ciro. La mirada de la propuesta se posa en un tema de actualidad como la inseguridad, la justicia por mano propia y los linchamientos de los vecinos. Todo el andamiaje funciona mejor en su primer tramo y deriva luego a una trama policial que tiene repercusión en los medios de comunicación cuando aparece el negociador de la policía encarnado por Luis Brandoni. Es un acierto que Ferrari aparezca como una "voz en el teléfono" y luego se corporice para potenciar la figura del villano entre el dilema moral y la culpabilidad que recae sobre cada uno de ellos.
Un caso real fue el disparador para esta película que escribieron Mariano Cohn y Gastón Duprat, la más exitosa dupla del cine argentino, pero en este caso con dirección del primero y producción del segundo. Meterse en el meollo de un tema que produce todas las grietas, nada menos que con “la inseguridad” donde los llamados “garantistas y “mano dura” intercambian un bombardeo constante, con formadores de opinión que construyeron su fama cimentando lo que ellos consideran es el “sentir de todos”. Y los autores arman con mucho olfato el abanico posible de reacciones y apreciaciones espeluznantes de ese “vox populi” casi medieval que tanto se escucha. Un caso extremo y las reacciones de testigos, policías, vecinos, y los espectadores que nunca se mantendrán indiferentes a lo que ve. Entretenimiento y provocación. Con buenos actores y un equipo técnico de grandes, enormes profesionales, buena parte del film, filmado en orden correlativo, transcurre en el interior de una camioneta donde un ladrón queda atrapado y es literalmente enjaulado en la camioneta, sobreviviendo al límite. De victimario a víctima. De ladrón tratado y juzgado por su “verdugo” sin piedad y con justificaciones trilladas. Buena parte del film de impecable factura técnica recuerda a esas situaciones sin solución de un humano atrapado que no puede huir, como en “Enterrado” o “Enlace Mortal”, con un gran trabajo de Peter Lanzani, en un personaje que se construyó pensando en él. Dady Brieva y Luis Brandoni tienen oportunidad de gran lucimiento con sus personajes que representan los extremos más los gritos anónimos que vomitan venganzas atroces, en un mundo que imaginan es una jungla. Para debatir y mucho después de ver la película.
Peter Lanzani brilla en su actuación y da muestras de que es por escándalo el actor argentino del presente y futuro, en una película que no pasa de la media y que tiende a pecar de pretenciosa. Si hay algo meritorio en la carrera de Peter Lanzani es que ha sabido librarse del mote de “chico Cris Morena”, un mote que le fue impuesto luego de su aparición en la novela infanto juvenil Casi Ángeles (2007-2010). A lo largo de 4 temporadas y 549 capítulos, Peter se ganó un lugar en la cultura popular local, siendo reconocido como uno de los mejores actores que tuvo la serie y al margen del éxito posterior de Lali Espósito con su carrera de cantante, logró obtener el respeto del ambiente del espectáculo argentino y sudamericano y transformarse en el icono actoral de los jóvenes. Claro que esta fama solía venir acompañada de preguntas sobre posibles futuros trabajos con Cris Morena y papeles que más tenían que ver con su trabajo anterior. Por suerte para quienes no consumen ese tipo de producciones, Peter optó por cambiar el rumbo de su carrera y dedicarse a protagonizar papeles más adultos y profundos. Un poco de esto se pudo ver en sus películas más recientes como El Clan (2015), Solo Se Vive una Vez (2017) y El Ángel (2018) y a pesar de las distintas opiniones que se generaron con respecto a esos tres diferentes filmes, la piedra angular entre ellas era la actuación de Lanzani. Tomándose el tiempo necesario para seleccionar los papeles más potables e investigando lo necesario para que estos sean lo más realistas posibles, Peter logró revertir el concepto que rondaba en la opinión pública sobre que él siempre seria uno de los Teen Angels, pero todo eso quedó en el pasado y ahora Peter se mete en su papel protagónico más complejo y jugado en 4X4 (2019), la nueva película de Mariano Cohn. En esta nueva película Peter interpreta a Ciro Bermúdez, un ladrón de poca monta que en su afán por querer apropiarse de una camioneta último modelo, queda encerrado en ella sin ningún tipo de contacto con el exterior salvo por las esporádicas charlas que comparte con el dueño del vehículo, quien fuera el que ideó ésta trampa mortal motorizada. De esta manera, Ciro deberá encontrar la manera de poder escapar de esa fortaleza blindada mientras que su cordura empieza a desvanecerse. El cine argentino es conocido en mayor medida por dos géneros en particular: Comedías y dramas. Por fuera de estos dos géneros, que bien han sabido generar una identidad de cine propia, en los últimos años los realizadores han empezado a ver con mejores ojos el hecho de hacer producciones que sean más ambiciosas y complejas para intentar lograr una semejanza con las películas que vienen desde otros mercados. El thriller debe ser uno de los géneros que más problemas trae a la hora de su confección y es por eso que el director Mariano Cohn, junto con los guionistas y productores, ha logrado captar la esencia de este género en ésta película. Sin dudas, lo más destacable pasa por explotar el encierro del personaje principal dentro de la camioneta. Por otro lado, lo que peor funciona en la película es la interacción de Ciro con otros personajes. Teniendo en cuenta que el guion fue escrito por dos personas, el propio Cohn y Gastón Duprat, estas fallas suelen ser normales, pero lo que no es normal, es que el nivel sea tan desparejo. Cuando el personaje de Lanzani se encuentra encerrado y sin ningún tipo de escapatoria, se encuentra al borde de perder la cordura y tiene que recurrir a las peores acciones que un humano pueda imaginar para sobrevivir, es realmente convincente y hasta se puede sentir empatía por el personaje, a pesar de que su backstory no sea para nada amigable. Por el otro lado, cuando los personajes conversan o comparten cámara, el guion se vuelve realmente tedioso, cayendo en lugares comunes y termina dilapidando todo el buen ambiente de tensión que fue generado previamente. De la mano con estos vaivenes, hay un subcontexto político y social muy marcado que toca de una manera muy fuerte un tema por demás delicado. Cuando todo esto comienza a tomar más protagonismo en el film, éste comienza a perder la fuerza que, pese a sus momentos flojos, había sabido construir. Si el plan inicial era el de sembrar el debate y la polémica por un tema tan complejo, hubiera sido mejor que el desarrollo fuese más preciso y tratado con la delicadeza que se merece. En cuanto a lo actoral Peter Lanzani vuelve a demostrar que es sin dudas el mejor actor de esta generación. Ya lo venía mostrando en sus papeles anteriores y en esta oportunidad se roba por completo la película. Dejando de lado el hecho de que el corte final de la película cuenta con casi el cien por ciento de su participación en cámara, lleva su actuación a otro nivel, casi siempre desde lo que transmite la mirada y lo gestual por sobre lo físico. El resto del elenco cuenta con otro de los grandes interpretes del cine nacional como Luis Brandoni y por el famoso comediante Dady Brieva, pero a ninguno de los dos se los puede evaluar realmente porque su tiempo en pantalla es escaso y ese tiempo no es aprovechado en lo más mínimo. 4X4 termina siendo una experiencia que no deja una sensación satisfactoria en ningún aspecto, pero que al mismo tiempo tampoco puede decirse que no lo hace nada bien. Lo que más sobresale es la brillante actuación de Peter Lanzani, quien se afianza como el actor argentino con mas proyección a futuro y quien disfruta un presente envidiable.
Si esta película es el espejo de la sociedad, prefiero mirar hacia otro lado. En la propuesta televisiva de un joven encerrado en una camioneta luego de intentar robarla no hay vuelo ni mucho menos potencia para continuar regodeándose con el dolor ajeno. Pretender que aquello que se intenta imponer como verdad sea necesario para abrir el debate, es tan infantil como el cine que en 2019 está plagando las pantallas.
4X4: Cuando el victimario se convierte en víctima. Si hay algo que caracteriza a Mariano Cohn y Gastón Duprat es que sus películas no dejan en el medio a nadie. ¿Es su nueva película un nuevo éxito, o es el comienzo del decaer? Gracias a películas como “El hombre de al lado” o “El ciudadano ilustre” la dupla de directores conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat ya se está volviendo una formula de éxito asegurado. El año pasado con “Mi obra maestra“, en la cual ambos escribían el guion pero Gastón dirigía y el otro polo de la dupla ejercía de productor, decidieron probar una nueva combinación y en este film vuelven a intercambiar sus roles, siendo Mariano Cohn el director del film. Esta película tiene la original premisa que cuenta la historia de un ladrón de baja monta interpretado por Peter Lanzani. Un día normal, el ladrón entra en una camioneta 4X4 para robarle los objetos personales y el equipo del auto, pero cuando intenta salir se encuentra totalmente atrapado. Esto desencadena una enorme historia de encierro y tortura dentro del auto, donde nadie lo ve, pero él puede ver a todos. Las analogías con la realidad son claras, y si hay algo que este film hace muy bien es darle de lleno a la representación real de la sociedad actual. La justicia a mano propia, el garantismo y la extrema violencia son algunos de los temas y tópicos del guion, y como toda obra de arte que se precie, se aleja totalmente de cualquier tipo de posicionamiento o juicio sobre los personajes y lo que hacen. A esto, que ya es de gran nivel, hay que agregarle una cinematografía excepcional, sobre todo en la primera media hora del film en la cual no hay prácticamente diálogo alguno y todo se cuenta desde la cámara, los silencios y las expresiones de un genial Peter Lanzani. El trabajo de interpretación era muy difícil y el actor no solo lo logra personificar sino que lo hace con creces. A destacar también la actuación de Dady Brieva que solo desde su voz puede transmitir un montón de sensaciones distintas y la esporádica aparición del siempre increíble Luis Brandoni. Lamentablemente el comienzo de los diálogos y el desarrollo de la historia en si decae muchísimo en nivel y termina generando continuamente conversaciones donde priman la exposición y los personajes simplemente sueltan toda su historia personal y lo que es importante para la trama. Esto por suerte no llega a niveles desastrosos, pero acompañado de una bajada de ritmo y de la aparición de más elementos en la trama termina por alejar a la película de ser una posible obra maestra. Porque si, la primer media hora de película aproximadamente es de lo mejor que se ha visto en el cine argentino desde hace mucho tiempo. Los elementos técnicos obviamente están presentes en el film, y la fotografía es una de las principales áreas encargadas de comunicar y narrar ese encierro. Quizás la repetición de algunos recursos fotográficos durante la mitad del film contribuyen a esta bajada de ritmo que sufre la narrativa, pero en general está muy bien lograda. Eso sí, la música de Dante Spinnetta está genial y termina funcionando como inyecciones de adrenalina durante toda la película. En conclusión, 4X4 es una gran película, con grandes actores y con un guion que no le esquiva a nada. Polémica, fuerte, pero sobre todo, con excelentes intenciones cinematográficas, y pese a que con el correr del metraje la historia y el ritmo comiencen a fallar, este film es extremadamente recomendable de ver y debatir. Con un gran elenco y un guion bien construido. Todo lo que debe hacer el buen arte.
Peter Lanzani interpreta a un ladrón que entra en una camioneta 4x4 de lujo que está estacionada en la calle con la intención de robarse el equipo de audio. Cuando quiere salir, las puertas no responden, los vidrios tampoco y se da cuenta que el auto se ha convertido en una especie de bunker del cual no puede salir. Para empeorar la situación, parece que alguien desde afuera tiene el control del vehículo y un plan para hacerlo sufrir.
La calle está vacía, no hay nadie cerca. Se asoma a la esquina y ve que no venga nadie, vuelve y mira la camioneta, saca una pelota de tenis de la mochila, vuelve a mirar y en sólo unos segundos abre la puerta y se mete. Lo que parecía ser algo rutinario será el principio del infierno que vivirá. 4X4 es la nueva película de Mariano Cohn (El Ciudadano Ilustre), encabezada por Peter Lanzani (El Clan), un thriller con un guion brillante que plantea polémica y sirve como termómetro social.
120 horas. El primer film en solitario de Mariano Cohn —en esta ocasión, su compañero en la dirección Gastón Duprat cumple el rol de productor y coguionista— comienza con una premisa simple. Ciro (Peter Lanzani) es un ladrón que ve la oportunidad de robar el estéreo de una camioneta 4×4, y lo que comienza como un acto delictivo más, se transforma en una tortura psicológica y una trampa mortal al quedar encerrado dentro del vehículo. El humor y la desesperación por el encierro no tardan en llegar a los pocos minutos de comenzada la historia, mientras la ausencia de diálogos y la ansiedad desatada van perfectamente acompañadas por la forma enérgica por la cual el director filma dentro de esa jaula sobre ruedas. Eso al menos hasta que comienza la interacción vía teléfono entre el ladrón y Enrique (Dady Brieva), el dueño de la camioneta. La labor actoral de Peter Lanzani se destaca no tanto a través del diálogo sino en la forma que trabaja con su cuerpo y la impotencia vivida en su situación de encierro. El estar atrapado dentro de un vehículo que se encuentra fuertemente blindado e insonorizado, deja al protagonista atrapado durante cinco largos días y eso hace que progresivamente se pueda apreciar el deterioro físico y mental que sufre a lo largo del film. El director ingeniosamente varía y alterna los planos generando una sensación claustrofóbica a la vez que permite que la manera de filmar no se vuelva repetitiva al permanecer el 80% de la historia filmada dentro de un mismo espacio. Pero lo contrario se da cuando el director debe apelar a la interacción de diálogos, es allí donde el trabajo de guión y actuación sufre complicaciones y hace decaer por momentos el tan bien logrado e intenso ritmo de thriller. Sabido es lo adeptos a la polémica que son tanto Cohn como Duprat, por ello es que a partir de la particular situación del protagonista el film abre el debate acerca de la inseguridad, tema más que recurrente en la realidad del día a día, sobre todo en Argentina. Y si bien los diálogos y la incisiva mirada del director son los que traen a colación la problemática, al mismo tiempo son esos mismos diálogos y las actuaciones por parte de Brieva y Lanzani los que forzosamente ponen en evidencia su discurso, empobreciendo al film en su desarrollo. Las ideas planteadas por Cohn juegan con las intenciones de lograr un atractivo vaivén, uno que haga al espectador comprender a ambos personajes y estar del lado de uno o del otro dependiendo de la situación. Sin embargo, y en mayor parte por la artificialidad con la que que están llevadas a cabo las actuaciones —más que nada la de Brieva— es que el film no puede alcanzar dicho propósito, resultando en uno de los trabajos más flojos del director hasta la fecha. La polémica se plantea y muchos de los elementos que hacen al film y que van dar que hablar están puestos meramente para alcanzar ese objetivo. Y en ese sentido lo logra pero de una manera un tanto cobarde; como alquien que agita un panal de abejas y, cuando lo peor sucede, el responsable no se haga cargo. El director dialoga y aplica una mirada que se ríe y condena a ambos aspectos de una misma sociedad, el pobre y el rico, el que goza de privilegios y el que no, quienes delinquen y el hartazgo violento de una sociedad cansada que busca hacer justicia por mano propia. En tan solo una cuadra de barrio, Cohn retrata toda una sociedad, pero lo hace depositando un pie sobre cada lado de la divisiva línea social. Así, el film provoca pero con cobardía de decir realmente lo que piensa al respecto, abordando un tema delicado para terminar tomando una postura cuasi neutral con el mero fin de polemizar al respecto. Y si bien es claro que los responsables de films como El ciudadano ilustre o El hombre de al lado (y su paródica secuela que es anunciada como un gag dentro de 4×4) suelen ser muy clasistas por medio de la línea de pensamiento de sus trabajos, aquí pareciera encubrirse, sabiendo provocar pero no animándose a las consecuencias de tomar una posición. La camiseta de Boca del protagonista o la parodia reggaetonera con el gracioso tema Ruta 666 compuesto por Dante Spinetta, son elementos puestos allí burlonamente para incitar una provocación en el público. Pero al mismo tiempo, y en varias ocasiones, se disfraza como una simple humorada que, por parte del director, pareciera no atreverse a ser realmente honesto con su discurso a través de ninguno de los personajes. Lo más cercano a eso es deslizar un gratuito “Hay que matar a esos negros de mierda”, un comentario que se incluye a través de la boca de un extra como un culposo señalamiento de que la gente es así, más no sus guionistas. 4×4 es un film que en gran parte funciona si es observado bajo su disfraz de thriller y tour de force, pero que se siente culpable y cobarde a la hora de hacerse cargo de su mensaje y de las ideas que indaga. La polémica sin duda alguna estará presente, tanto si el film gusta o no, y de allí nace el valor del mismo; del hecho de invitar al diálogo y al intercambio de opiniones a raíz del film. No obstante, si bien el trabajo de Mariano Cohn tiene sus aciertos, sobre todo en lo referido a la dirección y la puesta en escena, son sus elecciones discursivas y la poco eficiente manera de articularlas en boca de los personajes lo que hace que 4×4 termine resultando un trabajo desparejo y no del todo logrado.
4 x 4 contiene dos películas. La primera contiene los primeros dos tercios y la segunda el último. Esta primera sección, por llamarla de alguna manera, está insólitamente alargada, volviéndose anticlimática. El final de la historia queda, en contraposición, con su eufórico tribuneo, apurado y desprolijo. Es posible que los espectadores se lleven el final como idea de la película y que la charla posterior a la función se extienda sobre los temas que en ese final se vuelven explícitos, como si fuera un debate televisivo, tal vez no tanto una película. Una 4×4 impecable está estacionada en una calle no muy transitada de la ciudad de Buenos Aires. Un hombre (Peter Lanzani) se mete para robar lo que encuentra adentro. Su ataque incluye hacer pis sobre el asiento trasero, lo que supera el robo en sí mismo y habla de alto grado de odio. Es raro que la película muestre al protagonista haciendo eso, pero también es una decisión, porque no importa lo que pase será difícil sentir simpatía por él. Cuándo intente bajarse del vehículo descubrirá que no puede. El auto está blindado y su dueño lo ha preparado especialmente para eso: que nadie pueda salir si intenta robarlo. El Dr Enrique Ferrari (Dady Brieva, totalmente fuera de tono, lo peor de la película) está harto de que lo roben y ha creado esta trampa para vengarse de los delincuentes. Cuando su voz comienza a escucharse por los parlantes del auto es que realmente empieza la película. Como en esos duelos juguetones y perversos del estilo de, por ejemplo, Sleuth (1972) la película fuerza la inverosimilitud en pos del entretenimiento y el chiste en sí mismo. Imposible que Peter Lanzani sea es personaje al empezar la película, pero con los minutos, con un buen trabajo de puesta en escena y con el talento del actor, todo se vuelve creíble. Pero claro, un segundo que uno se distraiga o se aburra y las preguntas acerca de la película comenzarán a destruir su endeble estructura. Con un gran director y un gran actor no alcanza. Las cosas que van a ocurriendo para sostener el encierro y la charla entre el médico (aun en off) y el delincuente son cada vez menos interesantes o atrapantes. Se empieza a sentir que el esfuerzo de hacer una película con una premisa tan estricta costó demasiado caro. ¿Pero cuál es el gancho o la novedad que ofrece 4 x 4? Muy simple: como casi nunca en el cine argentino de los últimos quince años, aquí aparece en el centro el tema de la inseguridad. El de la impunidad de los delincuentes y la indefensión de los ciudadanos honestos que una y otra vez son víctimas de un sistema corrupto y de un altísimo número de delincuentes que actúan sin consecuencia alguna en Argentina. Parece mentira, pero aunque el cine argentino tiene una producción de más de doscientos títulos por año, casi nunca aparece este tema tan importante en la vida cotidiana de los ciudadanos, no importa su clase social. Hay mucha valentía por parte de Mariano Cohn y Gastón Drupat, los creadores de la maravillosa comedia antipopulista llamada El ciudadano ilustre. El mérito de tratar un tema que el resto del cine argentino no quiere tratar no es poco, al contrario. El cine argentino cayó un buen tiempo en la complicidad con el poder de turno y recién ahora se pueden ver otras miradas. Estos directores fueron una de las pocas excepciones y hoy, con mejores aires, lo siguen siendo. Pasemos entonces al último tercio, por lo que invito al lector que no ha visto la película y no quiera saber más de la trama, que entonces deje de leer aquí. Hecho el aviso, pasemos a ese momento en que todo cambia y la película se convierte en algo que tal vez, como mencioné antes, la convierta en un fenómeno de taquilla con el boca a boca o el simple deseo de debatir los temas anunciados. Ahora sí, en este final, aparece el Dr. Ferrari, un personaje algo grotesco, desagradable tal vez sin intención, con el fin de que la balanza se mantenga un poco equilibrada. Evitaremos la metáfora política de decir que las tres fuerzas que debaten al final representan las tres fuerzas políticas argentinas más importantes. Pero sí queda claro que el delincuente, la víctima devenida en victimario que es el Doctor y el negociador de la policía (Luis Brandoni) se ponen a debatir sobre el estado de la sociedad. Cuentan con la ayuda de un coro de ciudadanos que gritan sus consignas como la voz del pueblo y que incluye algunos deseos de linchamiento y varios conceptos fascistas de variada índole. Nadie podrá decir que esto es inverosímil. Otras voces pedirán lo contrario. Lo cierto es que 4×4 es más compleja, en su debate algo obvio, que el falso progresismo que se dedicó durante años a esconder los conflictos actuales para lanzarse hacia una relectura del pasado. Cada película puede contar lo que quiera y como quiera, eso hay que repetirlo, pero es raro cuando miles de películas miran para otro lado. ¿Por qué no eligió 4×4 estar más cerca de un título como Tarde de perros (1975) que del juego del gato y el ratón de Phone Booth (2002)? Cuando la premisa de inicio crece mucho, puede terminar contaminando todos los méritos posibles de la película tenía. Y ese es el caso de 4×4.
En su primera película en solitario luego de haber dirigido con Gastón Duprat (aquí coguionista y productor) títulos como El hombre de al lado y El ciudadano ilustre, Mariano Cohn concreta un film que intenta sintonizar con varios aspectos controvertidos del debate público: las crecientes diferencias de clase, la venganza y justicia por mano propia, la explotación sensacionalista de la problemática de la inseguridad y la estigmatización del delincuente en un contexto de creciente descomposición social. El resultado es un film que por momentos puede ser irritante para un público de determinado perfil ideológico y siempre incómodo porque ofrece más preguntas que respuestas. Es probable, entonces, que la aprobación o no de 4x4 esté contaminada por la perspectiva que cada espectador tenga respecto de cuestiones como el “ojo por ojo”, pero de lo que no hay dudas es que en el terreno estrictamente cinematográfico Cohn da un importante salto cualitativo, ya que a nivel de puesta en escena sale más que airoso de un verdadero tour de force, como es el desafío mayúsculo de sostener la tensión y el interés con la narración concentrada durante la primera mitad dentro del habitáculo cerrado e inmóvil de una camioneta. El protagonista de 4x4 es Ciro (Peter Lanzani), un ladrón que pretende robar en pocos segundos el equipo de audio de una camioneta de lujo. Sin embargo, cuando intenta abrir la puerta para huir, se da cuenta de que ha quedado encerrado. Y no solo los accesos están trabados: la 4x4 del título también está blindada (para colmo cuando dispara su pistola la bala rebota y termina hiriéndose la pierna), insonorizada y con los vidrios polarizados como para no llamar la atención desde el exterior. El dueño del vehículo -que lo maneja como quiere a distancia- resulta ser el doctor Enrique Ferrari (Dady Brieva), quien tras sufrir con su familia 28 robos pretende darle una lección al intruso. Ese es el planteo inicial de un film que en su primera mitad es casi un unipersonal de Lanzani (las comunicaciones entre Ciro y Ferrari son solo telefónicas), quien está muy convincente en un papel que le exige sobre todo un despliegue gestual y corporal para exponer su progresiva degradación física y psíquica, ya que los diálogos son contados. Y, si bien su personaje se desdibuja un poco sobre la parte final cuando se prioriza un duelo entre Ferrari y un veterano negociador de la policía interpretado por Luis Brandoni, Lanzani se consolida luego de El clan y Un gallo para Esculapio como uno de los actores más dúctiles de su generación.
Tras un prólogo en el que queda claro, clarísimo que la inseguridad es un tema de preocupación para más de uno -sucesión de planos de carteles de alarmas, rejas, vidrios picados en medianeras, cámaras de seguridad- Ciro, el protagonista casi excluyente de 4x4, fuerza la puerta del conductor de una camioneta 4x4 estacionada en la calle. Y entra. Su deseo no sería otro que robar el estéreo, hace alguna que otra maldad dentro del vehículo y, cuando quiere salir, no puede. Las puertas no abren, los vidrios no sólo están polarizados y la cabina, insonorizada, por lo que nadie desde el exterior puede verlo ni escucharlo, sino que el automóvil está blindado. Es una trampa. Y el ladrón pasa a ser la víctima en la primera película como director en solitario de Mariano Cohn, quien junto a su socio Gastón Duprat realizó, entre otras, El hombre de al lado y El ciudadano ilustre. El dueño de la camioneta es un médico que se comunica con Ciro -el único contacto con el mundo exterior, ya que el celular del joven, caramba, se quedó sin batería- para explicarle por qué hizo lo que hizo, y hace lo que hace. Lo han robado ya decenas de veces, y por una cuestión que no spoilearemos, no tiene mucho que perder. Está harto, y hasta el fastidio. 4x4 refiere a películas sobre el encierro, y cómo subsistir, como Enterrado (Burried, de Rodrigo Cortés, con Ryan Reynolds) o la menos claustrofóbica, pero igualmente sobre el aislamiento, 127 horas, de Danny Boyle, ambas de 2010. Y si la tensión se mantiene durante toda la proyección es porque Cohn demuestra habilidad por aprovechar cada posición de cámara dentro de la camioneta para exacerbar ese sentimiento -también de sometimiento- y la actuación de Peter Lanzani, que es, indudablemente, uno de los mejores jóvenes actores que ha dado el cine, la TV y el teatro en la Argentina en los últimos años. Lanzani es ese camaleón que fue hijo de los Puccio en El clan, otra vez delincuente en El Angel y Un gallo para Esculapio, pero también el protagonista de Equus, obra por la que se jugó todo, el pellejo y el dinero. Si se gana o no la simpatía del público es una determinación individual, pero su Ciro tiene tantos matices -que el guión va desarrollando y Lanzani explotando con toda su expresividad- que termina siendo un personaje difícil de dejar en el olvido. Claramente el doctor y el ladrón son las dos caras ideológicas de una realidad social, que Cohn está dispuesto a subrayar -con el cuasi linchamiento de otro ladrón que intenta robar la misma camioneta, por parte de vecinos enfurecidos-, con los gritos de defensa del ladrón y de quienes exigen que pague por su delito. Allí es donde la película se aleja del género thriller y pasa a jugar la dicotomía. La justicia por mano propia y tanta polémica que el relato salvaje de Cohn fogonea, pero no apuesta por uno o por otro. El espectador podrá elegir su decisión, tomar como propio el mensaje y seguro se sentirá representado.
Un joven delincuente decide robar una lujosa 4×4 estacionada en la vereda de un barrio más de Buenos Aires, pero acaba de cometer el peor error de su vida. El dueño del vehículo vía una app del celular, decide encerrar al “amigo de lo ajeno”, torturándolo tanto física como psicológicamente durante varios días, mientras desquita su bronca acumulada tras sufrir una vida plagada de robos y con una enfermedad terminal pendiendo sobre su cabeza. 4×4 es una de esas películas que desde su premisa llama la atención, debido a que al director, se le propone el desafío de que el grueso la trama, pase dentro de un solo lugar pequeño. En el cine de Hollywood vimos sobrados casos de proyectos similares, pero en Argentina, seguramente las cintas con esta particularidad, sean contadas con una mano. En producciones que se arriesgan a esto, es necesario contar con un buen actor, que logre cargarse a sus espaldas, todo el peso dramático de la historia, sin caer en el ridículo o el aburrimiento. Por suerte la película cuenta con Peter Lanzani en el rol principal, a quien ya vimos en sobradas ocasiones, que el papel de ladronzuelo mal hablado y de barrio bajo, le queda como anillo al dedo. Toda la película radica en su actuación, y Lanzani lo hace muy bien; pasando por todos los estados ya sea agresivo, resignación o intentando dar lastima. Y esto logra que nosotros como espectadores pasemos de un rechazo natural hacia su personaje, a un entendimiento o lastima de forma muy gradual. Otro de los puntos clave de 4×4, es que el film nunca toma posición alguna sobre el tema que toca. Todos sabemos que, en Argentina, ante la ola de robos constantes que sufre la gente, la sensación de justicia por mano propia vive rondando en el aire. Bueno, Mariano Cohn nunca toma partido por ninguna postura, y solo plantea una problemática actual, haciendo que el espectador participe de forma activa de su obra, y abriendo el debate. 4×4 parecía ser un film simple, tanto en su premisa como en su mensaje; pero si uno la analiza un poco, ve todo el trabajo que hay detrás. Podemos decir que por momentos se siente larga (pese a que dura una hora y media), o que algunas secuencias están exageradas; pero a la larga, nos vamos a encontrar con una buena película, que nos dejará pensando y debatiendo.
Algunos garantistas, y algún hincha de Boca, van a resoplar. Pero mucho público va a estremecerse, emocionarse un poco, y salir pensando. Hay dos metáforas que redondean la historia y, si uno las piensa, duelen de veras. Y también hay, en varias tomas, un afiche de “El hombre de al lado”, que por algo lo pusieron. Esa obra tiene ciertas cosas en común con la que ahora vemos. Entre ambas se iluminan, y quizá también iluminen al espectador en esta oscuridad cotidiana que vivimos. A “4 x 4” se le pueden reprochar algunas minucias de continuidad o verosimilitud, nada esencial. El resto es todo elogiable, acá hay sustancia, ingenio, e ingenios, buen armado y material para la polémica. Con toques de humor, el prólogo nos advierte sobre el vecindario y sus intrusos. La historia empieza tan rápido como se mete un ladrón en un auto estacionado. Sólo que después no puede salir. El dueño bloqueó todo desde su celular, los vidrios están blindados y polarizados, empieza el juego del gato y el ratón. Peter Lanzani sostiene él solo dos tercios de la película, y está formidable. De a poco va apareciendo el dueño, interpretado por Dady Brieva con esa voz de cariñosa maldad con que sabe lucir cualquier diálogo de humor cínico. Ninguno de los dos personajes es trigo limpio, y el libreto de Cohn & Duprat maneja debidamente el equilibrio, incluso cuando el asunto se vuelve una cuestión social con coro (no griego) incluido. Ahí, para mayor gloria del espectáculo, es donde aparecen Noelia Castaño en el papel de frágil servidora pública, la patrulla, los vecinos, la buena música y el maestro Brandoni como mediador de última instancia. Y cuando ya no parece haber instancia alguna, el sentido de la obra está planteado y la resolución nos tiene en ascuas, pasa lo que, figuradamente, imaginan los autores que puede pasar con un sector de la sociedad. Y encima después viene el cierre. El director Mariano Cohn dedica esta obra a la memoria de su hermano.
Un infierno personal En una callecita perdida por Buenos Aires por donde no pasa mucha gente, una 4×4 espera pacientemente a ser robada. Tentación en la que cae un joven ladrón. Tras comprobar con un golpe que no tiene alarma, la abre sin mucho esfuerzo para llevarse cualquier cosa de valor que encuentre adentro, e incluso fantasear por un momento con ser el conductor que la lleve de paseo. No sospechó ser una presa tan fácil hasta que intentó salir del vehículo, algo que inmediatamente se prueba mucho más difícil que entrar. Desesperado, intenta forzar todas las puertas y ventanas pero no logra hacerles mella: piso y laterales están reforzados con planchas de acero, así como los vidrios -además de polarizados e insonorizados- están blindados para resistir impactos de bala a quemarropa sin inmutarse. Agotado y resignado, el joven se ve obligado a pasar la noche sin comida ni agua encerrado en la 4×4, sin sospechar que cuando vuelva a conectar el sistema de sonido recibirá una llamada del dueño de la camioneta para informarle que todo lo que está viviendo es un castigo planeado por él, cansado de sufrir la inseguridad. La manchita que creció Cuando se menciona que una película sucede en una única locación suele interpretarse que se trata de una producción pequeña y con presupuesto limitado, pero sería un prejuicio errado decir esto de 4×4, donde las dificultades para grabar dentro de un espacio tan confinado tienen que haber sido muchas. Algo similar se aplica el hecho de tener un único actor en escena que vemos durante gran parte de la película, pero el trabajo actoral de Peter Lanzani (Un Gallo para Esculapio) es el punto más alto del film. Forzado a contar lo que necesita mayormente con gestos y acciones, sostiene la expresividad en los primeros planos como pocos. Recién cuando lo mandan al monólogo es que hace agua, pero más que nada porque el texto que debe interpretar es incoherente, casi ridículo. A pesar de su buena labor es difícil empatizar con una víctima que el director se esfuerza en remarcar como una mala persona, alguien que se merece todo lo que le está sucediendo por más ilegal que sea. Al mismo tiempo, tampoco se deja mucho margen para conectar con el hombre dispuesto a invertir un montón de dinero para torturar a un enemigo al azar, siempre con los falsos buenos modos característicos del perverso. Mas allá de la actuación pobre de Dady Brieva, es un personaje que insinúa mucha más profundidad de la que se llega a ver, porque el guión es definitivamente el punto más endeble de 4×4. Aparte de estar de acuerdo o no con la marcada línea ideológica, la cual baja subrayada con un resaltador fluo, la trama tiene muchos puntos que exigen un nivel de suspensión de la incredulidad demasiado intenso. El interior de la 4×4 parece estar en un bolsillo dimensional donde las reglas de la física y la probabilidad están modificadas para que el plan del médico funcione. Nadie puede ver ni escuchar desde afuera sin importar que el ladrón esté golpeando el vidrio con una barreta, con la radio y el aire acondicionado funcionando por largas horas sin agotarse la batería. Dejando pasar todo esto para elegir creer que realmente alguien logró construir la trampa perfecta, uno esperaría que la mente capaz de diseñarla fuera mucho más detallista a la hora de ejecutar su venganza aleatoria. Pero, por el contrario, confía en que todo lo demás suceda azarosamente de forma cronometrada y precisa, siguiendo exactamente lo que necesita la historia a pesar de que hay momentos donde sería más lógico que sucediera otra cosa. Quizás esa no fue nunca la intención y solo alcanzaba con mostrar una fantasía de venganza clasemedista, pero el resultado es que todo parezca poco más que un cortometraje estirado (aunque visualmente bien ejecutado) que se queda sin contenido después de presentar una premisa con potencial.
Todos contra todos en la ciudad desnuda La primera película en solitario del codirector de El ciudadano ilustre tiene la misma misantropía y violencia tóxica que Relatos salvajes. Si no fuera porque 4x4, la primera película dirigida en solitario por Mariano Cohn, dura 90 minutos, bien podría ser una suerte de apéndice de Relatos salvajes. Algo así como un corto que –por su excesiva duración– se quedó afuera de la película de Damián Szifron y que ahora llega, cinco años después, a la manera de un bonus track. 4x4 tiene la misma estructura de fábula perversa de aquellos cuentos crueles, la misma violencia tóxica y la misma misantropía, en tanto lo que predomina en el film de Cohn es una aversión universal al género humano. Algo no muy distinto, por otra parte, a lo que sucedía en sus realizaciones previas junto a Gastón Duprat –ahora coguionista y coproductor de 4x4–, como El ciudadano ilustre (2016) o El hombre de al lado (2009). La anécdota es simple. Un pibe chorro –pelo teñido de rubio, camiseta rosada de Boca, cadena de oro al cuello– le echa el ojo a una flamante camioneta 4x4 estacionada en una calle de barrio y no puede dejar pasar la oportunidad. Entra con una facilidad pasmosa, se dedica con rápido profesionalismo a sacar el estéreo, se prueba satisfecho los anteojos de sol que encuentra en la guantera y antes de irse decide dejarle un regalo al propietario: en un gesto de resentimiento de clase, le orina el tapizado con una sonrisa canchera. El problema es que cuando se quiera ir, le resultará imposible: la camioneta se cierra automáticamente, como una caja fuerte. Está completamente blindada e insonorizada y sus vidrios son polarizados, por lo cual nadie del exterior puede saber que el tipo está exasperado allí dentro de esa trampa, muriendo lentamente de sed y desesperación. Nadie salvo el propietario de esa 4x4, denominada justamente Predator. Se llama Enrique Ferrari (Quique para los amigos), nació en Quilmes, tiene 60 años, es médico, cuenta que ya le robaron 28 veces y durante casi toda la película no se le ve la cara: se comunica por el teléfono que ostenta la camioneta en el tablero y tortura sistemáticamente a su presa no sólo con sus buenos modales sino también activando por control remoto la refrigeración y la calefacción, hasta hacer del ladrón un cuerpo casi inerte. Conviene no contar más de la trama, que tiene algunas modestas vueltas de tuerca y también algún viejo truco de guión. Pero más allá de señalar la proeza técnica -que no es lo mismo que artística- de filmar una película casi por completo dentro de la cabina de una camioneta, conviene detenerse en la visión del mundo del film, que parece salida de las páginas del matutino Clarín, de hecho coproductor asociado al proyecto y al que se menciona explícitamente en uno de sus diálogos. La inseguridad parecería ser la única preocupación de los argentinos de bien, esa clase media que como Quique añora la vida sin rejas ni cámaras de seguridad de hace “medio siglo atrás”, que es –casi, casi– como echarle la culpa a los últimos 70 años de fiesta de los que suele hablar el Presidente. La venganza ciega, la justicia por mano propia, los “vecinos” que como un devaluado coro griego se quejan de “los chorros que entran por una puerta y salen por la otra” están planteados –en palabras del propio director en la información de prensa– para “sacudir al espectador, hacerlo sentir juez y parte, sembrar un dilema moral”. El maniqueísmo de la película, sin embargo, no parece proponer demasiados matices, a pesar de los esfuerzos de Peter Lanzani, Dady Brieva y Luis Brandoni, los tres a cargo de personajes a quienes el guión condena a cargar con sus respectivas penitencias a cuestas, y que cada uno enuncia en voz alta en monólogos tan explicativos como elementales.
"Levanten la mano a los que les robaron”. Esa y otras muchas frases que escuchamos a diario hilvanan la historia que Mariano Cohn cuenta en 4x4, escrita junto a su coequiper Gastón Duprat. Es un thriller asfixiante que en la primera hora logra hacer que el espectador se quede sin aire arrastrado por las excelentes actuaciones de Peter Lanzani en la piel de “pibe chorro” y de Dady Brieva en la de “justiciero civil”. A Cohn no le hace falta más locación que una camioneta 4x4 para contar la historia de Ciro (el personaje de Lanzani), que tranquilamente podría ser la historia de los miles de delincuentes que acechan las calles y contra quienes se elaboran los más premeditados discursos de seguridad actual. No en vano la primera escena repasa todas las medidas de seguridad con las que los vecinos intentan mantenerse “a salvo”. Alambres de púas, cercos electrificados, carteles de “Sonría lo estamos filmando” y “Cuidado con el perro” son algunas de las tantas técnicas que aspiran separar al ciudadano de a pie “del otro”, el delincuente. En 4x4 hay una sola camioneta pero en ella no se teje una sola historia. El afuera y el adentro se entremezclan, lo bueno y lo malo se ponen en duda y sus personajes son tan humanos como descarnados. Son capaces de matar como de pedir clemencia. A priori son muy distintos, pero en el fondo tienen algo en común: ninguno tiene nada que perder. El “justiciero” encierra al ladrón y sueña con aplicar la ley del talión mientas se van sucediendo una serie de hechos que, puestos en la pluma de Cohn y Duprat, se transforman en tan absurdos como verosímiles. Padecer el encierro junto Ciro pone al espectador en un lugar crucial –ya sea de cómplice o de juez– y lo empuja muchas veces a dinamitar algunos preceptos morales tan arraigados en la clase media argentina. Por todo eso, este relato salvaje contado al detalle en 90 minutos conecta con la actualidad del país. Expone en la pantalla grande lo que se ve en las pantallas chicas. Les pone cara a las historias anónimas y no teme en prender la mecha del debate en un territorio inundado por el combustible de la crisis y las desigualdades.
Las distintas tomas de rejas y cámaras de vigilancia con las que abre "4x4" anticipan lo que se verá durante la próxima hora y media. Los realizadores de "El hombre de al lado" y "El artista" vuelven a separarse en la dirección: el año pasado Gastón Duprat estuvo al frente de "Mi obra maestra" y Mariano Cohn la produjo. Ahora intercambiaron roles. El argumento es simple: en una calle tranquila de un barrio porteño -con una desmesurada gráfica de la ficticia secuela de "El hombre de al lado"-, hay una camioneta estacionada y Ciro (Peter Lanzani) entra al vehículo para robar el estéreo. Cuando quiere salir, luego de haber orinado el asiento trasero del auto, no puede. Las puertas no responden y los vidrios tampoco. El automóvil bunker se transforma en una cámara de tortura y el ladrón no consigue escapar. Después de haber pasado horas sin comer y sin tomar líquido, el protagonista recibe una llamada del dueño de la camioneta. La voz de Enrique (Dady Brieva), un médico de clase media, describe cómo su vida personal ha sido afectada por la cantidad de veces que le robaron. Por eso, esta vez decide tomar cartas en el asunto y hacer justicia por mano propia. FILME SADICO En las obras de Cohn y Duprat suele ser incierta la posición que toman los cineastas frente a sus personajes. Se ríen del snob que consume alta cultura, pero también del bruto simplón. Sin embargo, en "4x4" es distinto. El mensaje es claro, sádico, y recolecta cada frase de odio de una parte de la sociedad para armar un relato siniestro. El thriller es una película de encierro -casi todo sucede dentro de la camioneta- en la que Lanzani ("El clan"), una vez más, demuestra que puede sostener un protagónico sin titubear. El actor está presente en casi todos los planos. Brieva, a diferencia de Lanzani, no pone el cuerpo (aparece recién al final), pero con su voz consigue delinear de manera precisa y apropiada a su personaje. Un largometraje correcto desde su forma pero con un contenido despiadado sobre el tema de la inseguridad.
La justicia por mano y carne propia Vemos a Ciro (Peter Lanzani) un ladrón que merodea por las calles cuando se cruza con una camioneta 4×4. Ingresa e intenta robarle el estéreo cuando es sorpresivamente encerrado en esta y termina por ser de un hombre que está en busca de venganza, por lo que nuestro protagonista tendrá que pasar duras pruebas de supervivencia. Los primeros 40 minutos de la película son de los más intensos porque se llega a sentir la adrenalina, el encierro que nuestro personaje vive. La desesperación y la intriga por saber que ocurre con esa camioneta van a meterse en vos y no quieras quitar la vista de la pantalla… o si… Ciro, el ladrón de la película, es encerrado por Enrique Ferrari (Dady Brieva) un personaje más que importante ya que este este es quién va a querer recobrar venganza tras el intento de robo con este método de “justicia por mano propia”. Las actuaciones son impecables, vemos a todos muy comprometidos con este trabajo e incuso con los extras. El trabajo de Peter Lanzani como Ciro fue el que más se destaca, ya que, como la grabación fue lineal, hay mucho trabajo gestual y físico para que el espectador pueda observar la degradación del personaje. Hay escenas que pueden ser fuertes para quién esta detrás de la pantalla pero que están muy bien logradas, no son recortadas y acá es donde nos da la magia de que en verdad le ocurrió esto al protagonista. Por esto es que se vuelve interesante, la película trabaja este concepto del “ojo por ojo” tan polémico y muy hablado en la sociedad que verlo plasmado de esta manera se vuelve debatible para algunas personas. Si bien nos encontraremos con más preguntas que respuestas, en cuanto al conflicto principal no busca colocarnos en un vereda u otra pero si nos deja un final para meditar y pensar sobre la situación actual en la que vivimos porque, si bien esto es ficción, de otras maneras si existe y se da esta “la justicia por mano propia.” Es una experiencia muy interesante por lo que es recomendable verla. Vas a sentir sensaciones en carne propia y tal vez hasta quieras taparte los ojos en alguna escena que otra.
Atrapado 4x4 es un thriller nacional dirigido y co-escrito por Mariano Cohn (El Hombre de al Lado, El Ciudadano Ilustre). Coproducida entre Argentina y España, el filme está protagonizado por Peter Lanzani (El Clan, El Ángel). Completan el reparto Dady Brieva y Luis Brandoni. Una flamante camioneta está estacionada en una calle común y corriente de Buenos Aires. Cuando el joven xeneize Ciro Bermúdez (Peter Lanzani) la ve, no se le ocurre mejor idea que ingresar en ella para robar. No obstante la gran aventura se irá transformando en la peor pesadilla de Ciro: a pesar de los variados golpes y destrozos al vehículo, salir de allí es prácticamente una tarea imposible. Con todos los vidrios polarizados y sin poder lograr que los del exterior lo escuchen, Ciro pasará días herido, muerto de sed y sumido en una insoportable soledad. Con Gastón Duprat (Mi Obra Maestra) esta vez del lado de la producción, Mariano Cohn se lanza a dirigir una película que generará tanta polémica como debate en el público argentino. La idea surgió a partir de hechos reales, ya que al hacer zapping en la televisión a Cohn se le prendió la lamparita al ver una noticia sobre un caso delictivo que había sucedido en Córdoba. Con tal disparador, el realizador creó una historia de encierro que aborda la problemática de la inseguridad, la amplia diferencia entre clases sociales y la cuestionable justicia por mano propia. Luego de interpretar al hijo de Arquímedes Puccio en El Clan, al siniestro Rino en Hipersomnia y a uno de los socios de Robledo Puch en El Ángel, Peter Lanzani se puso un desafío aún más alto en su carrera. Encarnar a un ladrón que queda atrapado por varios días, al punto de llegar a parecer un animal enjaulado, requiere una exigencia tanto física como mental. El filme fue grabado cronológicamente a lo que vemos en pantalla, por lo que el deterioro del actor es 100% genuino. Sin un protagonista de la talla de Lanzani sería muy fácil que la película haga agua por todos lados, sin embargo el compromiso del ex Casi Ángel con su papel hace que la película salga a flote: el espectador logra llegar a padecer junto a él las penurias dentro de la camioneta por más que de entrada sea un personaje con el que no se logre empatía. A pesar de que contamos con una correcta actuación principal, lo demás deja bastante que desear. Al ser un filme donde la mayoría de la acción transcurre en una única locación, resulta inevitable que llegue un punto en el que la cinta se estanque. Sumado a que muchas líneas del guión no quedan recitadas de una forma natural, el tercer acto (en el cual el foco pasa a los personajes de Dady Brieva y Luis Brandoni) es el claro ejemplo de una buena idea mal ejecutada. Cargada de violencia, locura y una clara crítica hacia la inoperancia del sistema policial argentino, 4x4 ahonda en una temática actual que nos preocupa a todos. Aunque el resultado final falle en varios aspectos, una película que logra hacer pensar al espectador siempre es bienvenida.
4x4 es, sin dudas, una de las películas argentinas más entretenidas de los últimos tiempos. Asimismo, es el film de Mariano Cohn (más Gastón Duprat en alguna capacidad) que más disfruté desde El hombre de al lado (2009). La idea es tan simple y tan buena, que es imposible no pensar “cómo no se me ocurrió a mí”. Es una mezcla entre Phone Booth (2002) y Burried (2002), pero con identidad criolla, en el sentido más amplio de la palabra. Hay que tener en cuenta que más del setenta por ciento de la cinta transcurre dentro de una camioneta, y eso es muy difícil de sobrellevar, a no ser que la actuación, la edición, la música, y el guión, funcionen bien. Y aquí todo funciona de maravilla. Peter Lanzani, entre los mejores de su generación, está excelente una vez más. Definitivamente los papeles marginales son lo suyo, pero me gustaría verlo también en otras cosas. Aquí está solo. Es él y la cámara. Una voz (la de Dady Brieva) al otro lado del teléfono, y nada más. Mucha potencia en todas estas escenas, en verlo a él como interactúa con la camioneta y con las calles. Por ello, está bueno aclarar que ese barrio, que esas intersecciones, no son reales sino un set construido. Todo pensado al milímetro para la puesta y los planos. Un gran laburo de dirección y producción, desde la escala más grande hasta los detalles de arte, tales como cierto poster (gran easter egg). En el tercer acto hay un quiebre y la película cambia, te puede gustar más o menos. Pero está bien ejecutado. Lo que a mí no me convenció es el climax, pero se debe a que construí uno en mi propia mente, algo que suele suceder si la película es buena y te engancha. En definitiva, 4x4 es entretenimiento del mejor, y una prueba más de que el cine argentino puede apostar para cualquier lado, no importa el género.
El bien y el mal definen por penal El film, protagonizado por Peter Lanzani, Luis Brandoni y Dady Brieva, es sobre un experimentado ladrón que queda atrapado dentro de un auto y es torturado por su dueño. La dupla Cohn/Duprat hizo ruido con sus anteriores filmes. “El hombre de al lado”, los puso en escena, “El ciudadano ilustre” los consagró dentro de la industria cinematográfica, y luego decidieron separar el trabajo. Gastón Duprat estrenó -con Cohn como productor- en 2018 “Mi obra maestra”, protagonizada por Guillermo Francella y Luis Brandoni, con dispares críticas, y ahora llega la primera de Cohn en solitario, “4x4”. Una vez más, con estética de thriller, muestra diferentes facetas arquetípicas que podíamos encontrar en nuestro país. Desde construcciones cotidianas, los directores -y productores- tienen al alcance de la mano a villanos, héroes y antihéroes. El filme toma de la agenda social la situación de crisis económica actual y su correlato de delitos y desesperación, aparejada a un clima de tensión general. “4x4” tiene la intención de interpelar entonces sobre garantismo y punitivismo, desde un costado muy visceral. Ciro es un experimentado ladrón ( Peter Lanzani) que intenta robar una camioneta último modelo. Pero al intentar salir se da cuenta de que las puertas están trabadas, los vidrios blindados y la carrocería reforzada con metal, lo que convierte el vehículo en una jaula. El dueño, el doctor Enrique Ferrari ( Dady Brieva) está harto de ser víctima de robos y decide castigar a Ciro. Lo somete a diferentes torturas, dejándolo sin agua, sin comida, juega con sus límites haciendo que muera de frío y luego de calor, y juega con su mente. Una especie de “Juego del miedo” pero enquistado en una situación de inseguridad. El filme funciona muy bien por los momentos de tensión, en términos narrativos y actorales (en especial es destacable el gran trabajo de Lanzani), pero el mensaje detrás de la historia se les va de las manos. Si bien se apunta a un “debate”, hacer un planteo de opuestos sobre seguridad/inseguridad interpelando con la justicia por mano propia versus garantismo, es peligroso cuando el discurso es tan difuso. Desde su posición “no política”, Cohn politiza todo el conflicto dejando la decisión salomónica a elección del público. La introducción de un tercer personaje sobre el final, el mediador de la policía Julio Amadeo ( Luis Brandoni), quiere traer un equilibrio ante la propuesta ya asentada de que el dueño/víctima tiene amnistía por lo que sea. La película invita a un debate, es cierto, lo peligroso es justamente que se invite a un debate bajo esas circunstancias.
Un ladrón (Peter Lanzani) entra en una camioneta 4x4 de lujo que está estacionada en la calle con la intención de robarse el equipo de audio. Pero cuando quiere salir no puede. La camioneta está cerrada, blindada, polarizada e insonorizada. Es una trampa mortal diseñada por su dueño para atrapar al ladrón de turno. Es más, el dueño (Dady Brieva) se comunica con la computadora de a bordo del auto con la intención de torturar y aleccionar al ladrón de todas las formas posibles, y así pasan los días mientras el encierro sin agua y sin comida se vuelve insoportable. Esta es la premisa —básica pero atractiva— de “4x4”, la nueva película de la dupla Mariano Cohn-Gastón Duprat (“El ciudadano ilustre”), esta vez con Cohn en el papel de director y Duprat en la producción. En principio”4x4” es un thriller muy efectivo, y es imposible no relacionarla con algunos de los episodios de “Relatos salvajes” (2014). Pero aquí Cohn trabaja más, y utiliza todos los recursos técnicos y dramáticos del tour de force en un espacio reducido con muy buenos resultados, manteniendo la tensión durante más de una hora y exigiendo al máximo a un Peter Lanzani que responde mejor que nunca. Los problemas con la película llegan sobre el final. Está claro a través del guión que Cohn pretende reflexionar sobre temas espinosos como la inseguridad, la justicia por mano propia y cierto estado de descomposición social. Pero lamentablemente su resolución está sobreexplicada y subrayada, demasiado digerida y con diálogos forzados, y finalmente queda muy poco espacio para la mirada del espectador.
La nueva apuesta del cine argentino es 4x4 y usa uno de los temas mas presentes en nuestra sociedad, la inseguridad, pero ¿que pasa cuando el cazador es cazado?, bueno si se parece en algo que mas o menos alguno se imagino alguna vez alguien en su cabeza, tal vez se parezca a 4x4.
El nuevo film de Mariano Cohn, "4x4", utiliza un esquema de cine de género para volver sobre los asuntos que son moneda corriente en su cine. Hasta el 2016, Mariano Cohn y Gastón Duprat eran algo así como una dupla indivisible en la que era imposible ver el apellido de uno, pegado al del otro. Como una suerte de hermanos Cohen o Wachowski vernáculos; salvo que ellos no eran hermanos. Desde los primeros pasos en la creación del programa de culto Televisión Abierta (del cual tomaron su nombre para su productora), hasta su irrupción en el cine que se inició con "El hombre de al lado", y alcanzó hasta los palmares de "El ciudadano ilustre". Todo juntos, y con un estilo que los caracteriza. En 2018, se bifurcaron, Gastón Duprat estrenó "Mi obra maestra"; y ahora es el turno de Mariano Cohn. Pero no, sus seguidores no deberían alarmarse, uno sigue siendo el productor del otro, y hasta pareciera que se dividieron las tareas para poder llevar a cabo dos películas. En sí, ni "Mi obra maestra", ni el estreno de esta semana, difieren demasiado del trayecto conjunto. Es más, Duprat figura como coguionista junto a Cohn. Mientras que "Mi obra maestra" apelaba a la ¿comedia ácida? con críticas hacia el mundillo del arte, 4x4 apela al más puro cine de género, con las fórmulas que ya todos conocemos; pero otra vez, llevado al terreno de los realizadores. Si algo destacó todos los trabajos tanto en la pantalla grande como en la chica del team Televisión abierta, es una clara bajada de línea clasista; con algún dejo (bastante marcado) racista, y/o estigmatizador hacia las minorías sociales, ya sean sexuales como culturales. Disfrazado siempre de una falsa impostura ¿neoprogresista? misantrópica. ¿"4x4" es la excepción? ¿Por qué debería serlo? Cohn se deja todo el plato servido para que el resultado ideológico sea infalible. En una receta probadísima por él/ellos, ya sabe cuáles son los ingredientes que tienen que integrar para que la moralina llegue, penetre, y se disimule en un berenjenal de “le pegamos a todos”. Ahí están, los dos personajes de clases sociales contrapuestas, el meollo del asunto que los lleva al límite a ambos, y la vulnerabilidad moral de uno y del otro. Aunque claro, el representante de las minorías más baja tendrá otras características descalificantes extras, como para que quede en claro, que la moral es blanda en todos, pero en unos es justificada, y en los otros no. Todo esto, no solo está en "4x4", sino que halla su forma más explícita dentro de una coyuntura social 2019 (año electoral) en la que quizás tanto Cohn, como algunos de los productores auspiciantes consideraron necesario dejar clarificadas sus ideas para llegar al espectador. No hay tiempo para introducciones. Comienza el asunto y la primera escena ya es Ciro (Peter Lanzani) intentando robar el audio de una camioneta 4x4 estacionada en un tradicional barrio porteño de clase media. Se introduce en el vehículo sin ninguna dificultad, extrae el equipo, mea en los asientos traseros porque el ladrón es grosero, y se dispone a abandonar triunfante la camioneta. Pero no, la camioneta está sellada, es imposible escapar dentro de su espacio; y al decir sellada, lo es en todo sentido. No solo las puertas son imposibles de abrir, y los vidrios imposibles de quebrar, desde afuera no se percibe ningún sonido interno, y no hay manera de hacer que la cosa se mueva, avance, o tambaleé, para hacer notar que hay alguien ahí: por supuesto, los vidrios están polarizados, de modo que tampoco hay chance de que alguien vea a Ciro. Ciro está encerrado ahí, y para cantar bingo, justo se queda sin batería en el celular. Aproximadamente veinte minutos después, escucharemos las primeras palabras, el primer diálogo en "4x4". Ciro es presa del Dr. Enrique Ferrari (Dady Brieva), obstetra que se comunica con él mediante el teléfono de la camioneta. Ferrari está cansado de que le roben, y decidió tomar cartas en el asunto. Colocar un vehículo señuelo, que se convierta en una inquebrantable trampa para ladrones. El hecho de padecer una enfermedad terminal, ayuda. Este doctor podría ser como John Kramer/Jigsaw de la saga "El juego del miedo", tiene muchas de sus características; pero se diferencian en aspectos fundamentales. Kramer coloca trampas claustrofóbicas mortales, su objetivo es llevar a la presa (que cometió en el pasado actos reprochables) a tomar una decisión de vida o muerte, bajo amenaza de morir de un modo cruento. La trampa de Ferrari no es mortal, no hay un peligro latente sobre Ciro más allá de los propios de un encierro (inanición) ¿Lo habrá encerrado ahí para obligarlo a escuchar su perorata morosa? Es probable, es lo mismo que "4x4" hace con su público. Por otro lado, En "El juego del miedo", no hay dudas de la postura de villano de Kramer, más allá de la admiración del fan por el slasher. En "4x4", el más ingenuo notará una zona gris, y aquel un poco más ávido, se dará cuenta que se empeñan en decirnos que lo del obstetra está bien. No solo hay elementos de "El juego del miedo", es imposible no pensar en dos guiones del genio recientemente fallecido Larry Cohen, "Enlace mortal", y "Celular". El encierro en un adminículo diminuto, y la única comunicación con alguien a través del teléfono, recuerdan mucho al film con Collin Farrell y Kiefer Sutherland. El hecho de ubicar un objeto y todas sus posibilidades como centro del asunto, nos lleva a la propuesta con Chris Evans y Kim Basinger. Un dato llamativo, es que en una película con una fuerte inserción publicitaria descarada, no tengan auspicio para esa camioneta superpoderosa. Más allá de la bajada de línea execrable, que, al igual que en sus otros films, no tienen ni siquiera la valentía de plasmarla sin un insultante disimulo; "4x4" presenta un guion con todo tipo de problemas. Partimos de la inverosimilitud de la camioneta, ningún método de seguridad real es tan infalible como el de ese automóvil (quizás por eso no tiene auspicio). Hay varias acciones y circunstancias que aparecen por pura conveniencia del film, sin ningún tipo de lógica; y Cohn/Duprat no son Larry Cohen, no tienen la mano virtuosa del director de "The Stuff" para sostener un relato encerrado durante un largo tramo sin caer en el aburrimiento. Hay situaciones inverosímiles, incoherencia, momentos sin sentido, y todo los tipos de baches que se les ocurran, aún aquellos que pudieron resolverse de un modo evidentemente más simple y convincente. Peter Lanzani es lo mejor de este proyecto. Jugando un personaje que resalta clichés desde su vestir, la música que escucha, hasta las decisiones que toma; el actor logra componerlo sin los tics clásicos “de villerito”, y se muestra siempre convincente, aún ante las dificultades de lógica que le presenta la película. Dady es un actor correcto, cumple una buena labor; pero más de una vez no puede escapar de la pobreza de sus diálogos de manual, lo cual le impiden un mayor lucimiento. En la media hora final, se introduce en la historia Luis Brandoni como un mediador de la policía de la ciudad. Pese a conocer su sobrado talento, aquí lo encontramos en uno de sus niveles más bajos, casi como si hubiese hecho su participación de favor y a las apuradas. Cohn/Duprat tienen aires de grandeza, son capaces hasta de auto homenajearse en una imagen que se ve recurrentemente en la película. Creen tener razón en todas sus ideas, y se mofan de los personajes a los que ellos creen personas menores. También poseen una torpeza narrativa tal como para poner a un personaje encerrado hace días a hacer un soliloquio sobre la libertad y el ser de un grillo (entre otros actos de pura declamación acartonada); o no ser capaces de resolver cuestiones simples como clarificar cuánto tiempo va pasando. A diferencia de otras películas suyas, "4x4" es técnicamente prolija, no juegan al berretismo intencional despectivo que le vimos abordar anteriormente. Pero no alcanza, "4x4" se hunde desde su premisa, su desarrollo, y su ideología indisimulable (que incluye postura frente al debate del aborto); demostrando que no sirve el presupuesto cuando se carece de la más mínima pericia para contar una historia.
SOFOCADOS EN UNA CAMIONETA Mariano Cohn (director) y Gastón Duprat (co-guionista) son muchachos a los que les gusta generar cierta polémica con sus películas. El humor siempre ha sido su aliado para trabajar temas recurrentes como los discursos, las frases hechas y el rol de los intelectuales. En 4×4 vuelven a enfocarse en esos temas pero cambiado el humor por la ironía. El tono que eligen se vuelve tan serio que les juega en contra. Ciro, un joven muy habilidoso, entra a robar a una camioneta 4×4 y queda encerrado. Luego de un largo tiempo intentando salir, el dueño de la camioneta se comunica con él a modo de informarle que no lo podrá hacer, ya que es él quién la maneja desde afuera y que está completamente blindada. Así es cómo el médico Enrique Ferrari empieza a hacer justicia por mano propia. La mayor parte del film transcurre en el auto. Este aspecto, que inicialmente es un factor a favor del relato, progresivamente le juego en contra. El auto se sobrecarga de información, algo que no estaría mal si no fuera porque en la película se encargan constantemente de explicar todo. Ya desde el comienzo, el bombardeo de imágenes anticipan que se hablará de la llamada “inseguridad”. Luego el film va construyendo a partir de los diálogos una imagen del médico y de Ciro. 4×4 se encarga de complejizar a los personajes mediante varios recursos. Por ejemplo, a Ciro se lo muestra muy humanitario cuando decide no comer al grillo, aún teniendo demasiado apetito. En cuanto a Enrique, en varias oportunidades se lo escucha hablar de su vida y en paralelo aparecen, pasando al lado del auto, personas que viven en la calle o con trabajos precarizados. Estos elementos son interesantes, pero lamentablemente se opacan cuando se subrayan. Cuando Ciro empieza a hablar solo, un poco aturdido por no poder acceder a sus necesidades básicas y por una grave infección, expone como si fuera lección para la escuela ciertos parámetros sociales. En esos momentos, la narración no sólo subestima al espectador, sino que se vuelve inverosímil y pedante. Esto, sumado a que al poco rato de llevar un tiempo en el auto los personajes no encuentran muchas más cosas para decir que más de lo mismo, lleva a que las actuaciones no tengan méritos destacables y que la acción sea escasa, configurando un film excesivamente denso. Es a través de la ironía que la película genera alguna que otra sonrisa, pero incluso esa virtud es opacada y solo queda la espera de algo más interesante. Personalmente, creo Cohn y Duprat siempre se encuentran transitando un sendero entre la brillantez y la banalidad. Todo por el asado quizás fue lo más acertado que han hecho. 4×4, sin embargo es un film sin brillo, un mero compilado de frases y discursos encontrados sobre las diferentes formas de inseguridad en nuestro país.
Lo que nos trae es un tema cotidiano, la inseguridad; aquí un joven intenta robar una 4×4, (previo a esto la cámara realiza un repaso por las calles de la zona con casas que tienen distintas protecciones), logra ingresar al vehículo estacionado y cae en una trampa mortal, queda atrapado, le resulta imposible salir y va agotando todos los intentos de fuga. A partir de ese momento se van construyendo momentos de mucha tensión, intriga y suspenso. Con el transcurso de los minutos vamos conociendo más de la víctima, el victimario, el verdugo y el animal. Uno tiene un plan y el otro tiene propósito, que puede ser aceptado o no, pero todo se va transformando en un juego macabro (bajo otra temática pero similar al juego del miedo). Alguno de los momentos que se destacan tienen que ver con: la asfixia, el encierro, la prohibición, la desesperación, el ahogo, la angustia, el dolor, el miedo y la paranoia, entre otros, acompañado con el sonido, los silencios, la música, el movimiento alrededor del sujeto y la interpretación de Peter Lanzani que resulta excelente, este ofrece un gran degaste, desde la actuación, lo físico todo su desenvolvimiento y hasta la relación entre un grillo, su única compañía, y los llamados de quien lo retiene. Dentro del elenco secundario encontramos a: Luis Brandoni, quien los pocos minutos que está en pantalla se luce y el correcto personaje de Dady Brieva primero como una voz y luego con su presencia. La trama además posee algo de thriller psicológico y mientras van corriendo los minutos el público se va involucrando más y más, acompañando al personaje principal y luego al resto, donde a la hora de evaluar se van dividendo los juzgamientos, como suele suceder ante ciertos hechos de inseguridad. En una secuencia se ve un afiche con una publicidad “El hombre de al lado 2”, para pensarlo. La película cumple con lo que propone, se sostiene y nos lleva a la polémica, el análisis y el debate. Disfrutable banda sonora de Dante Spinetta. Y por último algo importante dentro de los créditos finales hay que quedarse un rato para ver una escena extra.
La nueva película dirigida por Mariano Cohn y producida por Andrés Duprat, es un thriller que gira en torno a la problemática de la inseguridad y está protagonizado por Peter Lanzani. Después de varios planos a puertas y entradas enrejadas, protegidas por alambres o por algún tipo de sistema de seguridad, se lo observa a Ciro (interpretado por Peter Lanzani) pasear por una calle de barrio hasta detenerse en una lujosa camioneta. Como en un día más de tantos, la fuerza y logra entrar sin mucha complicación. Allí adentro se apodera de lo que cree que puede servirle, orina sobre el asiento trasero para demostrar su resentimiento o desprecio hacia la gente que puede ser dueña de esa camioneta, y se dispone a salir. Sin embargo, las puertas quedan trabadas, las ventanas imposibles de abrir, y todo el auto permanece -como descubrirá en esos pocos minutos-, blindado e insonorizado. Y él, incomunicado, porque ni siquiera tiene batería en el celular. A partir de ese momento, 4×4 se convierte en un thriller sobre un personaje encerrado, en este caso en una camioneta. Allí pasará varios días, aunque pronto descubre que no es casual: el dueño le habla por teléfono y se presenta como una persona cansada de la inseguridad, con una hija que por ese motivo tuvo que irse a vivir afuera, y que decidió tomar el toro por las astas. Como en una especie de Juego del miedo (con menos sangre), Ciro estará a su merced, esperando un poco de solidaridad de parte de aquella voz para que le permita comer algo, o ventilar el vehículo un poco para calmar el calor agobiante que hace ahí adentro. Lanzani demuestra una vez más ser un actor versátil, capaz de apuntar a diferentes registros. Acá transmite, en esos planos cerrados que pretenden intensificar la sensación de asfixia, la desesperación, impotencia y frustración que siente su personaje. Como sabemos, en algún momento se saldrá de ese vehículo pero las cosas no serán más sencillas afuera. Dady Brieva interpreta a este médico que decide hacer justicia pro mano propia con este ladrón que el barrio abuchea esperando que lo maten, mientras un desganado Luis Brandoni intenta apaciguar las aguas. 4×4 juega todo el tiempo con mantener la tensión bien arriba, con un trabajo sonoro que acentúa ciertos momentos específicos. No obstante el guion, escrito por la dupla Cohn y Duprat, parte de estereotipos y clichés y no logra construir una trama que no resulte redundante y predecible. Es fácil adivinar cada una de las peripecias a las que se verá expuesto el protagonista desde antes de que sucedan, de hecho la mayoría acontecen en los primeros minutos de película, los más intensos. Después se pierde fuerza e interés. A nivel técnico estamos ante un film rodado con una mayor prolijidad que películas anteriores como la exitosa El ciudadano ilustre. Por ahí ronda también un guiño que el realizador se hace sí mismo. Por último, la música de Dante Spinetta termina de imprimirle el tono buscado.
Si en esta película alguna de todas las variables del arte cinematográfico logra sostener (hasta cierto punto) el interés del espectador, es la actuación de Peter Lanzani, quien a esta altura ya no sorprende. Confirma ser uno de esos actores a los que ningún personaje le queda ni chico ni grande. Por supuesto que este beneficio sí parece sustentarse por la elección de lo que podría definirse la variable técnica, (no deja de ser arte la producción) esto es, posición de cámaras, montaje, iluminación, fotografía, diseño de sonido, entre otras. Pero a partir de las falencias importantes que demuestra, en tanto realización, terminan por ser espejitos de colores. Digamos que no sorprenden realmente, no hacen al texto como construcción desarrollo y resolución, por lo que acaban por ser puro alarde tecnológico. El director Mariano Cohn, en su primera realización en solitario como director, se instala en lo que podría haber sido un episodio más del filme “Relatos Salvajes” (2014) de Damián Szifron. Pero en este caso no solo desarrolla, sin cerrar, la idea de justicia por mano propia, sino que además arremete entre otras cuestiones sobre la mirada social, por momentos cobarde. Esa que se escuda en la masa para ejercer la violencia, el hartazgo mal entendido ante la ausencia del estado en tanto funciones específicas del mismo, o el orden de la discriminación, el prejuzgamiento y el abuso de poder. En algunos de sus anteriores filmes de ficción, tales como “El Ciudadano Ilustre” (2017), “El Hombre de al Lado” (2009), las que había realizado en co-dirección con Gastón Duprat quien en esta ocasión cumple la función de productor, había abordado estos temas, pero desde otras perspectivas si se quiere. El relato en sí mismo es casi mínimo, un barrio residencial, tranquilo a simple vista, plagado de cámaras de seguridad, si hubiera un estado de derecho casi no harían falta. En la calle esta estacionada una lujosa 4x4, luego esto podría aparecer el primer inverosímil del texto. Ciro, (Peter Lanzani) es un pibe “chorro”, con toda la apariencia de un pibe “Chorro”. Fuerza con demasiada facilidad una de las puertas para robar. Enseguida sabremos que solo quiere el estéreo y hacer daño por el daño mismo, como venganza “clasista” y porque en ese momento puede hacerlo. Pero algo sucede al querer irse, el ostentoso vehículo se convierte en una trampa, vidrios blindados y polarizados, nadie lo puede ver desde fuera, posee un tratamiento de insonorización, por lo que tampoco puede ser escuchado. Alguien maneja los hilos de la situación desde fuera, Enrique Ferrari (Daddy Brieva) es el dueño del utilitario, médico obstetra de profesión, quien harto de todo decide que llegó el momento de poner un coto a la cotidianeidad sufriente (no estoy hablando de pasar a ser un carnicero, ni se le ocurra). Recién vamos a tener una imagen de Enrique pasados 70 minutos de los 90 que dura el filme. No es responsable, aunque lo hace con buen resultado. Luis Brandoni aparece sobre el final haciendo algo que sabe de sobra, solo que personifica a un mediador de la policía (cual Bruce Willis) y lo hace creíble, hasta humano. Si llega a ver en la vida real uno de estos acá que se les asemeje, pídale un autógrafo. Al principio hablaba de determinadas falencias del filme, el principal es que el 90 % del mismo se desarrolla en ese pequeño espacio físico, hay un protagonista absoluto en tanto presencia en pantalla. Todo lo demás se constituye fuera de cuadro y de campo. Pero lo que sucede fuera de la imagen es tanto o más importante que lo mostrado, ya que la extensión de esto termina en redundancias que no agregan información alguna, función que debería haber cumplido lo no visto, el audio, los diálogos. Nunca sucede. Enrique se comunica vía audio con Ciro, intenta establecer la dialéctica del amo y el esclavo, pero el guión en este caso no va de la mano con la idea original. Nunca termina de establecerse, pues los diálogos son demasiado banales, insulsos cuando no, injustificados. Si ya en la mitad del metraje todo empezaba a derrapar hacia lo inverosímil, en todo sentido, el sentido de la temporalidad y los actos a los que se somete a sí mismo el protagonista, para el final todo cierra de manera incoherente, solo para intentar darle un giro dramático inesperado. No aburre demasiado, pero uno desea ver la palabra fin mucho antes que aparezca.
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Los primeros 20 minutos de 4X4 son aceptables, porque el concepto sonoro es pertinente y los encuadres y los movimientos de cámara a pequeña escala son, sorpresivamente, logrados. También hay una tardía puesta en abismo para introducir una secuencia onírica que debe ser lo mejor en la carrera del cineasta. El resto es una colección de impericias; para citar dos: los acompañamientos musicales disociados de la trama; los 20 minutos finales, cuya estética tiene algo de publicidad inconfesa acerca del deseo de hacer justicia por mano propia.
Un filme osado y candente protagonizado por Peter Lanzani La película de Mariano Cohn es un thriller de tintes claustrofóbicos, que esconde debajo del género un mensaje sobre el rol de la sociedad ante la delincuencia y los excluidos Peter Lanzani es Ciro, un ladrón oportunista que decide robar el estéreo de una camioneta 4×4 estacionada en una calle de Buenos Aires. Lo que en un principio parece el golpe perfecto, deriva en una situación desesperante cuando descubre que se ha quedado encerrado en el interior del vehículo, y que este funciona como una fortaleza de la que es imposible escapar. Detrás de esta trampa, hay un hombre, un médico harto de sufrir toda clase de asaltos, un "vengador anónimo" que se dispone a darle al delincuente el castigo que la justicia parece dejar pasar. Las películas de "personajes encerrados" es un subgénero del thriller varias veces transitado por distintos realizadores. Es imposible no pensar en filmes como Llamada mortal (con Colin Farrell atrapado en una cabina telefónica a merced de un francotirador) o Enterrado (con Ryan Reynolds intentando escapar de un ataúd en el desierto de Irak). Play (Tráiler de 4×4) El largometraje 4×4 bebe de ese tipo de cine, al menos en la primera parte de la trama, y lo hace con una técnica que permite que el espectador sufra y sienta el encierro, el calor, la sed, el hambre, la desesperación y las penurias del protagonista, un extraordinario Peter Lanzani que logra ponerse la película al hombro. La atmósfera de claustrofobia se acentúa cada vez que se oye la voz "afable", pero inquietante del dueño de la camioneta, interpretado por Dady Brieva en un rol desparejo, que funciona mejor cuando no da la cara. Mientras que la música de Dante Spinetta agudiza la experiencia traumática y tanto la fotografía, como el montaje y el sonido son pilares fundamentales para que la sensación de inmersión sea efectiva. En el filme, hay un momento de quiebre, una situación que traslada la acción hacia el exterior, y ahí es donde se hace presente más explícitamente el discurso que hay detrás de la ficción, un relato cercano e incómodo, en el que el espectador debe elegir con quien empatizar: con el ladrón que tiene un frondoso prontuario o con la víctima/victimario decidido a hacer justicia por mano propia. Este dilema es el que hace de 4×4, un filme osado y candente. Un guión que despierta el debate y que si bien no elige pararse en ninguna vereda, deja bien en claro que la línea entre justicia y venganza a veces es demasiado delgada.
BIENVENIDO A BORDO ¿Exceso de seguridad? Rejas, alambres de púas, cámaras, puntas o pedazos afilados de vidrio, alarmas, carteles de zona vigilada, de vecinos en alerta y hasta de la protección de Jesús en un pasaje (inventado como set de filmación) donde convive la intranquilidad con la chica que saca a pasear al perro, los hermanos que van al colegio, el señor que limpia con la manguera sosteniendo la puerta, el hombre que pide delivery, la pareja que ideó un sistema de prevención mutua o quien espía por la ventana. En medio de un aparente escaso movimiento diario, se encuentra (mal) estacionada una camioneta sin alarma que se vuelve presa fácil de un ladrón ¿Pura coincidencia? ¿Día de suerte? Tras sacar el estéreo, revisar los compartimientos, usar los anteojos como un desafío al dueño y orinar los asientos de atrás como protesta, Ciro no puede salir. Forcejea contra los vidrios blindados, trata de romper las manijas de las puertas o el piso con una herramienta cortante que estaba allí pero todo resulta imposible. El montaje del inicio surte efecto hasta volverse una trampa mortal ¿Qué prisión es más terrible? ¿El miedo a circular por la calle o ese micromundo de acero insonorizado? La contraposición de ambos mundos es un juego permanente de Mariano Cohn en el que, por ejemplo, una pequeña rajadura puede ser una esperanza o algo insignificante. Ese contraste permite el despliegue y la articulación temática entre la justicia por mano propia, la violencia, el malestar social, el papel de la policía, la falta de compromiso, la supervivencia, ciertos conceptos instalados en la cultura, las cárceles personales, el rol de los medios de comunicación, entre otras. Todos ellos llevados al extremo no sólo para ahondar en los instintos más salvajes o valiéndose del humor negro, sino con la intención de despertar reflexiones o sentimientos en el público. Tal vez, la escena del delincuente que quiere robar la misma 4×4 sea la más significativa. El joven bastante desgastado por las horas de encierro ve de primera mano a otro que busca abrir la puerta por la fuerza pero los vecinos lo detienen, lo linchan y llaman a la policía. Ciro, como los que están fuera de la pantalla, se vuelve espectador de lo que podría haberle pasado a él y probablemente se sienta identificado ¿Cómo reaccionaría cada uno en esa situación? ¿Cuál es el límite entre la moral y los golpes? ¿Lo hay? Bajo esa misma pregunta se sostiene el vínculo entre Ciro y Enrique, dos hombres fuera del sistema por cuestiones diferentes y que comparten el cambio anímico desde la seguridad hasta el dilema personal. Mientras que el primero promete que no lo volverá a hacer, está herido, sin comida, agua y batería, el segundo actúa cansado de los 28 robos que debió afrontar con su familia. Una suerte de escarmiento que inicia con el control del vehículo desde el celular, llamados para contarle sobre su historia, el racconto de asaltos o preguntas disparadoras con alguna recompensa y que roza con el cinismo a medida que transcurre el tiempo. Ya se lo adelanta cuando le responde que es un elegido ya que ambos están condenados y las palabras terminan de afirmarse después de soportar la calefacción con el cuerpo desnudo (salvo por los calzoncillos blancos), sudado, con restos de sangre y los brazos abiertos imitando a Jesús en la cruz. Una imagen que condensa las trasformaciones constantes del director entre mártir y victimario. Otro aspecto que subraya 4×4 es la necesidad de una toma de consciencia. Inquieto por la soledad y los errores recurrentes, el protagonista habla con un grillo, compañero de cárcel, como si se tratara de la voz de su consciencia o de un Pepe grillo local. Cada vez que el insecto aparece, le revela algo íntimo como el aborrecimiento de las leyes hechas por y para ricos, el traspaso hereditario (abuelo- padre- él) de la condición de delincuente, los insultos hacia un vagabundo o un tema de biología de 3º año que aún debe, en la que ciertos organismos existen para comer la basura de otros y equilibrar el sistema. Si bien piensa en matarlo o comerlo, cede ante los instintos convirtiéndolo en el único nexo con su parte humana e, incluso, le otorga la libertad, como si con ello una parte suya encontrara deshago. Si bien Cohn maneja cierto ritmo entre el exterior y el aislamiento, el final es todo lo contrario porque rompe con el binomio para plantear uno nuevo que carece de solidez, se torna forzado y, en cierta forma, atenta con todo lo que desarrolló anteriormente. Frente a las intenciones de debate social a partir de situaciones, sentimientos y actitudes, la película termina por resaltar el juicio de valor, la repercusión mediática o una voz popular inconsistente y enojada como los grandes patrones del relato. Entonces, aquellos matices ideológicos o con humor negro personales que emergían por momentos (el afiche de una segunda parte de El hombre de al lado con el regreso del vecino refuerza el guiño) adquieren una fuerza superior abrumando la diversidad de puntos de vista por uno exclusivo. Así como el montaje del comienzo se torna en una trampa mortal, el desenlace queda atrapado, con la consciencia devorada y pocas posibilidades de cuestionamiento. Por Brenda Caletti @117Brenn
Era uno de los thrillers argentinos más esperados del año, con una premisa arriesgada y un elenco, aunque pequeño, de gran talento. Mariano Cohn, conocido por trabajar en dupla con Gastón Duprat en películas como "El hombre de al lado" y la galardonadísima "El ciudadano ilustre", propone nuevamente una trama con un subtexto mayor pero no logra el impacto que ha generado con otras creaciones anteriores. Un joven entra a robar el estéreo de una camioneta 4x4, pero se queda encerrado. No responden las puertas, ventanas blindadas... no parece tener escapatoria. Deberá sobrevivir encerrado, mientras alguien desde afuera tiene control absoluto sobre la camioneta. Como decíamos, arriesgada premisa desde el comienzo, por el simple motivo de tener que hacer entretenida una película en un ambiente cerrado durante casi todo su metraje. Y es lo que mejor sale. Apoyado en la soberbia actuación de Peter Lanzani -si me apuran, la mejor de su prometedora carrera-, el espectador no pierde interés en el film en ningún momento, con un gran uso de la cámara en distintas posiciones dentro de la 4x4, un manejo de la tensión y los tiempos ideal, la música original creada por Dante Spinetta, todo confluye con naturalidad. El despliegue de cierta información bien desmenuzado para mantener la intriga es otro de los puntos fuertes de la cinta. Sin embargo, falla en el tercer acto. No porque sea un mal final; éste puede gustar o no. Sino porque se pierde esa naturalidad y realidad que tenía la película, para transformarse en una serie de monólogos que solo dicen lo que se venía entendiendo a lo largo del metraje. Algunas frases innecesarias y poco orgánicas nos sacan del lugar donde venía tan bien, para hacernos pensar y reflexionar cuestiones que ya, tácitamente, el espectador venía reflexionando. Innecesario tanto "discurso". De todos modos, es destacable el trabajo realizado a nivel técnico en la cinta, así como también la realidad que plantea, una que no se ha tocado tanto en el cine argentino y que nos compete a todos los que vivimos en este país. Hace pensar... "¿Y vos qué harías?", "¿importa tanto la moral?" En síntesis, "4x4" es un buen thriller con otra propuesta atractiva por parte de este siempre provocador cineasta que cumple con lo que busca pero no logra generar el impacto que han producido alguna de sus previas películas. De todos modos, qué lindo es el cine de Cohn y Duprat. Puntaje: 6,5/10 Manuel Otero
Mariano Cohn y Gastón Duprat son una exitosa dupla de productores, realizadores y guionistas argentinos que vienen desarrollando una trayectoria a dúo admirable, plasmada a lo largo de una serie de obras imprescindibles: “El Artista” (2008), “El Hombre de al Lado” (2011) y “El Ciudadano Ilustre” (2016). En el pasado año, Duprat se había lanzado a las labores de dirección en solitario, con la meritoria “Mi Obra Maestra” (2018), tarea que Mariano Cohn emprende por vez primera con su reciente “4×4” (si bien ambos siguen compartiendo labores de producción y guión en sus proyectos). “4×4” es una película polémica, que nos interpela como sociedad, cuestionando nuestra raíz primal y desnudando la faceta mas violenta de un tejido humano vulnerable e intolerante; indagando acerca de conductas enquistadas en nuestra idiosincrasia y que caracterizan la fragilidad de nuestro núcleo social. Por otra parte, la propuesta de Cohn resulta sumamente original y llamativa para nuestro medio, no se recuerdan antecedentes similares. La trama nos posiciona en la situación para nada convencional que experimenta un ladrón que pretende robar una camioneta último modelo, pero queda encerrado en ella, sin poder accionarla. La camioneta está preparada para convertirse en una inexpugnable prisión. Los vidrios son polarizados y blindados, aislando el sonido hacia el exterior. Pronto la circulación de aire dejará de funcionar, también su celular. Cerrando su última vía de escape. De pronto, el teléfono de la camioneta suena y una misteriosa voz, del otro lado de la línea, asegura ser un prestigioso profesional y dueño del vehículo quien, hastiado de la cantidad de robos y perjuicios sobre sus bienes que ha sufrido, decide tomar una medida que ajusticie el accionar de aquellos que delinquen. Pero ello no es todo, el ‘renombrado médico’ (un brillante Dady Brieva) atraviesa un momento personal sumamente particular (que en pos de no develar la trama no adelantaremos), ante lo cual se presume que su accionar, tornándose cada vez más irracional y perverso, lo coloca en una dudosa posición que excede el juicio autocrítico, como todo aquel que no tiene ‘nada que perder’. Dentro de las limitadas dimensiones en donde se emplaza el relato, Cohn reproduce una maquinaria cinematográfica de perfecta cohesión, donde el rodado se convertirá en toda una alegoría ideológica. Con reminiscencias a “Buried” (2010, Rodrigo Cortés) el film limita su desarrollo espacial al interior de un auto. Si en aquella ocasión, el personaje interpretado por Ryan Reynolds debía valerse de una inusitada capacidad de supervivencia para sobrellevar el encierro en un ataúd tolerando la ausencia casi total de luz y oxígeno; aquí el ladrón interpretado por el sorprendente Peter Lanzani debe extremar su genio si desea salir con vida de allí. Pero, acaso ¿qué mundo menos peor lo recibe afuera? ¿qué le deparará el rigor de la ley? ¿cómo escapar al sometimiento psicológico y físico bajo el cual se encuentra? Cohn, con indudable sapiencia, ilustra la vida cotidiana de un tranquilo barrio de clase media y el transitar de sus vecinos, en un día a día cuyas horas transcurren en la rutina, mientras el angustiante martirio que atraviesa nuestro malogrado anti-héroe pone a prueba, hasta límites intolerantes, su facultad de resistencia. Gracias un elaborado empleo de climas emotivos, el realizador se muestra sumamente eficiente recreando la pesadillesca y asfixiante atmósfera que, en dramático in crescendo, envuelve al sufrido protagonista delincuente, damnificado por aquel a quien quiso robar. El implacable ‘doctor’ lo tortura físicamente: le hacer pasar sed, hambre, calor y frío. Lo atormenta, lo anula, lo quiebra. Estos castigos parecieran significar una pena por sus pecados pasados. Pero, indudablemente, con astucia y habilidad, el director nos coloca con habilidad del lado de la víctima (en este caso, el ladrón), compadeciéndonos con él, sufriendo con él e inclinándonos a su favor. Mediante un notable manejo de cámaras y haciendo de la economía de recursos su mayor ganancia, el autor exhibe una apreciable virtud para manejar la tensión de un relato que se enmarca genéricamente en el thriller. Si bien remarcando, en algunas ocasiones por demás, el descontento popular ante el fantasma (y la amenaza concreta) de la inseguridad bajo ‘latiguillos’ remanidos, la mayor virtud de este ejercicio cinematográfico reside en potenciar la claustrofobia sufrida por este joven delincuente dentro de un búnker blindado que torna su situación en extremo desesperante. Con más aciertos que deslices, “4X4” reflexiona acerca de las miserias y las carencias que poseen los diferentes estratos sociales, prefigurando una suerte de radiografía antropológica que desnuda las dos caras de la ley, dictaminando un rotundo mensaje que nos habla acerca de la inequidad del juicio sobre uno y otro ‘bando’, no obstante la violencia y el sometimiento son dos factores que poseen sus dobleces a la hora de analizarlos y/o justificarlos. Allí aparecerá el accionar policial que busca mediar (en la piel de un siempre disfrutable Luis Brandoni) en la extrema situación, pronta a un desenlace que se avecina trágico. Bajo esta tesitura, “4×4” cuestiona el tan mentado recurso de la justicia por mano propia, abriendo el debate hacia el espectador, post visionado. Debates morales se vislumbrarán gracias a este auténtico relato salvaje, emplazado en una ciudad impiadosa, en donde un simple instrumento móvil (al fin, un ostentoso símbolo de bienestar y confort) puede convertirse en una letal arma aleccionadora para todo aquel que detente una conducta fuera de los márgenes de lo que la ley dictamina y se encuentre en el momento justo y en el lugar equivocado. ¿Se justifica la brutalidad?